Otro aspecto conflictivo, aunque de muy escasa probabilidad, es la necesidad china de acceder a los vastos recursos naturales latinoamericanos para mantener su desarrollo (biodiversidad, agua, minerales, tierras agrícolas, hidrocarburos) mediante formulas tan diversas que podrían unir el control por medios políticos-económico usados hasta ahora con el factor militar (ahí está el ejemplo de tropas chinas en Darfur cuidando las líneas petroleras).
El reciente viaje en el “año del dragón” del Primer Ministro de la República Popular China, Wen Jiabao, a Latinoamérica (incluyendo Chile), nos recuerda que la región es parte de la estrategia global de transacción de la República Popular China (RPCH) a través de una interrelación compleja que responde fundamentalmente a sus intereses, incluso en aquellas materias donde hay coincidencias como el buscar un mundo multipolar (más participativo y democrático) y/o el supuesto circulo virtuosos establecido en las relaciones económicas (comercio e inversión). Sin embargo, y más allá de lo positivo y negativo, lo más preocupante de esta interacción es que la región (quizás a excepción de Brasil) se ha mostrado deficitaria en materia de postulados estratégicos frente a ella y, por lo mismo, ha mantenido una posición más bien pasiva-reactiva (ha vivido una especie de espejismo) que hace mirarla tácticamente (¿cuanto vendo?, ¿cuánta inversión logro?, ¿cómo no tener fuertes relaciones con la potencia del futuro?, etc.), sin percatarse y evaluar los efectos complejos, desafiantes y/o de largo plazo que hay detrás.
A pesar del buen momento que viven las relaciones chino-latinoamericanas (obviando por cierto temas de democracia y DD.HH.) y que explican en parte importante el crecimiento regional y su capacidad para sortear las últimas crisis financieras, estos vínculos no están exentos de interrogantes y/o dificultades.
En el ámbito económico-comercial, en primer lugar, cabe partir destacando dos interrogantes estratégicas de esta “complementariedad y/o circulo virtuoso”. Por un lado, está el tipo de relación que se establece, en cuanto a si es una alianza estratégica, una interdependencia asimétrica o una simple relación centro-periferia. Este es un comercio principalmente concentrado en pocos países, en pocos productos, principalmente energéticos y materias primas de bajo valor agregado. Esto no sólo tiende a especializar a la región en producción de materias primas (soja por ejemplo) y no en productos industriales que son de dominio chino, sino que termina fomentando una suerte de “monocultivo” de materias primas que afecta la industria local a la vez de limitar las capacidades de maniobra (arco de posibilidades) al desbancar a otros socios tradicionales como EE.UU. y Europa. El viaje de la Presidenta Roussef a Beijing en el 2011 tenía como objetivo principal tratar de despejar parte de esta interrogante.
Por el otro, a nivel global, preocupa la gran dependencia que va generando la región de la RPCH (en especial de Argentina, Brasil, Costa Rica, Chile y Perú) y de su ciclo de crecimiento (en 15 años el comercio pasó de US$ 5 mil millones a más US$ 160 mil millones), realidad que los economistas no ven como eterna y más de alguno como peligrosa. Esto no sólo porque puede crear altas vulnerabilidades ante una posible desaceleración de su economía producto de la crisis en Europa y el regular desempeño de EE.UU, sino que también porque, por ejemplo, al existir diferendos como el experimentado por Argentina frente a bienes chinos “subsidiados” como calzados y textiles y que la obligó a imponer disposiciones antidumping (31 el 2010 y 36 el 2011), obtuvo la respuesta de la RPCH de restringir la importación de aceite de soja (principal fuente de divisas del país como primer exportador mundial). China está, claramente, dispuesta a usar este tipo de mecanismo de coacción como se vio de la decisión de prohibir las exportaciones de tierras raras a Japón como reacción al contencioso por la retención de un pesquero chino en la disputada zona marina cercana a las islas Diaoyu (2010).
[cita]Otro aspecto conflictivo, aunque de muy escasa probabilidad, es la necesidad china de acceder a los vastos recursos naturales latinoamericanos para mantener su desarrollo (biodiversidad, agua, minerales, tierras agrícolas, hidrocarburos) mediante formulas tan diversas que podrían unir el control por medios políticos-económico usados hasta ahora con el factor militar (ahí está el ejemplo de tropas chinas en Darfur cuidando las líneas petroleras).[/cita]
En términos más puntuales, en segundo lugar, están los bajos precios de las manufacturas chinas como reto para la competividad regional doméstica e internacionalmente. Competir con la RPCH es muy difícil, por ejemplo, para países como México que produce manufacturas de calidad similar pero con mayor precio. Una realidad más equitativa pasaría, entre otros, porque se revalorizara el yuan, elevara y controlara los estándares ambientales y laborales, se abriera el mercado chino a productos con valor agregado, transparentara el control financiero. Según la CEPAL, entre finales de 2008 y de 2009, se iniciaron 58 investigaciones antidumping en la región, de las cuales el 60% apuntan hacia el gigante asiático. La mayor parte de los casos se originaron en Brasil y Argentina y se refieren a productos como textiles, calzado, electrodomésticos, neumáticos, hierro y acero.
No es casualidad, entonces, que el ex Canciller mexicano Derbez haya manifestado que «la imagen de 1.300 millones de chinos enfrentados a casi 500 millones de latinoamericanos en una lucha por puestos de trabajo, inversión y las riquezas del mercado global ha producido escalofríos en América Latina» o que diarios tan influyentes como “O Estado” de Sao Paulo reclame que “el proyecto chino incluye la conquista de los mercados de África y América Latina, desplazando también a Brasil”(elpaís.com del 16 de abril del 2010). En todo caso, para subsanar esta desigualdad los gobiernos chino y mexicano han propiciado la creación de un esquema institucional bilateral que ha servido de modelo frente a otros conflictos.
Una tercera interrogante de este comercio, se ha concentrado en los dudosos estándares de calidad de ciertos productos chinos exportados a la región. En los últimos años se ha denunciado, por ejemplo, leche adulterada con melamina, productos infantiles con altos grados de plomo y/o arsénico (Perú, por ejemplo requisó 355 toneladas de juguetes presuntamente tóxicos a fines del 2008), multivitamínicos contaminados y vitamina A con bacterias, entre otros productos controvertidos llegados de este coloso asiático.
Una cuarta arista problemática, se ancla a la conflictividad local que han generado ciertas inversiones productivas de la RPCH. En el caso de Perú, por ejemplo, además de un comercio que repite el patrón centro-periféria (exporta principalmente cobre, hierro y zinc e importa maquinaria, teléfonos celulares y otros artículos de alta tecnología —Reuters 28/04/2009) y que ha seguido creciendo de los más de US$ 7 mil millones registrado el 2008 con el TLC firmado el 2009 (3ro.tras Chile y Costa Rica), se ha registrado una alta inversión de Pekín (US$ 7.307 millones en el 2008) , especialmente en el sector minero. Es en este último donde han surgido conflictos con mineras de ese país por el “no” cumplimiento de normas y leyes sociales (Ej. el Sindicato de Obreros de Shougang y FNTMMSP en Marcona— www.fntmmsp.org del 08/02/2009), el deterioro ambiental (Shougang Perú ha recibido varias sanciones) y el tráfico de mano de obra y personal calificado para llenar parcial o totalmente los puesto en determinadas inversiones.
Un caso de apariencia inofensivo pero que puede repercutir en la esfera de la seguridad, en quinto lugar, ha sido la política de compra de tierras por parte de la RPCH en la región, política que es practicada por otros países como Arabia Saudita, Brasil, Corea del Sur, Japón o Qatar. En el 2008, el ministerio de Agricultura de China redactó una medida oficial para alentar a las empresas nacionales a adquirir (alquilando o comprando) tierras en el extranjero con fines agrícolas. Esta práctica que fue catalogada por el director general del la FAO, Jacques Diouf, como una suerte de “neocolonialismo” (www.sudesteagropecuario.com.ar 04/04/2011), además de fomentar signos xenofóbicos, ha llevado a países como Paraguay que hoy enfrenta la demanda de “los sin tierra” (400 mil familias) a aprobar una ley que prohíbe la venta de parcelas a extranjeros, a que Uruguay y Brasil (este último a pesar de su práctica geopolítica similar— ej. brasiguayos) se lo estén planteando como problema (el ex-ministro Delfim Neto dijo que “los chinos compraron África y están tratando de comprar Brasil”—O Estado de Sao Paulo 01/08/2010) y al ex ministro de Agricultura de Argentina, Julián Domínguez, a declarar, en medio de la visita del ministro de Agricultura chino, Han Changfu, que “una de las prioridades del gobierno es defender las tierras agrícolas de Argentina” (www.lacapital.com.ar del 15/11/2010).
En Argentina se aprobó una ley que limita las compras a los extranjeros a un 15% del territorio nacional y no más de mil hectáreas en las zonas más fértiles. Sin embargo, ella no prohíbe el arriendo de tierras, fórmula que usan algunos países para quedarse con lo producido a nivel nacional, generando un “viciado circulo” de ventas entre sí (esto ocurre con la soja en Paraguay). Otra variante son los joint ventures como la realizada entre la provincia argentina de Río Negro y la mayor empresa de alimentos de China, Heilongjiang Beidahuang, donde ésta última invertiría más de US$ 1000 millones en irrigación a tierras dadas a agricultores, quienes le venderían lo producido a la empresa china (este proyecto se encontraría detenido por una demanda ambiental – El País 26/12/2011).
Otro aspecto de atención, en sexto lugar, es la capacidad que le otorga esta relación a China para influir en las en las capacidades y estatura de los países y sus dirigentes. El apoyo financiero (o trueques) por miles de millones que brinda China, por ejemplo, a países productores de energía como Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela, no sólo ha extendido su solvencia económica y con ello sus capacidades, sino que ha fortalecido su estatura político-estratégica al ayudarlos a afianzar nuevas alianzas que incluyen el mercado de las armas (vendidas por la propia China, Rusia o Irán). Esto, por otra parte, ha llevado a algunos países a privilegiar un “free riding” en este mundo multipolar en contraposición a posturas más integracionistas (ahí está, por ejemplo, el apoyo de Brasil a la ministra de Economía de Francia, Christine Lagarde, para sucede a Strauss-Kahn en el FMI y no al candidato mexicano). En otros casos, le ha dado capacidad económica a sus mandatarios para afianzar su posición de poder (ahí está, por ejemplo, la denuncia del diputado Miguel Ángel Rodríguez de que el pago de Petróleos de Venezuela S.A. de la deuda contraída con China no sólo está arruinando esta compañía, sino que le ha dejado al Presidente Chávez US$ 22 mil millones para manejar a “discreción”— www.hacer.org del 27/12/2011).
Por otro lado, en países como Brasil, donde las compras de soya, hierro, petróleo unido al desarrollo de proyectos económico-tecnológicos en sociedad con empresas chinas (estas últimas han destinado US$ 37.100 millones a la adquisición o inversión en el período 2003-2011 / abc.es del 14/04/2011), han colaborado a su consolidación como potencia regional y mundial. Este desarrollo también ha creado más interés de los países vecinos por conectarse a su desarrollo en busca de réditos forjando una cierta satelización de un país varias agendas y no siempre concordantes con las del resto de la región sudamericana.
Evan Ellis destaca que el rápido desarrollo de las relaciones de China con la región podría amenazar los intereses de EE.UU. en tres áreas: seguridad nacional, comercio y valores políticos. En este contexto de recelos, China ha manifestado su voluntad de no tensar más la relación con EE.UU., la valora estratégicamente y, por lo mismo, acepta la preeminencia de Washington en ella. Esto, si bien ha puesto las relaciones en una plaza preferencialmente económica y ha impuesto prudencia en los otro planos (China no apoya la retórica antiestadounidense del ALBA), en séptimo lugar, la sola presencia de una relación que se desarrolla en todos los planos genera una ecuación distinta en la referencia geoestratégica de la región con EE.UU. y Europa, los dos polos más importantes en la historia de América Latina. Incluso el sólo hecho de ofrecer un vínculo económico rentable sin más condicionamiento que el del negocio, empodera a la región para ser más autónoma y tener mayor capacidad de negociación, a la vez de cumplir con el interés soterrado chino de mediatizar la preeminencia estratégica de Washington y en menor medida de Europa y mejorar su posición de control estratégico (control de puertos, redes humanas, mejores predisposiciones locales, etc.). Es decir, la sola presencia China pone a América Latina en el reacomodo internacional del poder, en su disputa global.
En relación a esto último, por ejemplo, la posición estratégica de China se ve muy mejorada por las instalaciones portuarias y los servicios logísticos que opera, incluyendo las instalaciones de Hutchinson-Whampoa en ambos lados del canal de Panamá, pero también por el puerto de contenedores de Freeport-Bahamas; los de Veracruz, Lázaro Cárdenas y Manzanillo de México; o el servicio habitual entre China y la región suministrado por China Shipping, Cosco, HanJin y Pil. Cada una de estas infraestructuras no sólo sirven para ingresar personal, mercancías y equipos, sino que de cabeza de playa para cualquier operación. Sectores conservadores “acusan” que la Panamá Ports Company (empresa que ganó un contrato a largo plazo para operar las instalaciones portuarias en ambos extremos del canal) y el dueño de Hutchison-Whampoa, su compañía naviera afiliada con sede en Hong Kong, poseen lazos con el Ejército de Liberación del Pueblo (ELP) de China y con los servicios de inteligencia. El Almirante Thomas Moore, ex director de los Jefes del Estado Mayor Conjunto, va incluso más allá: «Hutchison-Whampoa controla incontables puertos alrededor del mundo. Mi preocupación específica es que esta compañía se encuentra controlada por los comunistas chinos. Y han virtualmente logrado, sin que un sólo tiro fuese disparado, un bastión en el Canal de Panamá” (www.elindependent.org del 19/10/1999).
Si bien el aterrizaje chino en la región ha sido fundamentalmente a través del soft power y ha supuesto oportunidades para ambos lados, una octava incógnita se relaciona a la creciente cooperación en áreas estratégicas de uso militar: léase, por ejemplo, transferencia de tecnología e inteligencia (ahí están, entre otros, los satélites construidos para Venezuela, Venesat-1 y VRSS-1 o el de Bolivia, Túpac Katari y que podrían servir a la propia base de inteligencia de China) y a la presencia militar creciente de la RPCH en la región.
Esto último se da a través de una serie de modalidades. Entre ellas, las muchas empresas y negocios vinculados al ELP y organizadas bajo el Departamento General de Logística, a partir de una concepción Estado céntrica y, por los mismo, como expresa Eduardo Carreño a “una sujeción de la política de defensa a una estrategia nacional asociada a la posición del Estado dentro del sistema internacional”.
Esta presencia también se da mediante las fuerzas de paz (ej. contingente de policía militar en Haití desde el 2004), de cooperación al desarrollo (buque hospital en el Caribe en el 2011) y en el ámbito militar, a través de visitas oficiales de autoridades castrenses, intercambio de alumnos (casi todos los países de la región mandan a oficiales a cursos en el Instituto de Estudios de Defensa del ELP en Chagping, a la Escuela del Comando Naval del ELP y la Colegio de Comando del Ejército cerca de Nanjing, y a una escuela de fuerzas especiales en los alrededores de Shijiazhuang), visitas de unidades navales, ejercicios conjuntos (en noviembre de 2010, el ELP realizó su primer ejercicio militar bilateral en América Latina con la primera Brigada de Operaciones Especiales en Chorrillos- Perú), asistencia a exposiciones con material militares, bandas musicales, etc.), y la venta y/o regalos (cada vez mas sofisticados) de equipamiento militar (guantes, sobreros, visores nocturnos, camiones, buses motores fuera de borda) y armamento (ahí están, por ejemplo, los radares chinos apostados por Ecuador en su frontera con Colombia, las carabinas M4 – CQ 5.56 usadas por lo militares paraguayos o los 18 aviones K-8 comprados por Venezuela o los seis de Bolivia, los aviones de transporte MA-60 comprados por Bolivia y Ecuador, entre otros). Una especial preocupación a este respecto, es la llamada diplomacia de armas por petróleo, la que, además de incentivar la carrera armamentista, vuelve inevitable las sospechas y temores de los vecinos con la posibilidad de generar tensiones fronterizas.
En general, el gobierno chino aprecia el papel relevante que desempeñan las organizaciones regionales y subregionales de América Latina y el Caribe en la salvaguardia de la paz, la estabilidad mundial y regional, la lucha en contra de las amenazas emergentes, etc. A pesar de estas declaraciones, un noveno elemento preocupante, es la introducción de “nuevos imperativos en los ambientes de la seguridad y la defensa” sin que la región tenga capacidades aptas de respuesta (para enfrentarlos).
De acuerdo a varios autores, esta relación esta implicando un aumento de la criminalidad. Esto se ha traducido, además de un fomento de la corrupción doméstica (ahí esta la denuncia en Perú de 22 miembros del registro civil por otorgar certificados de nacimiento falso a ciudadanos chinos y en Panamá se implicó a la cabeza del Directorio de Inmigración de generar documentación falsa para chinos), en nuevos patrones de crimen organizado con la presencia de mafias chinas como “Dragón Rojo” en distintos puntos de la región extorsionando a la comunidades chinas locales (incluyendo atentados como el cometido en un Chifa de Callao); traficando personas desde China (El Universal— México del 10/05/2007) principalmente hacia Estados Unidos y Canadá usando países que han suprimido las visas (ej. Colombia y Ecuador) o cualquiera de la región que presente oportunidades (US$ 70 mil por persona); traficando narcóticos y otros químicos para la manufactura de drogas (léase el grupo Zbenli Ye Gon y la fabricación de anfetamina, metanfetamina, efedrina); tráficos de mercaderías (ahí están grupo como Fuk Ching, Flying Dragons y Tai Chen entre otros) y lavado de dinero, ya se mandándolo directamente a China como los carteles mexicanos y colombianos y/o blanqueándolo, por ejemplo, en el resort-casino Baha Mar de Bahamas. Por último, y muy preocupante es el empoderamiento que adquieren estas mafias chinas al relacionarse con las bandas locales como los Zetas, cartel de Sinaloa, del Pacífico o Jalisco Nueva Generación u otros de la región, y viceversa.
Otros aspectos de esta nuevas inseguridades, se relacionan al involucramiento creciente de entidades chinas en el tejido regional e indirectamente en la esfera de seguridad, como las empresas de telecomunicaciones Huawei y ZTE y su relación con gobiernos y fuerzas armadas y en la industria extractiva donde llegan a tener los mismo conflictos que las industrias locales (secuestros y conflictos con los trabajadores, grupos indígenas y ambientalistas), con la consecuencia, aunque muy improbable, de que pueden provocar una mayor tentación de parte de China a intervenir en la región en la defensa de sus connacionales y/o ante una posible interrupción del flujo de materias primas y/o energéticos vitales.
Un tema no menor de este ámbito, es la condición de China de ser uno de los principales fabricantes de armas cortas, muchas de las cuales terminan en el mercado negro debido al laxo control en las fábricas y al robo de arsenales, y que a la postre van a parar a sectores extra sistémicos en la región como las Maras centroamericanas, el narcotráfico mexicano o las FARCs de Colombia.
Claramente la región no tiene conciencia, capacidad, ni medios para hacerle frente al desafío que representa las inmigraciones y sus repercusiones. Muchos países, incluyendo Chile, relajan o simplemente no tienen política migratoria. Las capacidades del Estado, limitadas en la mayoría de los casos, tienen pocas posibilidades de ingresar a las cerradas comunidades chinas (de partida no hablan ni mandarín, ni cantonés, ni menos otros dialectos) como tampoco existe una fluida cooperación con agencias asiáticas que provean información para prevenir y/o combatir estas amenazas.
Por último y sustrayéndonos de las muchas aristas positivas, hay que considerar que China también puede tener hipótesis de conflicto con algunos países latinoamericanos al querer, por ejemplo, defender sus inversiones y a los connacionales que trabajan en ellas frente a amenazas domésticas. No debemos olvidar que ya en el 2005 y de nuevo en 2011, petroleros chinos fueron secuestrados por la guerrilla en Colombia. En Tarapoa, Ecuador, en noviembre de 2006, un yacimiento petrolero perteneciente a la empresa china Andes fue atacado por un grupo insurgente que la ocuparon y mantuvieron a los trabajadores chinos como rehenes. El desarrollo de las industrias productivas y de servicio y/o la explotación de las minas y yacimientos implicará la llegada de gerentes, trabajadores e inversiones chinos a la región a gran escala, proceso que si bien acelerarán las oportunidades de aprendizaje mutuo, también fomentarán el conflicto entre los chinos y los actores locales con incidencias entre sus respectivos Estados (inforbae.com del 28 de noviembre de 2011).
Otro aspecto conflictivo, aunque de muy escasa probabilidad, es la necesidad china de acceder a los vastos recursos naturales latinoamericanos para mantener su desarrollo (biodiversidad, agua, minerales, tierras agrícolas, hidrocarburos) mediante formulas tan diversas que podrían unir el control por medios políticos-económico usados hasta ahora con el factor militar (ahí está el ejemplo de tropas chinas en Darfur cuidando las líneas petroleras). Esta necesidad también podría impulsar a China a promover tentativas de internacionalización de las reservas naturales estratégicas (agua, forestales, energéticas, mineras, pesqueras, etc.) en el continente, sus aguas o la propia Antártica, lo que también sería materia de conflicto.
El “ascenso pacífico” del “Reino Celeste” ha implicado claramente nuevas ecuaciones de poder y un reacomodo de los equilibrios mundiales, teniendo que los distintos actores ajustar inevitablemente sus agendas, incluyendo América Latina. La implicación de esta creciente inserción es que China no puede desarrollarse de manera aislada del resto del mundo (necesita estabilidad, mercados, materias primas y energía), como el mundo tampoco puede “disfrutar de la prosperidad y estabilidad sin China.
América Latina y el Caribe forman parte de la estrategia global de transacción de China a través de una interrelación compleja que responde en el fondo casi enteramente a sus intereses, incluso en las coincidencias como el buscar la configuración de un mundo multipolar (más participativo y democrático) o el supuesto circulo virtuosos establecido en las relaciones económicas (comercio e inversión). Ello, a pesar de que Pekín esta en un proceso de aprendizaje y corrección permanente para evitar conflictos y consagrar sus intereses.
Hoy, como lo expresa Ana Clara Rho, “los países latinoamericanos productores de materias primas y alimentos, se ven beneficiados con el boom chino, manifestado en el aumento exponencial del precio de las commodities y el petróleo, la mejora de los términos de intercambio, saldos positivos en las balanzas comerciales”. Sin embargo también recalca que hay que considerar el otro lado…y el efecto negativo que también puede tener al deberse las exportaciones hacia China no a estrategias de la región sino que a la insaciable demanda del gigante asiático.
Entonces, y más allá de lo positivo y negativo de la relación, lo más preocupante de ella es que América Latina se ha mostrado más bien deficitaria en materia de postulados estratégicos frente a estos vínculos y, por lo mismo, ha mantenido generalmente una posición más bien pasiva (ha vivido una especie de espejismo) que mira la relación tácticamente (¿cuanto vendo?, ¿cuánta inversión logro?, ¿cómo no tener relaciones fuertes con la potencia del futuro?, etc.), sin mirar y evaluar los efectos complejos o de largo plazo.
Tal como lo expresa Ellis, “la ola de inversión china en América Latina, empezó en serio en el 2009 con adquisiciones multimillonarias, tales como la compra del yacimiento de Peregrino por Sinochem por $3.1 mil millones, la inversión de $7.1 millones en Repsol YPF en Brasil y la adquisición del Bridas en Argentina por $3.1 mil millones…”. Con las empresas de servicio en sectores como logística y construcción (Hutchison, COSCO, China State Shipping Corporation, China Harbor Engineering Corporation y Sinohidro) que están aprovechando el respaldo de capital barato chino para ganar cada vez más contratos. Con empresa como Haier, Huawei y ZTE en el sector minorista, que están invirtiendo en sus propias cadenas de distribución. Con las automotrices Chery y JAC o el de las empresas de equipos pesados, XCMG y Sany, por ejemplo, que están invirtiendo en producción final en la región.
Lo malo, sin embargo, dice Ellis es que al resistir importaciones de China y preparar a las industrias latinoamericanas para exportar más hacia allá, los gremios y asociaciones latinoamericanos tales como FIESP (Federación de Industrias del Estado de San Pablo) en Brasil “se están preparando para el pasado y no para la etapa por venir, cuando ya las empresas chinas están en sus propios países, como actores políticos y económicos”.
Para no ser “la siguiente África de China… (y) ser dueños de nuestro propio destino” como lo expresó Neil Dávila, director de ProMéxico (organismo gubernamental de la promoción del comercio y las inversiones) necesitamos dar un salto cualitativo en la relación (elpaís.com del 02/01/2011). Para Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, este salto implica, por un lado, “…diversificar las exportaciones, incorporándoles más valor , estimular alianzas empresariales, comerciales y tecnológicas, atraer más y mejores inversiones chinas y promover inversiones latinoamericanas en China y Asia-Pacífico” y, por el otro, generar “una renovada coordinación regional para avanzar en una agenda compartida de iniciativas orientadas tanto a reforzar la relación económica…con China como los propios esfuerzos de cooperación e integración regional” y sobre ello promover “una Cumbre de Jefes de Estado China-América Latina” para fijar una hoja de ruta (lr21.com.uy el 02/06/2011).
Sin embargo y más allá de concordar con Alicia Bárcena, la necesidad de reacomodo trasciende el mero ámbito económico para anclarse en una dimensión más global que permita forjar una propuesta que refleje un marco regional integrado, más complejo y estratégico que de cuenta de los aspecto de seguridad y permita una relación más vis a vis con el despertar de este gigante.
China llegó a la región y está para quedarse a pesar de las barreas lingüísticas o del ingreso de otros actores extra regionales como India, Rusia, Irán, etc. Su oferta de cultura, comercio, cooperación e inversión resultan en una ecuación en extremo seductora, lo que podría convertirla en una presencia que disputa la hegemónica no siempre concordante con los intereses de la región. Teniendo esto presente, entonces, la palabra está en el lado latinoamericano para definir el tipo de relación que se desea tener con esta potencia que se desarrolla “exponencialmente” y juega entre el oso panda y el dragón.