El PNUD nos ha mostrado una nueva cara de la desigualdad. Los más pobres en Chile no sólo son más pobres materialmente, sino que son más pobres emocionalmente. Perciben además que viven en una sociedad que los ha marginado, que vulnera sus derechos, y que no les permite consolidar un proyecto de vida digno. Situaciones intolerables para una sociedad democrática que pretende alcanzar el desarrollo.
Hace muy pocos días fueron dados a conocer los resultados sobre “bienestar subjetivo” –componente fundamental de la felicidad humana– que el Presidente Piñera encargara al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) tiempo atrás.
¿Por qué podrían estar el gobierno, y el PNUD, interesados en medir la felicidad en Chile? ¡Muy simple! Porque más de 30 años de investigación han logrado demostrar científicamente que la felicidad le hace bien tanto a las personas, como a las organizaciones y a los países. Por lo tanto, y tal como ya lo ha planteado Naciones Unidas, la felicidad debiera ser el objetivo central de todo país que aspire al desarrollo. Sin embargo, los resultados del informe nos entregan una peligrosa luz de alerta en este difícil camino que pretendemos emprender. Los resultados muestran que en nuestro país existe una nueva y desconocida cara de la desigualdad: la infelicidad de los grupos más vulnerables.
Para nadie es nuevo que Chile se ha caracterizado durante décadas por tener una de las distribuciones de ingresos –diferencia entre lo que ganan los más ricos y los más pobres– más desiguales del mundo, reflejando un proceso creciente de injusticias e inequidades que como sociedad no hemos sabido resolver. Pero lo que hasta ahora era un hecho desconocido, es que estas desigualdades se han extendido al plano emocional y de relaciones personales y sociales.
[cita]El PNUD nos ha mostrado una nueva cara de la desigualdad. Los más pobres en Chile no sólo son más pobres materialmente, sino que son más pobres emocionalmente. Perciben además que viven en una sociedad que los ha marginado, que vulnera sus derechos, y que no les permite consolidar un proyecto de vida digno. Situaciones intolerables para una sociedad democrática que pretende alcanzar el desarrollo.[/cita]
El PNUD plantea textualmente que “… hoy en el país no sólo las capacidades materiales o tradicionalmente atendidas (como necesidades básicas y salud) están mal distribuidas, también lo están las que pueden considerarse no materiales (como vínculos y proyecto de vida). Ello puede verse, por ejemplo, en la distribución, según estratos socioeconómicos, de la percepción de soledad y la definición personal de metas y proyectos de vida”.
Por lo tanto, los más pobres en Chile no sólo cuentan con menos recursos materiales, sino que además presentan mayores niveles de soledad, menor calidad y cantidad de relaciones sociales y menores posibilidades de forjar un proyecto de vida que los haga felices. Por ejemplo, frente a la afirmación “frecuentemente me siento solo”, el 14% del grupo ABC1 (los más ricos) respondió afirmativamente, mientras que en el grupo E (los más pobres) este porcentaje fue 3 veces más elevado, alcanzando un 42%. Pero eso no es todo. Los datos muestran, además, que son precisamente los más pobres lo que se sienten más vulnerados en el respeto a su dignidad y derechos, y lo que menos confían en las instituciones ante la posibilidad de reclamar frente a situaciones de maltrato e injusticias.
¡Inaceptable!
El PNUD nos ha mostrado una nueva cara de la desigualdad. Los más pobres en Chile no sólo son más pobres materialmente, sino que son más pobres emocionalmente. Perciben además que viven en una sociedad que los ha marginado, que vulnera sus derechos, y que no les permite consolidar un proyecto de vida digno. Situaciones intolerables para una sociedad democrática que pretende alcanzar el desarrollo, avalado fundamentalmente en su crecimiento económico, en sus bajos índices de desempleo y en sus altas cifras de inversión. Absurdo. Este es un ejemplo más del porqué el centrarnos solamente en indicadores materiales para medir el progreso de las naciones es insuficiente.
Se necesitan, por lo tanto y con urgencia, nuevos indicadores de progreso que permitan monitorear la real calidad de vida de los chilenos. Y se necesitan, por sobre todo, políticas públicas que ayuden a eliminar las injusticias con que nos hemos acostumbrado a vivir. Sin estos cambios, debemos olvidarnos definitivamente de llegar al verdadero desarrollo.