El cuestionamiento hacia los partidos políticos y el desprestigio del sistema político en su totalidad, hacen que la discusión entre ambas colectividades y sus presidentes, se vea sólo como un gallito de fuerza o incluso un ataque de nervios, pero con cero racionalidad, virtud que caracterizaba a los políticos de antaño.
Intensa polémica han provocado las declaraciones del senador Ignacio Walker, quien descartó un gobierno con ministros comunistas en caso que la Concertación vuelva a La Moneda.
La relación entre ambas colectividades es de larga e histórica data, desde aquellos tiempos de los partidos agrupados por ideologías, por convicciones. Eran habituales las discusiones —a veces acaloradas e intensas— donde los ciudadanos tomaban partido y tenían muy claro por qué apoyaban a uno o a otro. Actualmente, cuando las ideas que impulsan los partidos son casi imperceptibles, o a la inversa, en algunas materias son muy parecidas (cambio constitucional o reforma al sistema electoral), ambas colectividades no pueden esperar que la ciudadanía o incluso los militantes de sus filas tomen opciones en discusiones bizantinas y extemporáneas.
[cita]El cuestionamiento hacia los partidos políticos y el desprestigio del sistema político en su totalidad, hacen que la discusión entre ambas colectividades y sus presidentes, se vea sólo como un gallito de fuerza o incluso un ataque de nervios, pero con cero racionalidad, virtud que caracterizaba a los políticos de antaño.[/cita]
Los complejos no son para la política. Esta se construye con carácter y convicción en las ideas, no con el temor al qué dirán. La Democracia Cristiana tiene que tener postura sobre los temas, no sólo negaciones también argumentos y; por otro lado, el Partido Comunista debe explicitar el por qué está dispuesto a gobernar con partidos que siempre ha criticado.
No es fácil buscar la argumentación que sustente esta acción, sin embargo es absolutamente necesario hacer ese ejercicio, por respeto a los que representan y a los que pretenden representar, los que serán menos o más, según lo convincente de cada argumentación.
El cuestionamiento hacia los partidos políticos y el desprestigio del sistema político en su totalidad, hacen que la discusión entre ambas colectividades y sus presidentes, se vea sólo como un gallito de fuerza o incluso un ataque de nervios, pero con cero racionalidad, virtud que caracterizaba a los políticos de antaño. Las ideas tienen que volver al mundo de la política, así lo exige la ciudadanía, “no sólo para saber por quién votar” sino para saber “por qué hacerlo”.
Todo lo que presenciamos en los debates de las elecciones norteamericanas nos hace pensar que las ideologías están de vuelta y es una tremenda oportunidad para la construcción de ideas comunes o a la inversa para argumentar la diferenciación. Para ello es necesario que nos saquemos las máscaras, los complejos, y desnudos discutir y argumentar las razones que nos llevan a estar de acuerdo o no, pero con fundamentos. No podemos quedarnos sólo en lo estético, en lo superficial, en la apariencia en la frivolidad, en el titular.
La política de hoy debe ser distinta a la de antaño por qué la ciudadanía evolucionó. Hagamos esfuerzos intelectuales, pero con convicciones. A las ideas las mueve la pasión, eso es lo que convence a la gente, eso es lo que nos hace movilizarnos.
Quizá después de ese ejercicio de ideas y convicciones nos sorprendamos de las coincidencias.