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Punta Alcalde, Doha, Tuvalu y los parásitos

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Daniel Loewe
Por : Daniel Loewe Profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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La termoeléctrica de Punta Alcalde contribuirá a inundar Tuvalu y otras islas. Y en Doha los Estados del mundo no demuestran voluntad política de hacer algo significativo al respecto. Y la condición de posibilidad de esta causalidad es la actitud parasitaría de tantos individuos desinteresados y gobiernos que, como el nuestro, siguen ensuciando su red de energía.


Es lugar común referir a la globalización como un proceso de interconexión, complejidad y aceleración creciente. Los análisis van desde los muy negativos, que ven aquí una perdida de identidad y autodeterminación local y nacional, la causa del empobrecimiento de algunos en pos de las ganancias de otros, o un peligroso déficit democrático global. Hasta los profundamente positivos, que ven aquí la posibilidad de mejorar el bienestar de todos, la esperanza de la paz mundial, e incluso la ruta hacia valores cosmopolitas universales.

Dejando de lado las discusiones, una cosa es evidente: Chile ha sido uno de los grandes beneficiados de los procesos de globalización y apertura económica. A pesar de nuestra insularidad cordillerana, con nuestra economía abierta al mundo somos un global player –aunque a una escala muy modesta, por cierto.

Pero beneficiarse de una acción o un proceso debe implicar hacerse cargo de las consecuencias negativas que esa acción o proceso trae consigo. El que no se hace cargo de estas consecuencias es –de un modo técnico– un parásito (es decir, un organismo que obtiene sus nutrientes de otro organismo sin entregar nada a cambio). Un parásito es aquel que obtiene beneficios, pero desvía los costos a un tercero. Parásitos hay muchos y se encuentran en todos los contextos. Piense en Agrosuper cuyo proceso productivo contaminaba con pestilencias el aire de Freirina. Utilizando el concepto en sentido técnico, un parásito.

[cita]La termoeléctrica de Punta Alcalde contribuirá a inundar Tuvalu y otras islas. Y en Doha los Estados del mundo no demuestran voluntad política de hacer algo significativo al respecto. Y la condición de posibilidad de esta causalidad es la actitud parasitaría de tantos individuos desinteresados y gobiernos que, como el nuestro, siguen ensuciando su red de energía.[/cita]

Una característica de los daños medioambientales producto del calentamiento global es que son acumulativos. Es decir, no se retrotraen a un agente particular, sino que a las acciones de múltiples agentes dispersos en el espacio y el tiempo. Piense en un taco: suponiendo que el taco se retrotrae exclusivamente a la cantidad de autos, no es un auto el que lo produce, sino la conjunción de todos a partir de un punto determinado. Otra característica de estos daños es su dispersión espacial y temporal. Las acciones realizadas hoy en este lugar producirán (acumulativamente) daños en otras latitudes y en el futuro. De este modo, si mantiene un estilo de vida contaminante y con un alto consumo de energía (piense en la cilindrada de su auto, en sus vuelos, en la carne que consume, en su aire acondicionado, etc.) usted es, en alguna medida, causante de las inundaciones en Bangladesh y de la desaparición previsible en pocos años de Estados-Islas como Tuvalu y Kiribati. Y si no asume costos de mitigación y adaptación, usted está desviando los costos de su estilo de vida a un tercero. Tal como Agrosuper, es un perfecto parásito.

Hace poco se reunieron en Doha representantes de casi 200 Estados para discutir la extensión del protocolo de Kioto acerca de la reducción de los gases efecto invernadero. La reunión tuvo lugar cuando las noticias acerca de los daños medioambientales producto del calentamiento global son más alarmantes que nunca. A pesar de la crisis económica, los niveles de gases efecto invernadero alcanzaron un máximo histórico. La cifra mágica de 2 grados de calentamiento ya no es alcanzable. Científicos hablan de 4 e incluso de 5 grados. Si esto llegase a ser realidad, tendría efectos catastróficos. Las capas polares retroceden a niveles no previstos. Y, como ya hace algún tiempo, se multiplican los eventos climáticos imprevisibles –como tornados, olas de calor y sequías– con consecuencias mortales y económicas negativas.

Si el resultado en Doha no es desilusionante, es porque ya no había ilusiones. La discusión era previsible. Con las notables excepciones de aquellos países que ni siquiera participaron en Kioto y de todos aquellos que habiendo participado ya anticiparon que no quieren comprometerse a reducir nada más allá de Kioto, los países desarrollados discutieron acerca de tasas modestas de reducción de gases, permitiendo incluso traspasar al futuro derechos de emisión no utilizados (lo que en la práctica deja sin efecto cualquier reducción). Por otra parte, los países en vías de desarrollo apelaron a las compensaciones económicas que requieren para reducir su emisión de gases. Más allá de las discusiones particulares y su pertinencia, y descontando la retórica, todo se centró en el aquí y el ahora, ignorando la situación de absoluta indefensión autogenerada en la que se encuentra la humanidad y buena parte del mundo animal.

En forma casi simultanea, en nuestro país el Consejo de Ministros unánimemente autorizó la construcción de una central termoeléctrica (carbón) con 740 MW de potencia en Punta Alcalde, después de que en Junio la Comisión de Evaluación Ambiental de Atacama rechazara el Estudio de Impacto Ambiental de Endesa. Es decir, Chile mediante sus autoridades optó por la opción más sucia. Esto no sólo es impresentable. Además es absurdo. Nuestro país cuenta con recursos energéticos renovables inigualables (eólica, geotérmica, solar e hídrica) y apuesta por la más sucia de todas las opciones. La razón es evidente: sería la más barata. Sin embargo, como es bien sabido, lo barato sale caro. Pero como en este caso la cuenta la pagarán las generaciones futuras, los habitantes de otras latitudes y los pocos de Huasco, los números salen azules.

¿Cómo se relacionan Doha, Tuvalu y Punta Alcalde? La termoeléctrica de Punta Alcalde contribuirá a inundar Tuvalu y otras islas. Y en Doha los Estados del mundo no demuestran voluntad política de hacer algo significativo al respecto. Y la condición de posibilidad de esta causalidad es la actitud parasitaría de tantos individuos desinteresados y gobiernos que, como el nuestro, siguen ensuciando su red de energía. Como beneficiados de la globalización económica, pensemos de un modo global. Apostemos fuerte por energías renovables, en vez de dejarnos seducir por la buena vida de los parásitos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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