No es un paro que busque cambiar algo de la realidad por un sueño o un ideal o por más inclusión. Es todo lo contrario: es para ponerle dientes a la realidad. Lo que los dueños de camiones buscan es más seguridad entendida como más carabineros, más vigilancia y como lo decían sus dirigentes, más “mano dura”. De ahí que el doble estándar del gobierno no sorprenda.
Lo que en estos días vimos no es nuevo. Un grupo de personas ejerciendo su derecho a protestar, amparados en la libertad de expresión y el derecho a huelga entendido en un sentido amplio.
Y como antes, se afectó el derecho de terceros de circular.
Es que los dueños de camiones decidieron realizar un paro y cortar en diversos lugares la Panamericana, provocando innumerables trastornos a terceros inocentes que, lamentablemente, fueron víctimas de un reclamo gremial que les era ajeno.
Hasta ahí nada nuevo bajo el sol. Pero también hubo cosas que nunca antes vimos.
No vimos, esta vez, a las autoridades de Gobierno molestas por los daños y molestias causadas a terceros inocentes. Ni al ministro Larraín calculando cuantos dólares perdió la economía chilena por los atrasos en el transporte.
[cita]Lo verdaderamente importante es el efecto de moral pública que todo esto tiene. Será difícil en el futuro volver a soportar el gimoteo del “orden público” y de los “terceros inocentes” cuando las protestas no sean de las ideológicamente buenas —la de los dueños de camiones— y se trate de aquellas que son de las malas —la de los choferes de camiones y la de los estudiantes—. Desde ahora todos los paros serán buenos.[/cita]
No vimos tampoco la acción enérgica y represiva de las Fuerzas Especiales de Carabineros como la vimos antes en Aysén. No vimos a Carabineros arrastrando a sujetos que impedían “la libre circulación” como antes vimos en las protestas estudiantiles.
Ni generales hablando del orden público, ni diputados UDI pidiendo —con la histeria propia de señora de Cema Chile en otros tiempos— mano dura y aplicación de la Ley de Seguridad Interior del Estado.
De hecho, ni vimos a la hoy inefable ministra Pérez apurada en calificar a la protesta de ilegal, porque nadie pidió la autorización del Intendente, como tantas veces le vimos exigir enérgicamente antes.
Vimos todo lo contrario. Harta comprensión y hasta algo de ternura.
La de Matthei por ejemplo. Olvidó su personaje por un rato y dijo sentir simpatía por los dueños de camiones. Y Chadwick dijo que era “algo positivo”. Y el ministro del ramo —un señor Mayol— dijo, como quien justifica las travesuras de los amigos, que “eran solo unas horas, no creo que cause mayor trastorno”.
Y es que ahora lo vamos entendiendo. Hay paros buenos y paros malos.
¿Cuál es la razón —a ojos de todos estos personajes— que explica la diferencia cuando se trata de los dueños de los camiones, que cuando se trata de estudiantes, trabajadores y/o pobladores que hacen exactamente lo mismo?
No es difícil apuntarlo. Se trata de los dueños de camiones —no de sus choferes— y por tanto, de un sector con amplias vinculaciones con los sectores políticos del gobierno.
Es parte de la elite empresarial que —paradoja mediante— hace una huelga. Y nadie se apura en calificarla de ilegal.
Es un paro bueno y lo es por razones ideológicas. Porque las ideas que esos dueños de camiones defienden son básicamente las mismas que sostiene el gobierno en esta materia.
No es un paro que busque cambiar algo de la realidad por un sueño o un ideal o por más inclusión. Es todo lo contrario: es para ponerle dientes a la realidad. Lo que los dueños de camiones buscan es más seguridad entendida como más carabineros, más vigilancia y como lo decían sus dirigentes, más “mano dura”.
De ahí que el doble estándar del gobierno no sorprenda.
Lo verdaderamente importante es el efecto de moral pública que todo esto tiene. Será difícil en el futuro volver a soportar el gimoteo del “orden público” y de los “terceros inocentes” cuando las protestas no sean de las ideológicamente buenas —la de los dueños de camiones— y se trate de aquellas que son de las malas —la de los choferes de camiones y la de los estudiantes—.
Desde ahora todos los paros serán buenos.
Y el mismo derecho a protestar que ha servido a los estudiantes para mostrar sus demandas y a tanto trabajador para denunciar las condiciones laborales miserables en que laboran, está ahora al servicio de los dueños de camiones, latifundistas y terratenientes.
No habrá eso sí, desde el punto de vista público, palos y leyes para unos, y empatía y comprensión para otros. Desde ahora seremos iguales ante la ley.