Muchos dirán que está implícito en las batallas programáticas que hoy se debaten en la escena pública. Lo cierto es que la infancia desprotegida solo aparece con leyes castigadoras para quienes cometen abusos, los mismos que fueron abusados, según estudios. Castigar es la norma, no escuchar ni comprender. Como mucho tolerar.
Los niños abandonados creen que nacieron para vivir bajo tierra, que las buenas y malas cosas son prestadas, por eso las aprovechan al máximo, y aprenden que para capear el hambre solo hay que dormir. Los niños abandonados arriesgan más no porque sean valientes, sino porque no hay nadie que les advierta de riesgos, a los niños abandonados les gustan los techos porque es de donde los grandes se ven pequeños. Les gustan los ventanales grandes porque creen que verán algo bueno y hermoso. Los niños abandonados hacen muchas cosas porque creen que éstas llenarán sus cabezas y cansarán sus cuerpos y de esta forma no quedará espacio para que las cosas malas ocupen un lugar en ellos.
Kazán es la capital de Tatarstán y, según información enciclopédica, la UNESCO la tiene incorporada como Patrimonio de la Humanidad respecto a su complejo histórico y arquitectónico del Kremlin y por la reconocida convivencia musulmana y cristiana.
Kazán no ofreció a sus niños pobres y abandonados ni techos para escalar, ni ventanas para soñar, ni espacios para que hicieran cosas y ocuparan sus cabezas y cuerpos. Quizá dormían mucho. Kazán entero, su millón doscientos mil habitantes guardó silencio. A Kazán no le importó sus niños pobres y abandonados. “Las autoridades contaron treinta habitaciones de seis metros cuadrados cuando llegaron para registrar la residencia de una secta cuya existencia todos conocían, pero nadie reunía la determinación de desmantelar”, señaló la prensa.
[cita]Muchos dirán que está implícito en las batallas programáticas que hoy se debaten en la escena pública. Lo cierto es que la infancia desprotegida solo aparece con leyes castigadoras para quienes cometen abusos, los mismos que fueron abusados, según estudios. Castigar es la norma, no escuchar ni comprender. Como mucho tolerar.[/cita]
Kazán tiene tres antiguas y prestigiosas universidades: La universidad Estatal (en ella estudió Lenin), la Técnica y la Tecnológica. Miles de futuros científicos no han tenido tiempo para observar su propia infancia.
Santiago de Chile ha sido testigo, durante el año 2012, del conocimiento público de abusos sexuales de su infancia en diversos establecimientos educacionales. La iglesia Católica quedó al descubierto de su sacra protección por diversos, antiguos y permanentes abusos sexuales de sus sacerdotes; algunos de ellos han tenido que enfrentar la justicia penal chilena (esa que los pone en igualdad de condiciones que cualquier ciudadano que comete delito) otros se han visto sometidos a la justicia clerical del Estado sin nación, pero a ellos los protege el código canónico y de su sentencia nada sabemos. En Chile uno de los casos más estremecedores de los abusos sexuales en la iglesia salió a la luz en la voz y coraje de sus propias víctimas. Años de dolor para que finalmente conociéramos del actuar secreto de una de las instituciones que se ha alzado por siglo como protectora de la infancia y las debilidades, miedos, culpas y fe de millones de personas.
En Santiago de Chile se unieron dos poderes para proteger los abusos sexuales de la iglesia: la institución clerical misma con su discurso de pleno desconocimiento de los hechos que sucedían en el centro de su poder; y familias de una gran influencia económica y política, quienes defendieron lo indefendible cuando se hicieron públicos los abusos sexuales del sacerdote Karadima. Una de las personas que sin consideración y respeto por los abusados defendió al sacerdote fue la Señora Ximena Ossandón, que al momento de la denuncia estaba a cargo de una de las instituciones más importante de la infancia en Chile.
En Santiago de Chile, según el Cuarto Estudio de Maltrato Infantil de UNICEF, presentado recientemente, tres de cada cuatro niños abusados son niñas. El informe también revela que un 71% de los niños sufre violencia en la familia y un 8,7% han sido víctima de violencia sexual.
En opinión de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, la cifra no es una novedad: “Carabineros de Chile y la Fiscalía Nacional revelan que un 81% del abuso a menores afecta a las niñas, y que el 96% de los agresores son hombres…”.
El día 3 de noviembre en la Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile, se presentó el texto “Basta + de 100 cuentos contra el abuso infantil”, de la editorial Asterión. No resulta poco estremecedor entregarse a la lectura de estos breves relatos de abusos e indiferencia social sobre nuestra infancia.
En Santiago de Chile, como en todas las ciudades del mundo, existe una plaza que identifica al centro cívico nacional. En Chile esta plaza al atardecer hace sombra a las más brutal conducta humana, cuyos protagonistas son niñas y niños sometidos al poder y desamparo. En el libro “Basta+ de 100 cuentos contra el abuso infantil” se lee un relato de Gabriela Aguilera que dice: “Plaza de Armas. Porque eres un niño y ya te pasaron por las armas hace rato y muchas veces el hambre te come, tu cuerpo dispara a los ojos y al deseo de ese hombre que detiene su auto y abre la portezuela para que subas”.
En el misto texto se lee el relato de Necktar Gatica, “La Niña Precavida” que dice: “La niña suspende el lavado de platos. La niña apaga el sincopado silbar de la tetera. Sale de la cocina y observa. La madre está atrincherada en el sofá. La madre clava su mirada en la caja farandulera. Un desilusionado cigarro se consume en sus dedos. La niña la observa desde atrás. La niña piensa que aún es una mujer bella. Pero la belleza se desvanece día tras día. La madre espeta con locura cuando los cigarros se acaban. ¡Todo por culpa de ustedes! He perdido mis años bellos, lo mejor de mi vida. La niña le acerca una asustada cajetilla. La madre solloza. Si me hubiera tomado la píldora. La niña vuelve a la cocina. La madre se desmaya sobe su trinchera de espuma. La niña machaca anticonceptivos sobre la cena. La niña no desea que en su casa se siga desvaneciendo la belleza”.
Los niños no deseados terminan sintiendo su estadía como algo prestado, nada les pertenece porque no tuvieron lo más importante, la mirada de sus padres, esa que a pesar de las dificultades, les hiciera sentir que están ahí porque fueron esperados. En Chile sectores conservadores se han negado por años, a pesar de dictámenes varios, a que los centros de salud primaria entregaran un anticonceptivo de emergencia, ello mientras la píldora se vende mayoritariamente en las farmacias de los sectores más adinerados del país. Es decir, las niñas y mujeres con altos índices de ingresos si pueden adquirir y consumir el anticonceptivo de emergencia en Chile.
Chile estuvo entre los primeros 20 Estados en firmar y ratificar la Convención de los Derechos del Niño en 1990 y entre los primeros 20 en firmar el tercer Protocolo Facultativo sobre Comunicaciones Individuales en 2012, pero ha sido más lento en aplicar sus disposiciones, lo señaló Marta Maurás en lo que fue la inauguración del Centro de Estudios de la Niñez – Corporación OPCIÓN, en julio de 2012. Maurás es integrante del Comité de Naciones Unidas para los Derechos del Niño.
Testigos de cientos de movilizaciones cuestionado el sistema o modelo reinante que dispuso a millones de personas en las calles del mundo.
El año 2011, en palabras de Marta Maurás, fue un año de cambios económicos y geopolíticos sin precedentes. Caídas y cambios de gobierno en Medio Oriente y África, un 20% de aumento del precio del petróleo que pasó la marca de los 100 dólares por barril, un nuevo aumento record del precio de los alimentos –UNICEF estima que los precios de los alimentos domésticos eran en noviembre 2010 un 50% más altos que en mayo 2007– lo que ya había sucedido en 2008-2009- y que probablemente continuará elevado debido entre otros al precio del petróleo y a la especulación financiera, y como consecuencia, menos consumo y más inflación.
De lo anterior se desprende, según especialistas, que lo que disminuye en las precarias economías familiares es la baja en la adquisición de alimentos y acceso a la salud, principalmente de las poblaciones más pobres. Los más afectados los niños.
A la desprotección en el acceso a alimentación y salud para la infancia del mundo, se suma que en el mundo existen “32 Estados que han aprobado leyes prohibiendo completamente el castigo corporal y otras formas de castigo físico y psicológico degradante contra los niños en todos los ámbitos. Pero hay 160 que aún no lo han hecho y además aplicar la legislación y cambiar actitudes y prácticas es aún una asignatura pendiente. Hay cerca de 70 países que permiten el castigo físico como medida disciplinaria en sus recintos penitenciarios, cerca de 30 permiten castigos físicos como latigazos, lapidación e incluso amputaciones como sanciones legales a ciertos delitos y muchos otros estados permiten castigos leves o ¨razonables¨ en el hogar y en la escuela lo que produce un ambiente permisivo de la violencia y tiene el potencial de perpetuarla de generación en generación”, señala Maurás.
Generaciones de niñas y niños, en Chile y en el mundo, quedaron al alero de instituciones conocidas como casas de menores, internados y refugios, principalmente desde la existencia de un paradigma donde los Estados se sentían responsables de ocultar socialmente el deambular de columnas de niños mendigando alimentos e intercambiando cuerpo por dinero. Con posterioridad, en la década de cambios culturales de los años 50 y 60, principalmente en Chile, se construye o alza el paradigma de un Estado protector de esta infancia. Sería éste el responsable de acogerlos para alimentarlos y abrigarlos. No existió más preocupación sobre miles de niños, así los llamados internados se convirtieron en claustros donde nadie quiso poner la mirada. Suficiente con alimentarlos y “cuidarlos”.
Los niños abusados en la actualidad, serán en 20 ó 30 años los que conducirán los destinos de países como Chile. Podemos entonces proyectar las carencias de esos liderazgos sin la existencia del obligado reparo personal y social. Así las cosas, existirán por un lado quienes conducen sociedades porque contarán con las herramientas que les otorgan los privilegios de pertenecer a una elite donde el eje es el individualismo de la sociedad de mercado que tranza todo, hasta los sueños de un bienestar cultural, educacional y económico.
Por otra parte, los niños abusados, desprotegidos y sin oportunidades, en la actualidad, serán el origen de la violencia futura, esa que será interpretada como los personajes convertidos en enemigos internos y para ellos sólo existirá una justicia castigadora. No existirá la reparación. No existirán recursos ni tiempo para los cortoplacistas planes políticos de la sociedad chilena. Pensar en la próxima elección es tarea de políticos, pensar en las futuras generaciones es tarea de estadistas, dijo alguien en estos días.
Los fantasmas de la infancia abandonada no desaparecen nunca, pero en el acceso a la cultura, la ciencia de la humanidad y la reparación se les controla, y se puede vivir bien. Los fantasmas de la infancia se hacen presentes cuando alguien te pregunta donde estudiaste, y cuando respondes en un internado o en las “mejores casas de menores”, el que escuchó desaparece de tu vida. No están los tiempos para incomodidades, mejor la comodidad de lo construido que arriesgar en conocer lo que se hizo para enfrentar esos fantasmas. Así, solo hay que continuar. La vida se abre camino con quienes arriesgan. La vida se abre camino con quienes dejan la institucionalidad de todo tipo para buscar nuevas formas de socializar los talentos y los sueños del presente y del futuro. Los niños abandonados también abandonan y eso no es bueno; es doloroso.
En una mirada a los principales sitios de los partidos políticos de Chile, desde la izquierda hasta la derecha, no existe nada sólido sobre cómo enfrentar este dilema. Muchos dirán que está implícito en las batallas programáticas que hoy se debaten en la escena pública. Lo cierto es que la infancia desprotegida solo aparece con leyes castigadoras para quienes cometen abusos, los mismos que fueron abusados, según estudios. Castigar es la norma, no escuchar ni comprender. Como mucho tolerar.
No existirá avance en proteger a la infancia desprotegida en Chile y en el mundo, si no existe compresión del fenómeno. Cambiar el orden de las cosas no es tema de voluntad, el cambio de las reglas es comprensión y convicción de que todos tenemos los mismos derechos de ser respetados, protegidos y queridos.