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Las fisuras del modelo de sociedad de mercado

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Patricio Segura
Por : Patricio Segura Periodista. Presidente de la Corporación para el Desarrollo de Aysén.
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Un concepto insistentemente usado por los promotores de la sociedad de mercado (distinta de la que, dentro de sus componentes, incorpora la economía de mercado) es considerar que uno de los principales motores de las personas es la generación de valor monetario. Que el crecimiento económico no sólo es necesario sino positivo en sí mismo. Y que en este, las inversiones productivas tienen un papel vital.

Este planteamiento alude a que las iniciativas privadas económicas de todo tipo (restringiendo para ello al máximo la acción del Estado) generan empleo y, por extensión, mayores recursos económicos para las personas, con los cuales pueden adquirir bienes y servicios que mejoran su calidad de vida.

Entre estos “bienes y servicios” no sólo incluyen los accesorios, sino algunos esenciales como la salud, la vivienda, la educación, el agua potable o la electricidad. Caso extremo es la “previsión social”, en Chile, planteada desde una mirada no solidaria, como lo establece el concepto puntal de las AFP, que es el de la “capitalización individual”.

Bajo esta premisa, cualquier inversión que cumpla con la legalidad, debiera materializarse. Así lo han dicho insistentemente los principales dirigentes del mundo empresarial, la mayoría de los representantes del gobierno y el oficialismo, más escapados actores de la oposición que se sienten bastante cómodos con el modelo de sociedad de mercado heredado de Pinochet.

Pero en esta tesis algo no cuaja.

Es lo de las “compensaciones” a las comunidades tan en boga en los últimos años, a raíz de las movilizaciones territoriales. Deber dar “algo extra” a las personas que viven en el ámbito de influencia un proyecto que cumple con la legislación vigente, suena extraño. Es dar más allá de los “beneficios” propios de cualquier inversión.

A nadie lo compensan por darle algo positivo. No me imagino a Putaendo pidiendo “compensaciones” e “indemnizaciones” porque alguien quisiera ampliar su escuela. O a Iquique por la idea de mejorar su hospital.

Esto lleva a reconocer que hay iniciativas productivas, que muy legales serán, pero que por el sólo hecho de implementarse son negativas para los territorios. Para su gente y sus ecosistemas.

En el caso de HidroAysén, por ejemplo, quienes se han pronunciado en la región a favor del proyecto lo hacen esencialmente por la esperanza de que se rebaje el costo de la electricidad. Algo que la propia empresa ha reconocido no puede asegurar, ya que no está en sus facultades hacerlo sino que depende de cambios legales, que pasan por acuerdos parlamentarios. Parlamento donde hay 120 diputados y 38 senadores (nunca está de más recordarlo) con sus respectivas comunidades con termoeléctricas, represas, mineras y todo tipo de iniciativas que nadie quiere cerca.

No conozco en la zona austral muchas personas que digan “” a las represas en la Patagonia (y a los miles de trabajadores externos que arribarían, con sus consecuentes impactos sociales y culturales) porque su sola materialización vaya a ser beneficiosa para nuestra zona.

La empresa ha tenido que recurrir a becas, aportes a emprendimientos productivos, financiamiento de campeonatos deportivos, culturales, de truco y un largo etcétera que debiera alertar al Servicio de Impuestos Internos para exigir a la sociedad de Endesa y Colbún que amplíe su giro actual, que es exclusivamente el de “generación de energía”.

Lo que hace HidroAysén en la práctica, es pagar por vulnerar derechos. Pero más de fondo: esto demuestra las fisuras del modelo del crecimiento a todo evento. Es decir: la economía no es el fin último de una sociedad.

Lo productivo no puede ser la medida de todas las cosas. Porque aunque hay ámbitos en los cuales algunos ven factible la vía de la “compensación económica”, hay otros donde no hay posibilidad alguna. Arraigo, identidad, derecho a la participación y a vivir en un medio ambiente no contaminado, por nombrar algunos pocos ejemplos, también forman parte de los objetivos vitales de muchas personas.

Y ahí es donde aparece una incómoda realidad. Porque estos “insólitos” fines en una sociedad de mercado, no son posibles de compensar con una bolsa de dinero.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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