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Corea y la disyuntiva de China: entre la rata y el águila ANÁLISIS

Corea y la disyuntiva de China: entre la rata y el águila

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La historia entrecruzada chino-coreana es de larga data y rebasa el período de vasallaje de la dinastía Joseon en Corea (1392-1910) que adoptó cosmovisiones, costumbres, instituciones y estilos artísticos de la civilización china.


China teme que la crisis desatada a partir del tercer ensayo nuclear de Corea del Norte, el pasado 12 de febrero, sirva de excusa para incrementar la presencia militar estadounidense en el área o que un derrumbe súbito de la administración de Kim Jong-un se traduzca en fuga de decenas de miles de norcoreanos hacia territorio chino y termine generando una correlación de fuerzas extremadamente desfavorable para Beijing en el conjunto de la península de Corea. China sabe también que recibirá fuertes presiones directas para apostar duro contra su vecino inmediato cuando se produzca la visita del Secretario de Estado norteamericano John Kerry, programada para este mes.

Kerry sin dudas pedirá a sus anfitriones garantías de que implementarán en serio la Resolución 2094 del Consejo de Seguridad de la ONU, que el 7 de marzo impuso severas sanciones a Pyongyang. El nivel de las exigencias de Washington genera aprensiones en Beijing, aunque sólo sea porque podría poner en juego lo que a menudo se señala como “el dilema de la política exterior china”, resultado de una mezcla de complejos de superioridad e inferioridad: la reivindicación del respeto que merece la condición de gran potencia emergente de China versus el deseo de los dirigentes chinos de ser reconocidos como miembros responsables de una comunidad internacional, donde el ansiado crédito que otorga Estados Unidos se transa muy caro.

[cita]Lo más dramático desde la perspectiva de los dirigentes chinos es que en la presente coyuntura se sienten compelidos por Occidente a rendir examen de buena conducta frente a Corea del Norte, cuando la realidad es que su influencia en Pyongyang es significativamente menor a la de, por ejemplo, Estados Unidos en Corea del Sur y Japón.[/cita]

El compromiso del gobierno del presidente Xi Jinping con la Resolución 2094 marcó en marzo la diferencia en relación con el primer ensayo nuclear norcoreano, en 2006. Aquel año, el Anteproyecto de Resolución 1718 del Consejo de Seguridad tuvo que ablandar las sanciones económicas y comerciales a Corea del Norte para obtener la adhesión china. De todas formas, China sigue siendo escéptica de que las sanciones den los resultados esperados y preferiría la reanudación del diálogo y de las negociaciones para una eventual desnuclearización de la península coreana.

La historia entrecruzada chino-coreana es de larga data y rebasa el período de vasallaje de la dinastía Joseon en Corea (1392-1910) que adoptó cosmovisiones, costumbres, instituciones y estilos artísticos de la civilización china. En tiempos más cercanos, fueron hitos significativos la participación del ejército chino en la guerra de Corea, así como el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, firmado en 1961 y todavía vigente, que obliga a China a defender Corea del Norte contra una agresión no provocada.

El comercio bilateral chino-norcoreano ascendió a cerca de US$ 6 billones en 2011, último año divulgado por las estadísticas oficiales chinas. En 2008 el valor de las importaciones norcoreanas era de US$ 2.03 billones y contrastaba con los US$ 750 millones de las exportaciones a China. Los expertos consideraban que el déficit, de US$ 1.25 billones, constituía en realidad un subsidio indirecto chino, dado que su socio comercial no tenía acceso a préstamos. China proporciona 90 % de la energía que importa Corea del Norte, 80 % de los bienes de consumo y 45 % de los alimentos. Las regulaciones de Pyongyang exigen que las compañías chinas construyan caminos y abastezcan de electricidad a las localidades donde se instalan, lo que no ha sido obstáculo para las inversiones chinas en el desarrollo de los recursos minerales de la zona más septentrional de Corea del Norte.

La República Popular Democrática de Corea implantó en la porción norte de la península un esquema político aliñado con marxismo-leninismo clásico, neoconfucianismo diluido, fuerte nacionalismo étnico y liderazgo carismático hereditario. Los vínculos estrechos de China con Kim Il-sung (1912-1994), el fundador, se mantuvieron formalmente, aunque con dificultades, bajo su hijo y sucesor Kim Jong-il (1994-2011). En el período de Jong-il, una serie de desastres naturales ocasionaron hambrunas que provocaron la muerte de casi un millón de personas, mientras se estrenaba una nueva política denominada songun (“primero lo militar”) y se llevaban a cabo las pruebas atómicas de 2006 y 2009. El país fue entonces comparado con una rata hambrienta provista de dientes de uranio. Sin embargo, nada de lo anterior es equiparable en gravedad a la situación creada por la prueba atómica del nuevo dirigente norcoreano Kim Jong-un (n. 1983) y la escalada de bravatas en curso.

Lo más dramático desde la perspectiva de los dirigentes chinos es que en la presente coyuntura se sienten compelidos por Occidente a rendir examen de buena conducta frente a Corea del Norte, cuando la realidad es que su influencia en Pyongyang es significativamente menor a la de, por ejemplo, Estados Unidos en Corea del Sur y Japón.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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