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Quiero poder Opinión

Quiero poder

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Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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Afán de poder y ansias de control que convierten a cada ser humano en un déspota y en un esclavo a la vez. Afán de poder y ansias de control que harán de este país un país bananero, y de cada ciudadano, un perfecto hombre-masa.


No es ninguna paradoja: a Velásquez lo enaltece la misma pulsión que hunde a Beyer, y la incoherencia que hay entre un caso y otro es sólo aparente. La justicia condenó al ex Alcalde por fraude al Fisco, y hasta el día de hoy la multa que se le impuso está impaga. Muy simple: razones ‘políticas’ primaron por sobre un principio básico de probidad. Del otro lado, Beyer está siendo acusado constitucionalmente, sin mérito alguno de su parte, por no haber dado cumplimiento a una ley que daba atribuciones sin instrumentos. Simple también: la conveniencia ‘política’ justifica la injusticia y el doble estándar.

No hay ninguna paradoja, ninguna incoherencia: la causa explicativa de un caso y otro es una y la misma, y se encuentra en los bajos fondos del alma humana. Que uno sea premiado por sus deméritos y el otro castigado por sus méritos es secundario, irrelevante diría yo. Y el escándalo por el contraste entre estos dos episodios sirve, a lo sumo, de inspiración para las conversaciones de sobremesa; pero es completamente inútil para entender que su principio motor es exactamente el mismo.

[cita]Nada tiene de extraño, por tanto, que la derecha diga haber concurrido con sus votos a la elección de Velásquez “para dar cumplimiento a un acuerdo” o en vistas a “honrar la palabra empeñada” (como si no hubiera acuerdos ilegítimos y compromisos que nunca se debieron contraer). Y nada tiene de extraño, tampoco, que la izquierda justifique su ensañamiento contra el ministro como el resultado natural de su celo por “darle cumplimiento a la ley” o de su interés por “hacerse cargo de las demandas ciudadanas”.[/cita]

Afán de poder y ansias de control. Fuerzas que, desatadas, arrasan con todo y dejan las cosas donde nunca debieron estar. Nada nuevo. Nada siquiera que se pueda evitar mientras esas fuerzas no tengan contrapeso, porque como decía Marx, “el poder político no es más que el poder organizado de una clase para oprimir a otra”.

Afán de poder y ansias de control. Eso es lo que tiene a Velásquez encumbrado mucho más allá de lo razonable y a Beyer a punto de ser enterrado. Pulsiones humanas autodestructivas que impregnan la política, la empresa e incluso las relaciones humanas. Pulsiones insidiosas que justifican sus propios actos en términos de virtud. Nada tiene de extraño, por tanto, que la derecha diga haber concurrido con sus votos a la elección de Velásquez “para dar cumplimiento a un acuerdo” o en vistas a “honrar la palabra empeñada” (como si no hubiera acuerdos ilegítimos y compromisos que nunca se debieron contraer). Y nada tiene de extraño, tampoco, que la izquierda justifique su ensañamiento contra el ministro como el resultado natural de su celo por “darle cumplimiento a la ley” o de su interés por “hacerse cargo de las demandas ciudadanas”.

Afán de poder y ansias de control que convierten a cada ser humano en un déspota y en un esclavo a la vez. Afán de poder y ansias de control que harán de este país un país bananero, y de cada ciudadano, un perfecto hombre-masa.

Pulsiones cuyo poder destructivo no tendrá límites mientras el poder político, el poder económico y el poder social sean uno y el mismo. Pulsiones que solo se pueden desafiar desde la vigencia y el respeto de la institucionalidad, por una parte, y desde una profunda y radical libertad de espíritu, por otra. Temas que, por supuesto, no son de ningún interés.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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