El Bacheletismo: una controversia político cultural
Se desprende que el Bacheletismo no sólo tiene que circunscribirse a cuestiones políticas y de la sociedad; en el fondo, se trata de un tema de poder, de relaciones y redes de poder, de aquella bestia magnifica de la cual nos habló Michel Foucault, donde los dispositivos y mecanismos requieren ser examinados para ver cómo funcionan y se reproducen a nivel de prácticas y discursos.
Consultando un libro del intelectual argentino Horacio González sobre el Kirchnerismo, aprovechamos aquella lectura para preguntarnos sobre el Bacheletismo, tan importante por estas horas y para el futuro político del país.
Al respecto, ¿cómo definir el Bacheletismo? ¿tiene definición? ¿será importante definirlo? Si pensamos la política como proyecto colectivo (lo que hoy escasea), la irrupción de ciertos nombres o personas en el escenario político tendrían que dar cierta fuerza y dirección a un determinado proyecto político de carácter colectivo, sin embargo, está el riesgo (la línea es muy delgada) de terminar personalizando la política y sus prácticas, transformándola en un caudillismo y el concerniente clientelismo, como generalmente ocurre en nuestros días. De ahí que definir algo va más allá de significarlo, requiere darle sentido (proyección) y situarlo en un contexto político y cultural determinado.
En vista de aquello, ¿a qué llamamos Bacheletismo? Podemos decir que constituye el modo en que el nombre (en este caso el apellido) de una persona, pasa a señalar un conjunto de pautas y ánimos para la acción, que permiten forjar tendencias y posibilidades de generalización, en la cual dicho nombre se convierte en una representación que logra impregnar a todos/as aquellos/as que de una u otra forma giran, adhieren o depositan esperanzas y confianzas en ella, tanto en su calidad de persona, como de sujeto político.
[cita]Se desprende que el Bacheletismo no sólo tiene que circunscribirse a cuestiones políticas y de la sociedad; en el fondo, se trata de un tema de poder, de relaciones y redes de poder, de aquella bestia magnifica de la cual nos habló Michel Foucault, donde los dispositivos y mecanismos requieren ser examinados para ver cómo funcionan y se reproducen a nivel de prácticas y discursos.[/cita]
Dicha denominación se convierte en una especie de idea-fuerza que penetra determinadas doctrinas, programas, proyectos, las subjetividades, incluso la vida cotidiana, los cuales se relacionan con ciertos sectores, grupos sociales o partidarios, para de esa forma constituir y dar forma a lo que podríamos denominar clima de una época o momento histórico determinado.
A la sazón, aquella denominación constituye una controversia político cultural no exclusivamente en su significación, también al ser un campo en disputa, de polémica y debate, no solamente por parte de sus detractores y críticos (desde el oficialismo, la derecha hasta sectores de la izquierda nacional críticos con la Concertación), sino que, por parte de determinados sectores de la sociedad, que giran en torno a ella, ya sea por un tema personal, convicción, ideas o ciertos intereses (privilegios), los cuales tienden a pugnan y luchar por ganar espacios de influencia e ingerencia en las determinaciones que en un futuro se tomen, por ejemplo en la designación de cargos y cuotas de poder.
De lo anterior, se desprende que el Bacheletismo no sólo tiene que circunscribirse a cuestiones políticas y de la sociedad; en el fondo, se trata de un tema de poder, de relaciones y redes de poder, de aquella bestia magnifica de la cual nos habló Michel Foucault, donde los dispositivos y mecanismos requieren ser examinados para ver cómo funcionan y se reproducen a nivel de prácticas y discursos.
Entonces, el Bacheletismo, además de ser una controversia político, cultural, un campo en disputa o una construcción discursiva, ha de ser leído como un fenómeno subjetivo, cultural, que a través de sus prácticas y discursos logra dar vida a producciones materiales, simbólicas e ideacionales de distinto tipo y en la cual, aquellas producciones van generando sentido de identidad y pertenencia para aquellos grupos y sectores que se mueven alrededor de ella o depositan sus expectativas en dicha denominación.
En consecuencia, la gran pregunta e interrogante de aquí en adelante, es si el Bacheletismo o el “fenómeno Bachelet”, como idea-fuerza para la acción, tendrá la capacidad orgánica y de persuasión para convocar y convencer a esa nueva mayoría social y política (bloque) de la cual se habla, para de esa forma llevar adelante las transformaciones sociales y políticas que tanto espera nuestro país. Por ahora, son más dudas (desconfianzas) que certezas.
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