Longueira es ¿qué duda cabe? lo mejor del sector. Algunos podrán hacer mofa de sus experiencias paranormales, otros sentirse molestos con ese aire mesiánico que inspira su conducta. Pero a fin de cuentas, es el primer candidato de derecha que tiene relato y que no tendrá que recurrir a una agencia de comunicaciones para que le inventen uno.
Esta no es una columna, es una arenga política…
Por primera vez, en mucho tiempo, la centroderecha tendrá en escena a un candidato que la representa. Por primera vez no se verá obligada a votar por el mal menor y por primera vez, también, podrá celebrar si pierde… porque al menos lo hará con ideas propias y no con una versión aguada de socialismo. Como bien dijo Melero ayer, “en esta campaña las diferencias no serán simplemente de matices”.
Por eso, ésta no es una columna sino una arenga política; un llamado a no perder la oportunidad de votar el 30 de Junio en las Primarias y una invitación seria a trabajar con un propósito mucho más noble que el de mantener el poder. Se trata de una apuesta arriesgada y con pocas probabilidades de éxito en lo inmediato, pero que, a la vez, es una inversión a largo plazo, razón suficiente como para trabajar en serio.
[cita]Longueira es ¿qué duda cabe? lo mejor del sector. Algunos podrán hacer mofa de sus experiencias paranormales, otros sentirse molestos con ese aire mesiánico que inspira su conducta. Pero, a fin de cuentas, es el primer candidato de derecha que tiene relato y que no tendrá que recurrir a una agencia de comunicaciones para que le inventen uno.[/cita]
Llegó la hora de hacer política. De defender las ideas en un espacio algo más amplio que el de la sobremesa; de desterrar la costumbre de la derecha de analizar los destinos del país desde el living de la casa y con un vaso de whisky en las manos; de que quienes puedan hacerlo aporten con recursos sin rendirle honores a la virgen del puño. De entender, de una vez, que Twitter no es el termómetro de Chile y mucho menos el espacio por antonomasia desde el que se puede influir.
Por primera vez, en mucho tiempo, la centroderecha tiene un candidato que no es de plástico; que no se amolda como la plasticina al clamor de la minoría vociferante; que comprende que el chileno de verdad no es el que marcha en día hábil y a la hora del trabajo. Que no está preocupado por cambiar el binominal y que no se siente asfixiado bajo el imperio de la Constitución que tenemos.
Por primera vez la centroderecha tiene un candidato que entusiasma y que, al mismo tiempo, causa rechazo; precisamente porque la capacidad de influir de un político está en directa relación con su capacidad de incomodar. La antipatía que despierta Longueira en sus adversarios (e incluso en algunos de su sector), es la mejor demostración de que es percibido por ellos como una amenaza real. Una amenaza para sus propósitos y su agenda, porque, a diferencia del resto, el abanderado de la UDI no está dispuesto a hacer concesiones y a enarbolar banderas ajenas. Longueira es temido: en buena parte porque es un fiel custodio de su propia libertad y porque eso resulta, por momentos, muy incómodo para quienes aspiran a sacar las castañas con la mano del gato.
Por primera vez, la derecha tiene un candidato que no sólo dice lo que piensa, sino que de hecho ¡piensa! con una lógica que trasciende las cifras y los indicadores económicos, después de un largo período en que las ideas de derecha parecían haber sido reducidas a un par de conceptos macroeconómicos. Por primera vez, en mucho tiempo, la persona tiene primacía por sobre el Estado en el discurso público.
Longueira es ¿qué duda cabe? lo mejor del sector. Algunos podrán hacer mofa de sus experiencias paranormales, otros sentirse molestos con ese aire mesiánico que inspira su conducta. Pero, a fin de cuentas, es el primer candidato de derecha que tiene relato y que no tendrá que recurrir a una agencia de comunicaciones para que le inventen uno.
Por eso, la columna de hoy no es una columna. Es una arenga y una confesión: yo voto por Longueira.