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Discursos y relatos: gobierno y estudiantes

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Roberto Meza
Por : Roberto Meza Periodista. Magíster en Comunicaciones y Educación PUC-Universidad Autónoma de Barcelona.
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De continuar por la actual ruta, el país se aleja de soluciones posibles y aceptables, transformando las legítimas diferencias y proyectos para un Chile democrático, en el que cada cual pueda hacer una vida más plena según sus intereses, voluntad, cultura y necesidades, en una lucha de pura voluntad, imposición y poder total.


Una de las razones por las cuales las personas se lían en pleitos interminables es por el uso que damos al principal instrumento de comunicación humana: el lenguaje. Es bien sabido que tendemos a confundir “lo que es”, con la representación que nos hacemos internamente de aquello, la que vamos construyendo en nuestros cerebros con esos “objetos mentales” que son las palabras y mediante las cuales aprendemos y aprehendemos el mundo que nos rodea. De allí que, teniendo significantes (su sonido o expresión material)  iguales, cada cual le otorga significados diferentes, tanto en intensidad, emocionalidad y tono, como en cualidad, según sea el usuario, su herencia genética, voluntad, experiencias e intereses.

Por eso resulta difícil el diálogo entre estudiantes y Gobierno, porque para los primeros la educación debe ser “gratuita” y sus gestores deben operar “sin afán de lucro”, dado que la educación es un “derecho”, mientras que para los segundos, la “gratuidad” nunca es tal e implica que alguien pagará por los que no lo hacen; en rigor, todos los contribuyentes mediante impuestos directos e indirectos, lo que le da a este derecho cierto carácter de deber (de responder estudiando al sacrificio de quienes pagan). Asimismo, la autoridad estima que los gestores educacionales deben recibir una retribución por lo que hacen, so pena que dejen de hacerlo y busquen otras vías de compensación para su esfuerzo y ahorro. Con ello, el derecho a la educación no sólo choca con el derecho a emprender cualquier actividad que no esté prohibida por ley, sino que  se esfuma junto con la libertad de elegir la educación que los ciudadanos quisieran para sus hijos.

[cita]De continuar por la actual ruta, el país se aleja de soluciones posibles y aceptables, transformando las legítimas diferencias y proyectos para un Chile democrático, en el que cada cual pueda hacer una vida más plena según sus intereses, voluntad, cultura y necesidades, en una lucha de pura voluntad, imposición y poder total.[/cita]

Así, la polémica se ha transformado en monólogos paralelos: los estudiantes, poniendo su foco en la “gratuidad” y, por consiguiente, en el “lucro”, es decir, apuntando a la “igualdad”, mientras que el Gobierno colocando su énfasis en la “calidad”, la que se puede conseguir con un modelo mixto de educación pública, privada o particular subvencionada y, en consecuencia, validando el “lucro” como estímulo para promover diversidad de emprendimientos educacionales que otorguen mayor “libertad” de elección a las personas sobre cómo y dónde educar a sus hijos.

Parece, pues, difícil que estudiantes –al menos una parte relevante de ellos- y Gobierno lleguen a acuerdo si no se transparentan las motivaciones más profundas de las diferentes posturas, porque el sentido común quisiera conciliar igualdad (de acceso, calidad, oportunidad) con libertad de educación, especialmente si lo que queremos es una democracia moderna, abierta, plural, diversa, pacífica, respetuosa y tolerante.

Pero, claro, la libertad tiende a la desigualdad, mientras que la igualdad limita ciertas libertades. Mirar esta contradicción lógica desde una perspectiva más pragmática, que nos permita la construcción consensuada de un sistema educacional más igualitario y justo, al tiempo que más libre y abierto, pasa por resignificar los respectivos conceptos y relatos de los litigantes, buscando conjuntamente fórmulas de gestión efectivas que permitan, en su aplicación, ir redefiniendo los términos con que los contendientes han estado describiendo hasta ahora este fenómeno y sus consecuencia. De continuar por la actual ruta, el país se aleja de soluciones posibles y aceptables, transformando las legítimas diferencias y proyectos para un Chile democrático, en el que cada cual pueda hacer una vida más plena según sus intereses, voluntad, cultura y necesidades, en una lucha de pura voluntad, imposición y poder total.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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