El efecto “nodriza” de la Concertación parece haberse perdido. La idea de que un puñado de viejos políticos responsables e institucionales —de esos que los mexicanos llaman izquierda caviar— pondrían “paños fríos” a los movimientos sociales y a otros “fumadores de opio”, cuidando el modelo económico y social —cual nodriza tutela la intimidad de la joven virginal— parece vivir sus horas más bajas. Von Appen llora así dramáticamente la caída de Escalona, la nodriza por excelencia.
Don Sven hizo declaraciones sin desperdicios. Pensó, quizás, que estaba con sus amigos en una reunión de almirantes en retiro y dio a conocer su mejor doctrina humanista y democrática.
Los chilenos —no él y sus amigos, por supuesto— son “cómodos” “engordados” y “hambrientos”, necesitados de ser “calmados” y que una crisis de mano de la izquierda comunista los haría “llegar el nivel que corresponde”.
Fuera de la caricatura —y parece que el personaje se presta con facilidad para ella— Von Appen ha cometido dos errores de libro.
Primero, decir lo que piensa. Una regla de oro del empresario chileno es ser políticamente correcto. En un país tan escandalosamente desigual, es necesario mantener la compostura: que los explotados y excluidos no sientan el desprecio que los “ganadores” sienten por los “perdedores”. Más aún si los primeros son tan pocos y los segundos tantos.
[cita]El efecto “nodriza” de la Concertación parece haberse perdido. La idea de que un puñado de viejos políticos responsables e institucionales —de esos que los mexicanos llaman izquierda caviar— pondrían “paños fríos” a los movimientos sociales y a otros “fumadores de opio”, cuidando el modelo económico y social —cual nodriza tutela la intimidad de la joven virginal— parece vivir sus horas más bajas. Von Appen llora así dramáticamente la caída de Escalona —la nodriza por excelencia.[/cita]
¿Qué respeto puede exigir Von Appen a su ideal de sociedad —el lucro sin fin y la desigualdad por norma— si trata al resto de los chilenos de hambrientos y necesitados de calmantes?
El desprecio hacia los chilenos de calle, eso debe aprenderlo Don Sven, se lleva en silencio y aflora de vez en cuando entre amigos, después del rodeo, entre los brindis por el recuerdo de tiempos mejores, como los del Capitán General. Tiempos de orden y disciplina para los hambrientos.
Y el segundo error de Von Appen es ponerse nervioso tan luego. Es obvio que vienen tiempos difíciles para la elite empresarial chilena. Sus abusos y exageraciones, como la de los bancos o las Isapres, parecen no tener hoy legitimidad como antes.
Pero ¿qué tiene tan prematuramente nerviosos a los Appen, a los Awad y otros como ellos?
Por una parte, el efecto “nodriza” de la Concertación parece haberse perdido. La idea de que un puñado de viejos políticos responsables e institucionales —de esos que los mexicanos llaman izquierda caviar— pondrían “paños fríos” a los movimientos sociales y a otros “fumadores de opio”, cuidando el modelo económico y social —cual nodriza tutela la intimidad de la joven virginal— parece vivir sus horas más bajas.
Von Appen llora así dramáticamente la caída de Escalona —la nodriza por excelencia.
Por otro lado, la incertidumbre empresarial sobre la capacidad de la UDI para evitar la modificación sustantiva del modelo. El partido “guardián” por definición del sistema económico y social de la dictadura no parece hoy dar la seguridad de antes: ni encomendados a Jaime parecen poder detener los cambios, especialmente, los constitucionales.
Pero no todos sus dichos han sido errores de Don Sven. En rigor, hay hambre en los chilenos y en eso no se equivoca.
Aunque no es el hambre a la que buena parte de la elite empresarial chilena está acostumbrada. Esa del lucro y la codicia sin límites, sin respeto para nadie ni nada. Como esa que hace que los trabajadores portuarios —casualmente los de Don Sven— tengan que hacer una huelga para poder tener un beneficio del siglo XIX: media hora de colación.
Es la hora del hambre de los chilenos. Pero no de lucro, sino de políticas y derechos.
De nuevas reglas constitucionales, que permitan una democracia más participativa, de mejores derechos sociales, que permitan educación y salud de calidad para la mayoría, de nuevas reglas laborales, que pongan fin a tantos abusos y mejoren la distribución de la riqueza.
Es la hora de la democracia y la política.
Y ya se sabe el problema de la democracia Don Sven. Todas las voluntades valen como una y ninguna más que una.
Incluso la suya y la del resto de los hambrientos.