La pregunta es si alguno de los nuevos think tank asumirán el desafío que alguna vez se planteó Fontaine; de lo que se trata es de usar la razón pública, es decir razonar independientemente de las presiones particulares y abrir espacios para que los actores relevantes del país discutan abiertamente sus posturas.
Con la notificación de salida de Arturo Fontaine como director del Centro de Estudios Públicos (CEP), las voces de académicos, políticos, periodistas e intelectuales no se hicieron esperar. En general, todos estaban de acuerdo en que el trabajo de Fontaine fue excepcional, 31 años de liderazgo en un centro de estudios privado con vocación pública que jugó un rol muy importante en la transición chilena a la democracia. También, coincidían en una misma inquietud: “¿qué sucederá con el futuro del CEP?” Este think tank se transformó en un espacio de diálogo en tiempos de dictadura, en el plebiscito aportó públicamente con su encuesta de opinión, en el retorno a la democracia fue la plataforma de contacto entre los empresarios y los nuevos gobiernos de la Concertación, y en el gobierno de Sebastián Piñera llevó al movimiento estudiantil al CEP para dialogar con la elite chilena.
Así, la salida de Arturo Fontaine recuerda a políticos y ciudadanos que los centros de pensamiento muchas veces juegan como intermediarios entre públicos y privados, que participan en la construcción de problemas públicos a través de la opinión y formulan propuestas de políticas públicas sustentando su posición en un saber o experticia. Los think tank influyen en la política de muchas maneras, fabricando ideas para los candidatos y partidos políticos, reclutando y formando militantes o adherentes de los partidos, elaborando propuestas de solución a problemas públicos y diagnosticando la realidad social y política del país para ciudadanos y políticos profesionales.
[cita]La pregunta es si alguno de los nuevos think tank asumirán el desafío que alguna vez se planteó Fontaine; de lo que se trata es de usar la razón pública, es decir razonar independientemente de las presiones particulares y abrir espacios para que los actores relevantes del país discutan abiertamente sus posturas.[/cita]
El CEP fue fundado en medio de la dictadura en 1980. Cinco años más tarde, José Joaquín Brunner se pregunta por la “participación de los centros académicos privados” en la Revista de Estudios Públicos del CEP. En este artículo mapea los centros de estudios o think tank de la época existentes antes de golpe de Estado y luego de éste hasta mediados de la década de 1980. El día de hoy el panorama ha cambiado notablemente. La caída de Fontaine es síntoma de este proceso.
De los noventa a la actualidad contamos con un conjunto variopinto de centros de pensamiento nacidos en los gobiernos de la transición que cumplen funciones en el sistema político chileno muy disímiles entre sí. En el conjunto de centros de pensamiento podemos encontrar los think tank dependientes de universidades como el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales (ICSO UDP) o el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. Posteriormente, dentro de este tipo de centros de pensamiento destacó “Expansiva”, fundado por Andrés Velasco el 2001 y conformado por un grupo de liberales ligados a la tecnocracia de la Concertación que luego fue incorporado a la Universidad Diego Portales. Además, los think tank dependientes de los diferentes partidos políticos como el Instituto Libertad asociado a Renovación Nacional, el Instituto Igualdad del Partido Socialista o la Fundación Progresa del Partido Progresista de Marco Enríquez-Ominami comienzan a ser una tendencia y mecanismo necesario para el aparataje de los partidos. Distinta es la posición del CEP ligado a sectores políticos liberales o el think tank neoconservador “Fundación para el Progreso”, ambos financiados por fundaciones provenientes del empresariado nacional e internacional.
El caso de la Concertación es bastante notable toda vez que sus años en el poder le permitieron construir un conjunto de equipos y agrupaciones en torno a los “pasillos del poder”. No solamente agencias comunicacionales promoviendo la industria del marketing político, la opinión pública y el lobby, sino además centros de pensamiento que producen conocimiento, elaboran propuestas de políticas públicas y que además actúan como agentes de lobby.
Dentro de los think tank clásicos destacan el Centro de Estudios del Desarrollo (CED) fundado en 1980 y dirigido por personeros de la Democracia Cristiana, y la Fundación Corporación de Estudios para Latinoamérica (Cieplan) liderados por Alejandro Foxley y Patricio Meller que durante varios periodos asesoró a los gobiernos de la Concertación en materia de políticas sociales y que junto al CEP aparece como los centros de políticas públicas más destacados del quehacer nacional. En otro perfil, se encuentra ProtectAmérica y Fundación Chile 21 que funcionan como espacios de diálogo y formación política e intelectual de los militantes y colaboradores de los partidos de la Concertación.
Cuando es la derecha chilena la que es puesta en el foco del análisis, los primeros nombres que aparecen en la agenda son los de Libertad y Desarrollo (LyD), centro creado en 1990 con un claro énfasis en temas de políticas públicas para la coalición gobernante, y la Fundación Jaime Guzmán que provee de discusiones y espacios de diálogo político a la UDI.
Sin embargo, los think tank no son sólo patrimonio de las universidades, partidos políticos, fundaciones y empresarios, baste mencionar que el mismísimo movimiento de pobladores que lucha por el derecho a la vivienda en Chile tiene a Corporación Poblar, un centro que imparte educación secundaria, diplomados y participan en licitaciones públicas y elaborando proyectos sociales. ¿Cuál es la relación, entonces, entre los think tank, partidos políticos y movimientos sociales? Los estudiantes también avanzan en la construcción de centros de pensamiento, lo que expone su importancia para influir en la agenda pública.
El movimiento estudiantil proviene de la universidad, donde es el conocimiento lo que se produce. Además, su constancia les ha permitido construir las bases para otro tipo de organizaciones como los centros de pensamiento que participan en la definición de la educación como problema público, elaboran propuestas técnicamente viables mediantes sus diálogos con el mundo académico y legitiman las demandas políticas mediante propuestas razonadas y razonables. No es difícil recordar a Giorgio Jackson citando las cifras del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda), único centro de estudios de pensamiento crítico en materia de economía política y políticas públicas en Chile.
El Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), fundado el 2006 por Hernán Chadwick Larraín miembro de “Chadwick & CIA. abogados”, actualmente transita desde un modelo basado en la formación intelectual y política de jóvenes hacia uno enfocado en la investigación e incidencia en el debate público construyendo ideas con un rostro joven. El libro “Gobernar con principios. Ideas para una nueva derecha”, de Pablo Ortúzar y Francisco Javier Urbina, ambos investigadores del IES, da cuenta de este esfuerzo por elaborar ideas para la derecha chilena. También, hay que mencionar a “Horizontal”, nuevo think tank liderado por Hernán Larraín Matte y Juan Carlos Jobet, entre otros, que pretende mantener independencia respecto de los partidos políticos emulando una plataforma instrumental de centroderecha muy similar a lo que fue Expansiva para la Concertación. Por el lado de la derecha socialcristiana, Diego Schalper dirige Idea País grupo de jóvenes que nace de conversaciones en círculos cercanos a la derecha no gremialista de la Pontificia Universidad Católica que se dedica a la formación política de líderes y en la participación del debate público.
Giorgio Jackson, por su lado, recientemente se le ha asociado a un think tank fundado con otros políticos y académicos de centroizquierda bautizado como “Espacio público”. Andrés Velasco participó activamente en su creación y es liderado por el profesor de la U. de Yale y la U. de Chile, Eduardo Engel, y la miembro del comando de Michel Bachelet, Valentina Quiroga. Espacio público, también pretende ser un centro no-militante con un cariz académico y de investigación. En cuanto a la agrupación de los actuales dirigentes estudiantiles de la Universidad de Chile, si bien en un comienzo la izquierda autónoma pretendía “madurar la política”, preocupándose de la formación política y contacto con las bases sociales, en estos días muestran su cambio de opinión elevando candidaturas para las próximas parlamentarias y avanzando en la institucionalización en un centro de pensamiento llamado “Nodo XXI”, corporación liderada por el académico y ex-MIR Carlos Ruiz Encina, Víctor Orellana y Gabriel Boric que tiene claras pretensiones políticas y que hunde sus raíces en el mundo de la academia y el movimiento universitario.
En este cuadro, y a pesar de sus orígenes particularistas en el empresariado y la derecha chilena, el CEP actuó con apertura frente a diversos temas y puntos de vista, y ayudó a generar entendimiento entre los adversarios sociales y políticos. Un centro dedicado no a la difusión de ciertas ideas provenientes de un sector particular, sino que promovió universalmente la literatura, el cine, la filosofía, la historia, la ciencia política, la sociología, e invitó, a su vez, a diferentes actores claves de sociedad chilena a discutir públicamente. Si fue el CEP el centro de estudios que produjo conocimiento de calidad y gratuito y reunió a personas y organizaciones de las más diversas tendencias. Y si ese perfil dependía de Arturo Fontaine, cuestión que no podremos saber por ahora, pero que ya intuyen muchas de las editoriales y columnas de la semana recién pasada, la pregunta es si alguno de los nuevos think tank asumirán el desafío que alguna vez se planteó Fontaine; de lo que se trata es de usar la razón pública, es decir razonar independientemente de las presiones particulares y abrir espacios para que los actores relevantes del país discutan abiertamente sus posturas.