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El Chile de las elites y la ecuación del futuro Opinión

El Chile de las elites y la ecuación del futuro

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Alexander Páez
Por : Alexander Páez Investigador Fundación SOLwww.fundacionsol.cl / @lafundacionsol
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La historia del trabajador actual no es la historia del alto crecimiento económico y de la vida integrada, con bienes y servicios de calidad para sostener un viejo ideario fordista de producción y participación social. Es la historia del actor atomizado que institucionalmente fue transformado en consumidor de promesas.


“Chile ha cambiado” o “este Chile no tiene nada que ver con el Chile del pasado”. Estas son algunas frases que hemos escuchado en reiteradas ocasiones, pronunciadas tanto por autoridades, intelectuales, dirigentes sociales y personas comunes y corrientes. Sin ir más lejos, en el debate presidencial de primarias, el énfasis por el “otro” Chile del hoy jugó un papel estratégico para eludir incomodidades históricas, relacionadas con las responsabilidades que cada candidato tuvo sobre alguna decisión tomada en sus anteriores cargos, ya sea como alcalde, senador, presidente o ministro.

Incluso organismos internacionales, como la OIT, hacen alusión a un Chile que progresa. En un reciente documento llamado Políticas Laborales para un Desarrollo con Igualdad en Chile, se plantea que los avances de Chile “han permitido a significativos sectores de la población acceder a más bienes y servicios, a mejorar sus condiciones de vida respecto al pasado y a aspirar a un mejor futuro para las nuevas generaciones. Por ello, el país cuenta con condiciones potenciales para proponerse avanzar cualitativamente hacia un nivel de desarrollo que lo sitúe en una posición expectable en el contexto de las economías emergentes, y en el umbral de alcanzar progresivamente estándares socioeconómicos que se aproximen a los países avanzados de nivel medio”.

En esta transversalidad del diagnóstico, en donde tanto autoridades de gobierno como de oposición e incluso organismos internacionales están de acuerdo sobre el carácter de la “historia” del país hasta nuestros días, sólo difieren en relación a la continuidad o reforma de lo existente para dar el supuesto salto al desarrollo y proponer un nuevo pacto de gobernabilidad. Es así como, por ejemplo, la OIT, a partir de este diagnóstico general, propone que el avance cualitativo para lograr el desarrollo de los países “avanzados de nivel medio”, sea a través de una reorientación de la estrategia de desarrollo, donde esté el trabajo como centro, tanto en los aspectos económicos, políticos e institucionales.

[cita]Entonces, se homogeneizan las sociedades en su particular historia, y aún más importante, se cree que existe un único camino para lograr tal bienestar. Salirse de él, nos puede costar caro para el “desarrollo”, afirman los conservadores, o bien, es necesario incorporar ajustes, reformas y re-orientaciones para lograrlo, argumentan los progresistas. De todas formas, tanto conservadores como progresistas, están de acuerdo con que el país va en camino de…[/cita]

Es decir, el pasado está explicado y el futuro en disputa: donde el gobierno plantea profundizar el modelo, la oposición ofrece re-orientarlo pues ésta ya habría hecho su trabajo dentro de la evolución al desarrollo. Ese “otro Chile” está en disputa, porque el antiguo Chile ya estaría siendo superado.

Tal como ocurre cuando se construyen ecuaciones, sólo faltaría agregar una X para concluir nuestra fórmula. Esta fórmula se podría plantear así D=E+C+P+X. Donde D es el “Desarrollo”; E sería “estabilidad macroeconómica” (Alto crecimiento, inflación controlada y gasto público focalizado con superávit); C sería “mayores acceso a bienes y servicios” (consumo: crédito y educación); P sería “la política de los consensos” (consensos, diálogo social y mesas de trabajo); y por último, X sería “Bienestar Social” (derechos sociales y procesos de producción y trabajo inclusivos).

El problema de la fórmula es que no tiene vectores o flechas que indiquen direcciones, superposiciones de retrocesos y avances, tampoco actores sociales que participen de la linealidad planteada. No tiene historia, es una fórmula reversible y evolucionista. Es decir, participa de la creencia que el desarrollo es destrabar o ejecutar políticas predeterminadas para lograr una suerte de bienestar social, al que otras sociedades supuestamente han llegado antes.

Entonces, se homogeneizan las sociedades en su particular historia, y aún más importante, se cree que existe un único camino para lograr tal bienestar. Salirse de él, nos puede costar caro para el “desarrollo”, afirman los conservadores, o bien, es necesario incorporar ajustes, reformas y re-orientaciones para lograrlo, argumentan los progresistas. De todas formas, tanto conservadores como progresistas, están de acuerdo con que el país va en camino de…

La X (derechos sociales y procesos de producción y trabajo inclusivos), sin embargo, es un componente histórico a la ecuación, es un casillero vacío. Por él se mueven todos los síntomas de una sociedad desigual, pero de una concepción de desigualdad en disputa, por donde circulan diagnósticos y conflictos que la ecuación no logra determinar en su profundidad social.

Si la OIT propone empleos productivos, trabajos de calidad y calificados, con presencia importante del trabajador en las decisiones de la vida política y económica del país, lo que propone es un nuevo pacto social para un nuevo desarrollo económico. Por lo que cabría preguntarse qué tipo de trabajador puede lograr este nuevo pacto y si lo que propone es que este nuevo actor intente transformar los términos de la ecuación o bien es una X más al final de la fórmula de un camino ya previamente trazado.

La historia del trabajador actual no es la historia del alto crecimiento económico y de la vida integrada, con bienes y servicios de calidad para sostener un viejo ideario fordista de producción y participación social. Es la historia del actor atomizado que institucionalmente fue transformado en consumidor de promesas. Si usted consume vía crédito, accederá a bienes nunca antes vistos, a lugares nunca antes visitados, a estudios que jamás pensó que sus hijos tendrían. Para ello, el pacto era claro: ausencia de conflicto y desmovilización.

Delegue su propia voluntad, su propia vitalidad, su propio pensamiento por un futuro enriquecedor, y así la fórmula estaría a punto de realizarse. Para el gobierno y algunos empresarios esto se lograría con una mayor profundización de lo ya realizado los últimos 40 años. Según la Concertación, la Nueva Mayoría y Organismos Internacionales, esto se lograría agregando un término a la ecuación que reajuste el camino.

Mientras tanto, los hijos de las familias trabajadoras (que el 13 de junio volvieron a marchar entre 50 mil —según cómputos oficiales— y 100 mil personas, según la Confech), junto a sus propios padres y la montaña de promesas de consumo, se deshacen en condiciones laborales precarizadas, en salarios que esclavizan en endeudamiento, en bonos que se gastan en pagar un saldo de algún adelanto en efectivo realizado para no ser pobre o para pagar la deuda por la educación y con pensiones de pobreza.

Esta X, es el futuro incierto, no un pasado enquistado ya explicado. No sabemos cómo ni cuándo se desplegará para reorganizar la ecuación o para decirnos lo falso de sus términos. El “Otro Chile” asoma y no precisamente para celebrar el ascenso al desarrollo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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