Para nadie es un secreto que el movimiento estudiantil ha vuelto a entrar en otra fase de radicalización producto de las nulas respuestas que se han recibido por parte del gobierno a sus demandas. Tanto es así, que el mismo gobierno se ha visto en la obligación, ayer lunes 24 de junio, de reconocer que más de cien establecimientos educacionales se encuentran en toma, cifra que se negaron a reconocer por muchos días y que al parecer estaría disminuida de acuerdo a los catastros que manejan los mismos estudiantes. El problema que ha llevado a reconocer esta movilización por muchos días invisibilizada desde el poder y los grandes medios de comunicación, es la realización de las “primarias presidenciales” que tendrán lugar este domingo y en donde muchos de los colegios (la mitad según el gobierno) que se encuentran en toma, forman parte de los locales de votación en donde se debiera desarrollar el acto eleccionario. Más allá de cuestionar el proceso, por lo trucho que me parece, quiero apuntar a un análisis que va más allá y que tiene que ver con la seguidilla de declaraciones desinformadas, ignorantes e indignantes que se han hecho respecto a la “necesidad” de desalojar los establecimientos en toma para poder dar lugar a “la fiesta de la democracia”.
“Yo no quisiera ver un baño de sangre si es que la fuerza militar cumple la ley”, dijo el domingo la mesías candidata de la vieja Nueva Mayoría en pleno debate, argumentando que no estaba de acuerdo con los desalojos y pidiendo a los estudiantes desocupar los establecimientos para dar paso a su fiesta. Más allá de su desacuerdo, tenemos que reconocer que las declaraciones son más que desafortunadas, son una brutalidad. Es grave que a una candidata que supustamente va a pelear una elecciones de un país supuestamente democrático, se le pase por la mente que si los secundarios no desalojan los colegios habría un “baño de sangre”, porque los militares se verían casi obligados a “cumplir la ley” y sacar por la fuerza a los estudiantes de sus establecimientos. Hay gente, interpretes de las palabras de su mesías, que han intentado decir que su intención fue negarse a eso, pero el problema no radica ahí, sino que en que a una candidata se le pase por la cabeza la posibilidad misma de un nuevo “baño de sangre”, más cuando este año comenzamos a recordar 40 años del golpe de estado que puso a los militares y a un grupo de civiles a gobernar este país a punta de represión, asesinatos y torturas. Sin duda que estas declaraciones apocalípticas hablan de una clase política que sigue aferrada a la estabilidad que les da el miedo histórico que siente la ciudadanía, respecto a una posible nueva intervención violenta de los militares.
Y voy más allá. Siguiendo el juego político, me pregunto: Si esto lo hubiese dicho Longueira o Allamand, ¿qué habríamos hecho? Creo que ya los estaríamos quemando en la hoguera. Pero en fin, mi intención va más allá. Porque además de plantear que las declaraciones de la presidenciable demuestran un profundo temor a las nuevas vías de expresión que la ciudadanía y los estudiantes han tenido que darse bajo la nula capacidad de la elite de responder a sus demandas, también hablan de una ignorancia respecto del proceso electoral mismo, que se ha contagiado a todos los rincones de la opinión pública. Fueron criticadas las declaraciones de la vocera de gobierno, cuando dijo que el Servel podría ordenar el ingreso de los militares a los establecimientos. Pues bien, la claridad que tenemos ahora es que es el gobierno y la Fuerza Pública, es decir, Carabineros, son los que deben tener a disposición del Servel los establecimientos escogidos como centros de votación, para luego, al parecer, ser entregados a las Fuerzas Armadas. Creo, si no me equivoco, que se ha comprendido mal el concepto de Fuerza Pública, ya que se cree que los mismos militares desalojarían un establecimiento, cuando, espero, se tiene claridad de que Fuerza Pública y Fuerzas Armadas son conceptos legalmente diferentes. Incluso, su dependencia de mando es distinta, ya que la Fuerza Pública depende del Ministerio del Interior y Seguridad Pública y las Fuerzas Armadas dependen del Ministerio de Defensa. Así, estamos viviendo una reconfiguración de un miedo que a los únicos que les conviene es a los que quieren celebrar una fiesta democrática sacando a los estudiantes de sus tomas y en medio del terror de una posible intervención militar ¿Qué democracia es esa en donde a días de una elección estamos discutiendo un posible “baño de sangre”?
Aclarado esto, me autopermito decir que los estudiantes son los que se han ganado la legitimidad de decidir sobre ellos mismos y sus espacios de construcción. Su movimiento, que viene desde hace muchos años, no se ha detenido nunca y tampoco lo hará producto de una elección. Porque existe la conciencia de que la democracia que nos han hecho creer que existe en este país, pareciera no ser tan democrática cuando inhibe cualquier intención de participación que no sea asistir, cada cierta cantidad de tiempo, a unas urnas y votar por candidatos que fueron elegidos al interior de las cúpulas partidistas que, pareciera, ya tienen bien repartida la torta. Los estudiantes con sus tomas rompen con eso, ya que al interior de sus ocupados espacios se abren a lógicas de participación que un mundo jerarquizado no comprende, raciocinios verdaderamente democráticos en donde todos son iguales y la organización y el interés colectivo es el que prima. Las tomas son un espacio de libertad en sí mismas, son pequeños microcosmos de utopías juveniles, y ahí no solo se aplica la “democracia del voto” sino que se aplica la clave democrática a todos los aspectos de la convivencia.
Esos estudiantes en plena libertad, hoy se configuran como un peligro para una democracia binominal que está protegida por una institucionalidad rígida, que no permite tener procesos en donde los ciudadanos y ciudadanas realmente influyan en la toma de decisiones. Eso se consagra completamente con la Constitución de la dictadura cívico-militar encabezada por Pinochet, esa dictadura que hoy, por el interés de algunos de materializar su falsa fiesta democrática, vuelve a relucir más que nunca en las mentes de muchos chilenos, que con miedo han creído en las amenazas y se preparan para retroceder. Pero como dijo la gran Violeta Parra “Que vivan los estudiantes jardín de las alegrías, son aves que no se asustan de animal ni policía. Y no le asustan las balas ni el ladrar de la jauría”.
(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl