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Ganadores y perdedores de la primaria: una lectura ciudadana Opinión

Ganadores y perdedores de la primaria: una lectura ciudadana

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Raúl Zarzuri
Por : Raúl Zarzuri Sociólogo. Docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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Como se señalaba en un twitter, ganaron ‘los ciudadanos, porque dijeron fuerte y claro que a los candidatos no se los puede volver a elegir entre cuatro paredes’. Si, en estricto rigor, las primarias son una nueva forma de ‘hacer política’, de organizar una elección, en este caso de candidatos a presidentes; es ‘algo más democrática’, cuestión que hace tiempo se ha venido pidiendo.


Nadie se lo esperaba, es cierto. Que tres millones de personas votaran en las primeras elecciones vinculantes para definir a los candidatos de los dos pactos que hace 23 años gobiernan Chile, es algo notable. El pacto de la Concertación —no confundir con la oposición todavía, porque para eso tiene que correr mucha agua bajo el puente— ha gobernado con cuatro presidentes. El segundo, la derecha, sólo ha podido poner en la silla presidencial a uno, pero ha conseguido (co) gobernar todos estos años, gracias al poder de veto que tiene en el Congreso, producto de una constitución generada por una dictadura militar que nadie ha querido modificar, en aras de eso que han  llamado la ‘política de los consensos’ y ‘los cambios en la medida de lo posible’.

¿Quiénes ganaron en estas primarias? Primero, ganó el movimiento estudiantil, y diría secundario que viene bregando en pos de cambios desde el 2002, y la ciudadanía, porque han logrado instalar parte de su discurso en el núcleo del llamado ‘programa’ que la candidata del bloque ‘Nueva Mayoría’, Michelle Bachelet, se ha visto obligada a recoger y a arroparse con los contenidos que las movilizaciones ciudadanas han puesto. Digo obligada, porque de no hacerlo las reivindicaciones que sostienen los estudiantes y otros sectores de la ciudadanía se podrían transformar en amenaza a su elección en noviembre y a su próximo posible gobierno. Ella misma lo ha señalado: «La única amenaza es no escuchar el clamor de la ciudadanía» y eso en política es clave en estos momentos. Las  movilizaciones que comenzaron a recorrer el mundo desde Túnez el 2011, hasta las actuales protestas en Brasil, pasando por la organización del movimiento 15-M español, fuerza inspiradora para estos movimientos, marcan la agenda por donde debe transitar la política actual. Si no que lo diga Dilma Rousseff, presidente de Brasil, quien en un gesto sin precedente, declaró que “tenía la obligación de oír la voz de las calles”.

[cita]Lo que leemos en el proyecto de ley son una seguidilla de condiciones, excepciones y  exclusiones al ejercicio de estos derechos por parte de la población migrante. Esto se explica por una postura ideológica que busca reforzar la figura del Estado controlador, amparado en principios nacionalistas que intentan mantener la ficción de un “Chile para los chilenos” y excluir, en consecuencia, a aquellos que ponen en riesgo esta construcción.[/cita]

Segundo, y como se señalaba en un twitter, ganaron ‘los ciudadanos, porque dijeron fuerte y claro que a los candidatos no se los puede volver a elegir entre cuatro paredes’. Si, en estricto rigor, las primarias son una nueva forma de ‘hacer política’, de organizar una elección, en este caso de candidatos a presidentes; es ‘algo más democrática’, cuestión que hace tiempo se ha venido pidiendo. El clamor es que los candidatos, a cualquier cargo, no pueden ser elegidos o ungidos como ha ocurrido, entre cuatro paredes; entre partidos y políticos que hace tiempo no tienen un ‘cable a tierra’ con la vida cotidiana, donde precisamente se están estructurando otras formas de vivir la política. Por lo tanto, los comentarios que se han esgrimido, de que la alta votación pone en evidencia que la tesis de la desafección con la política no es válida, no están en lo correcto. Nunca se ha dicho que la desafección es con la política con mayúscula, sino con la política en minúscula, la política analógica que no entiende las nuevas formas de un ‘política digital’, propia del siglo XXI, donde la vieja política va perdiendo terreno. Hoy en día hay diversas formas de participación que comienzan a emerger, desde lo micro, estructuradas en pequeños colectivos, a formas masiva que transitan por las grandes marchas y ahora por el voto en las primarias. Es la política de la contrademocracia en una era de la desconfianza como señala Rosanvallon en su último libro.

Tercero, ganaron aquellos que consideran que el voto debe ser voluntario y no obligatorio. Desde la última elección municipal que esto está claro, si no que lo diga la Concertación con los resultados que obtuvieron. A pesar que todavía hay viejos políticos, y no lo digo por la edad, que todavía claman por exigir que el voto sea obligatorio, ya que esto debe ser un deber de todo ciudadano —como si esto fuese suficiente para encantar a un segmento importante de la población con la política más tradicional— quedó demostrado con el alto número de votantes, que el llamado ‘deber de votar’, bajo ciertas circunstancias, la ciudadanía se lo toma en serio, y que por lo tanto no hay ninguna necesidad de andar exigiendo la vuelta del voto obligatorio. Ahora, ciertamente la incertidumbre está en las elecciones de noviembre, las cuales no son una ‘novedad’ como lo fueron las primarias.

Cuarto, ganó Pablo Longueira, quizás uno de los políticos más inteligentes que tiene la derecha, nos guste o no. Logró que lo proclamaran candidato. Bajó la posible acusación constitucional por el caso Censo/INE que lo hubiese complicado, haciendo un guiño a la DC, recordándole lo que él hizo por ella cuando se equivocaron en la inscripción de sus candidatos, provocando que la DC se restara de la acusación. Movilizó a las huestes de la UDI, logrando aglutinar al partido de calle Suecia detrás suyo, claro que exigiendo poder absoluto, cual emperador romano, desarmando las primarias parlamentarias de la derecha y todas las candidaturas asociadas a ella. Hubo sollozos, rabia, pero Longueira se mantuvo impertérrito, claro en su objetivo: no dejar que la Concertación obtenga la mayoría en el parlamento, para que así, nuevamente, la derecha pueda gobernar junto con la Concertación. Esa es su misión.

Quinto, ganó Velasco, quien sin estructura partidaria pero con estructura económica, logró poner su discurso, no precisamente en sectores más progresistas en el sentido clásico, sino que en un segmento que se declara liberal. Él tuvo una lectura mucho más clara de esos ‘signos de los tiempos’, aunque no comparte todos los cambios que se observan, ya que se mantiene por ejemplo dentro del modelo económico dominante, y se instala en sectores de capas medias altas, cercana al voto de la llamada derecha liberal.

¿Quienes perdieron? Perdió Claudio Orrego que no supo leer ‘los signos de los tiempos’, aferrándose a una estrategia política que no tiene correspondencia con los cambios culturales que estamos viviendo, lo cual también le ocurrió a Andrés Allamand, quien tampoco quiso leer y además se le ocurrió no diferenciarse de Longueira. Perdió también la ciudadanía, porque no fue posible tener primarias para elegir a los candidatos al Parlamento, apareciendo esa vieja política que hay que desterrar. Perdió Gómez, pero no lo que representa, ya que mucho de eso está, deslavado dirán algunos, en el programa de la ‘Nueva Mayoría’, pero con mayor potencia fuera, en un porcentaje de ese 80 % que no votó en estas primarias.

Por último, hay que señalar que en el horizonte hay nubarrones, particularmente para la Concertación. Para la derecha hay tormenta. Lo peor que les pudo haber pasado, es que  Longueira venciera en las primarias. Ya he señalado, que la misión de él, es lograr que se mantenga la actual composición del Senado, y así lograr que un futuro gobierno de la Concertación no tenga la mayoría necesaria para realizar las transformaciones que están prometiendo, cuestión que agudizaría los conflictos sociales y podríamos vivir tiempos de movilizaciones permanentes, lo que ya está ocurriendo y que, sumado a otros elementos, dificultarían la capacidad de gobernar del nuevo gobierno.

Por otra parte, es claro, o casi claro, que la candidata del pacto ‘Nueva Mayoría’ no alcanzará el triunfo en la primera vuelta. Cualquier cosa puede pasar en política y, por lo tanto, habrá segunda vuelta. Una aritmética básica señala que dado el número de candidatos a Presidente que tendremos en la papeleta para en noviembre, por lo menos obtendrán juntos un 13 o 15 % de los votos, quizás un poco más. Sumados a los de la derecha, que debería transitar por los niveles históricos, es difícil llegar a la victoria en primera vuelta. No hace falta decir, que desde la elección de Eduardo Frei hijo, la Concertación nunca más logró ganar en primera vuelta.

Habría que señalar que una segunda vuelta provoca una dificultad mayor a la Concertación. En elecciones anteriores, el Partido Comunista siempre estuvo fuera, y se recurrió a él para asegurar los votos que dieron ganadora a la Concertación en sucesivas elecciones. Ahora, con el PC dentro de la Concertación, y frente a una segunda vuelta, ¿a quién se puede recurrir para sumar votos para una segunda vuelta? Bueno, a ese 13 o 15% que no votará Concertación. Así, los ‘movimientos sociales’ podrían, solo podrían, tener una excelente oportunidad de ‘negociar’ y poner con mayor fuerza las demandas ciudadanas. De ahí que por ahora no habría que negociar nada con ellos, como algunos han salido a decir.

Como punto final, se puede señalar que el escenario que tenemos actualmente no hubiese sido posible sin la ‘política de la calle’. Como diría Castell, ‘el cambio es posible incrementando la presión de la calle, en cantidad y en calidad. Para los políticos: cuanto antes acepten la obsolescencia de una democracia esclerótica más fácil será la transición a nuevas formas de representación que conecten a los ciudadanos con las instituciones’. Para esto está la ciudadanía y los ciudadanos. En nosotros está hacérselos saber.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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