El hecho de que la gratuidad universal sea progresiva no agota la discusión sobre si se trata de una política deseable, o si existen otras mejores. Pero indica, y esto no es poco, que la propuesta que hizo en su momento el movimiento estudiantil no es peor en términos distributivos de lo que existe hoy en día en nuestro país.
La gratuidad universal en la educación superior es una política progresiva. Puede ser injusta, mal focalizada, o inconveniente respecto al uso alternativo de los recursos fiscales. Pero en Economía, las palabras tienen significados precisos. Afirmar que la gratuidad es regresiva no es un asunto interpretativo: es un error.
Los conceptos de progresividad y regresividad se aplican tanto al cobro de impuestos como a la entrega de subsidios; y dado que la gratuidad es en la práctica un subsidio, podemos evaluar su eventual progresividad. Existen dos definiciones para estos conceptos. Originalmente, los subsidios se decían progresivos si la tasa de subsidio disminuía con el ingreso; regresivos, si esa tasa aumentaba. A partir de la década de los 40s, esta concepción se simplificó y se comenzó a considerar que un subsidio era progresivo si disminuía la desigualdad y regresivo si la aumentaba. Si bien estas formulaciones no son exactamente idénticas, en la mayoría de las discusiones prácticas ambas pueden ser usadas de manera indistinta.
Es fundamental notar que un subsidio puede ser progresivo aunque los ricos estén recibiendo una proporción mayor de ese subsidio. Este es justamente el caso de la gratuidad en la educación superior en Chile.
[cita]El hecho de que la gratuidad universal sea progresiva no agota la discusión sobre si se trata de una política deseable, o si existen otras mejores. Pero indica, y esto no es poco, que la propuesta que hizo en su momento el movimiento estudiantil no es peor en términos distributivos de lo que existe hoy en día en nuestro país.[/cita]
Hace algún tiempo, en una columna conjunta con la economista Claudia Sanhueza, mostramos que subsidiar la educación superior a todos los jóvenes chilenos es una política progresiva. La razón es sencilla: los pobres gastan en promedio una proporción mayor en ese tipo de educación que los ricos, por lo tanto la tasa de subsidio es más alta para los sectores bajos. Equivalentemente, la gratuidad universal a la educación superior en Chile es progresiva pues subsidiarla disminuye la desigualdad. Se trata de un resultado muy simple y directo.
Sin embargo, el mal entendido respecto al presunto carácter regresivo de la gratuidad en educación superior ha persistido.
El equívoco habitual en esta materia se produce al introducir otros mecanismos que no tienen que ver directamente con el subsidio a la educación superior, como son los impuestos o los subsidios alternativos. Al hacerlo, se puede llegar arbitrariamente a cualquier conclusión, lo cual sólo termina por confundir el asunto.
Consideremos, en primer lugar, el caso de adicionar los impuestos al análisis. Entonces, podríamos argumentar, como lo han hecho algunos defensores de la universalidad, que la gratuidad es una política progresiva pues se financia con impuestos progresivos. Si bien ya señalamos que la gratuidad es efectivamente progresiva, es erróneo concluir esto a partir de los impuestos, pues dicha mezcla nos otorga una total arbitrariedad argumentativa. Así, podríamos demostrar que cualquier política es progresiva simplemente exigiendo que la financien Paulmann y Luksic. Lo correcto es separar ambos asuntos. Aún si el gobierno no se financia con los impuestos de los ricos sino que se encuentra una maleta con dinero para subsidiar la gratuidad, aún así, insistimos, hacerlo disminuye inequívocamente la desigualdad en Chile. Si los hogares de los jóvenes ricos pagan más impuestos tanto mejor, pero ese es otro asunto.
Es igualmente erróneo afirmar que la gratuidad es regresiva pues existen subsidios aún más progresivos, como han argumentado varios técnicos de la Derecha: Beyer y Cox, Hernando y Briones y Urzúa. Ciertamente la desigualdad bajaría aún más, por ejemplo, si se excluye del subsidio educacional al quintil más rico. Sin embargo, redefinir antojadizamente el concepto de regresividad, comparando dicha política con otras alternativas, nos vuelve a colocar en un terreno en que todo y nada es demostrable. Es decir, podríamos sostener que cualquier política es regresiva al compararla con subsidios directos al uno por ciento más pobre del país. Pero esto no es así. La gratuidad universal es progresiva sencillamente porque disminuye la desigualdad, independiente de las miles de otras políticas que podrían hacer lo mismo.
La lección es simple. Para referirnos a la eventual progresividad de la gratuidad en la educación superior sólo debemos considerar dicho subsidio.
Naturalmente, el hecho de que la gratuidad universal sea progresiva no agota la discusión sobre si se trata de una política deseable, o si existen otras mejores. Pero indica, y esto no es poco, que la propuesta que hizo en su momento el movimiento estudiantil no es peor en términos distributivos de lo que existe hoy en día en nuestro país.