Señor Director:
Hemos visto en la semana muchas cartas que plantean lo que hay que hacer en el caso de Belén. Solución que según los expertos ayudarían a que ella y otras adolescentes que sufran violaciones estén mejor: el aborto.
Teniendo una preocupación común, el bienestar de Belén, creo que hay dos visiones en juego: una llamada el derecho a decidir sobre mi cuerpo y otra, la cultura provida.
El caso de Belén (que por lo demás no es su nombre real, sino uno acuñado por los medios), será emblemático porque dictará el actuar de nuestro país. ¿Queremos un país que defienda la vida y el derecho a vivir? ¿O queremos un país que promueva el aborto y otras prácticas que atenten contra el principal derecho de la persona?
Belén merece vivir al igual que lo merece su hijo o hija. Partiendo de esa premisa, veamos cómo ayudamos a que esa nueva madre tenga posibilidad de llevar adelante ese embarazo con todo el apoyo sicológico, médico y humano para que ambos puedan salir adelante. Que en unos años más miremos atrás y su caso sea ejemplo para muchos.
¿Queremos un país más de los llamados «desarrollados», que optan por terminar con miles de vidas o un país más humano, capaz de solucionar y acompañar en los momentos difíciles a estás niñas?
Invito a los médicos y expertos en políticas públicas a dejar de escribir tanta carta teórica y pensar qué se puede hacer para construir esta cultura de la vida y no un Chile de la muerte en donde parece que vale más el derecho a vivir de uno sobre el otro.
