Por eso mismo, reconocer una necesidad (que eso es lo que hace quien pide algo) no es otra cosa que manifestar la idea que uno tiene de sí mismo es acorde a la realidad. Cuando el Papa dice: “Yo me siento de verdad con tantos límites, con tantos problemas, también pecador”, no hace, por tanto, gala de falsa humildad, sino de realismo, de salud mental.
“¿Por qué usted pide tan insistentemente que se rece por usted?”. Ésa fue una de las preguntas que se le hizo al Papa en la inédita conferencia de prensa que dio en el avión mientras viajaba de vuelta a Roma.
Los periodistas que cubrían su viaje a Brasil están acostumbrados, quizá, a oír promesas (y no precisamente demandas) de parte de quienes tienen cargos de alta responsabilidad; y, en ese sentido, es comprensible que la reiterada petición de oraciones que ha hecho Francisco desde que fue ungido, haya causado en ellos cierta sorpresa.
Lo curioso es que desde el punto de vista moral e incluso psicológico, debiera ser la omnipotencia y la autosuficiencia la que resultara desconcertante. Porque pedir oraciones no es más que una forma de reconocer lo que se es: un individuo constituido radicalmente por la necesidad.
[cita]Por eso mismo, reconocer una necesidad (que eso es lo que hace quien pide algo) no es otra cosa que manifestar la idea que uno tiene de sí mismo es acorde a la realidad. Cuando el Papa dice: “Yo me siento de verdad con tantos límites, con tantos problemas, también pecador”, no hace, por tanto, gala de falsa humildad, sino de realismo, de salud mental.[/cita]
La inteligencia saca al hombre fuera de sí para buscar algo que no tiene, para qué decir sus afectos. La misma anatomía de su cuerpo es complementaria a la de otro cuerpo; y el lenguaje, que le permite comunicarse con otros, se manifiesta como una necesidad a los pocos meses de vida. Todo, absolutamente todo lo que él es da cuenta de una naturaleza esencialmente excéntrica y carente.
Por eso mismo, reconocer una necesidad (que eso es lo que hace quien pide algo) no es otra cosa que manifestar la idea que uno tiene de sí mismo es acorde a la realidad. Cuando el Papa dice: “Yo me siento de verdad con tantos límites, con tantos problemas, también pecador” no hace, por tanto, gala de falsa humildad, sino de realismo, de salud mental.
Cuando además, de la vocación del hombre al amor se ha hecho la propia vocación… cuando se ha comprendido, de verdad, que la felicidad propia no se puede concebir de otra forma sin ir a dar de golpe contra una pared, la reacción natural de la persona es la de buscar ayudas extraordinarias, porque extraordinaria también es la misión que se tiene ante sí.
“Recen por mí” significa, en el fondo, los necesito a ustedes y a Dios. No puedo llegar a Él sin su intercesión, ni a ustedes sin su ayuda.
Edith Stein decía, a propósito de la oración, que “en el diálogo amoroso de un alma con Dios germinan los grandes acontecimientos que cambian el rumbo de la historia”. Por eso, me sumo a la que ha sido una constante en las palabras del Papa y pido lo mismo… recen por mí.