Hasta ahora ha predominado la lógica del regionalismo vertical, promotor de la neutralidad técnica y de la intervención coyuntural desde el Estado hacia regiones. Es hora de pasar a un regionalismo democrático, reconocer la dimensión política de los territorios y avanzar hacia un Estado Regional promotor de procesos de desarrollo territorial construidos desde las propias regiones.
La historia regionalista de Chile demuestra que la regionalización, y su respectiva “división política administrativa”, no ha puesto el foco de atención en la dimensión sociopolítica de las regiones. Prueba de aquello fue la regionalización autoritaria de Pinochet, diseñada bajo criterios de orientación geopolítica. Es así como la “técnica regionalista” ha estado más al servicio de un Estado históricamente centralista, que al servicio de la construcción de un Estado Regional. Esta doctrina verticalista, que casi siempre ha puesto el foco en la justificación de la existencia o no de regiones, se contrapone con una visión regionalista focalizada en la sostenibilidad y construcción sociopolítica de ellas.
El enfoque de la construcción sociopolítica de las regiones, persigue reconocerlas no sólo bajo criterios de kilómetros cuadrados, tamaño de la población, actividad económica, peso de la burocracia, límites administrativos, o accidentes geográficos, sino que principalmente desde la configuración social, política, e histórica de dicho territorio, por ejemplo, como sucedió con la creación de la Región de Los Ríos. Esto significa que condicionantes como la identidad socio cultural, la historicidad de un territorio y la capacidad de articulación de sus actores en función de un proyecto político territorial, son esenciales para hablar de “Regiones”.
[cita]Hasta ahora ha predominado la lógica del regionalismo vertical, promotor de la neutralidad técnica y de la intervención coyuntural desde el Estado hacia regiones. Es hora de pasar a un regionalismo democrático, reconocer la dimensión política de los territorios y avanzar hacia un Estado Regional promotor de procesos de desarrollo territorial construidos desde las propias regiones. [/cita]
Ñuble cumple con todos esos requisitos. Para su gente, para sus actores políticos, productivos y para su propia historia están constituidos como una región distinta a la del Bío Bío. Al conocer su demanda, al dialogar con sus actores, queda la sensación que no necesitan un estudio técnico para ratificar aquello. Su demanda actual es política, no es técnica, más aún no ha sido construida ni visibilizada por la vía de la protesta, ha sido socializada por la vía del consenso por más de 20 años. Su riqueza histórica, identidad cultural, sumado al consenso generalizado de sus actores, le otorgan a la idea de Ñuble Región una potencia social que la hace gozar de mucha legitimidad política entre sus habitantes.
Esta argumentación no significa que los estudios técnicos no sean necesarios para crear una región, significa que son esfuerzos parciales si sólo se concentran en la justificación de su creación. En esta última dimensión es donde ha fallado el Estado, no ha puesto su aparataje técnico a disposición de las regiones para desplegar sus capacidades y facilitar, acompañar y potenciar los factores internos que determinan su desarrollo territorial. De haber sido así, se habrían aminorado las crecientes disparidades y desequilibrios territoriales que muchas veces han gatillado la necesidad de muchos territorios por transformarse en región. Mideplan y hoy Subdere, se han transformado prácticamente en contenedores de “supuestas” demandas separatistas de las regiones, desplegando pesadas burocracias que se concentran esencialmente en entregar subsidios y programas, pero no acompañan ni detonan procesos de desarrollo territorial en regiones.
Esta falta de acompañamiento sistemático del Estado a las regiones, ha hecho que el regionalismo se vuelva coyuntural sólo para ser “juez técnico” y justificar o negar la existencia de una región, pero este enfoque no ha sido usado por el Estado para promover desarrollo territorial. Territorios como Ñuble, Loa, Aconcagua, Maule, Osorno lo único que piden es mayor equidad territorial pero no separarse del Estado Nación.
Ñuble merece ser región, que duda cabe, pero también merece un acompañamiento “técnico” que la lleve a transformarse en ejemplo en materia de fortalecimiento democrático, desarrollo productivo, disminución de brechas territoriales, entre otras cosas. El Estado y los próximos gobiernos no pueden seguir exigiendo criterios técnicos sólo para crear una región y luego de ello transformarse en espectadores de los procesos de desarrollo territorial que NO se dan en las regiones. De lo contrario, y a raíz de las crecientes disparidades territoriales que se han evidenciado, es muy probable que sigan surgiendo demandas por creación de más regiones.
Hasta ahora ha predominado la lógica del regionalismo vertical, promotor de la neutralidad técnica y de la intervención coyuntural desde el Estado hacia regiones. Es hora de pasar a un regionalismo democrático, reconocer la dimensión política de los territorios y avanzar hacia un Estado Regional promotor de procesos de desarrollo territorial construidos desde las propias regiones.