A partir de los resultados INICIA no es posible saber qué instituciones lo están haciendo mejor, y constituye una falacia señalar que algunos programas preparan mejor o peor que otros a sus estudiantes de pedagogía a partir de tales datos, pues sus resultados se asocian a la ‘’calidad’’ de los estudiantes que están recibiendo, y los hallazgos investigativos sugieren una debilidad abrumadora y transversal de los itinerarios formativos para lograr docentes idóneos.
Los resultados de la prueba INICIA indican persistentemente que la mayoría de los egresados de Pedagogía Básica no tienen los conocimientos que se requieren para un buen desempeño profesional, dibujando un panorama de resultados heterogéneos en un escenario básico de precariedad y un análisis que es categórico al mostrar que quienes ingresaron a pedagogía con más alta PSU tienen mejores resultados en INICIA (MINEDUC, 2011, 2012).
Es decir, los resultados en esta prueba podrían atribuirse a lo que los profesores recién egresados sabían antes de estudiar pedagogía, y no a lo que aprendieron durante su formación docente. La elevada correlación positiva entre los puntajes PSU e INICIA permite discutir la posibilidad de que la variable que genera la diferencia sea efectivamente el proceso formativo. Si tal como señalan los resultados INICIA, las instituciones que reciben estudiantes de bajos puntajes PSU tienden a mostrar bajos resultados en la prueba de conocimientos, la discusión que cobra fuerza es aquella relativa al peso de la formación docente, pues este hallazgo permitiría inferir que los resultados de INICIA dependen de la educación escolar recibida, y con ello, del nivel socioeconómico del que proviene el egresado de pedagogía, dada la alta correlación que en nuestro país se observa entre resultados SIMCE y PSU con el nivel socioeconómico.
Hasta ahora no sabemos con certeza si los docentes obtienen valor agregado del proceso formativo. Al menos en dominios evaluados en esta prueba, la evidencia preliminar indica que no se observa tal valor añadido. Un estudio de Manzi (2012) analizó las diferencias entre resultados INICIA obtenidos por recién egresados y los resultados que en la misma prueba obtienen otros estudiantes que comienzan su formación en carreras de pedagogía, y, en general, no observó avances, sino incluso, retrocesos. Otro estudio que nos encontramos desarrollando en el CIDE/ Universidad Alberto Hurtado, que compara resultados PSU con resultados INICIA muestra, básicamente, los mismos resultados.
[cita]A partir de los resultados INICIA no es posible saber qué instituciones lo están haciendo mejor, y constituye una falacia señalar que algunos programas preparan mejor o peor que otros a sus estudiantes de pedagogía a partir de tales datos, pues sus resultados se asocian a la ‘’calidad’’ de los estudiantes que están recibiendo, y los hallazgos investigativos sugieren una debilidad abrumadora y transversal de los itinerarios formativos para lograr docentes idóneos.[/cita]
Surge entonces la necesidad de detenerse en una idea fundamental: ante la posibilidad que ofrece INICIA de contar con criterios más objetivos para hacer una primera aproximación a la calidad de la formación inicial docente, comparando distintas entidades formadoras, se relevan al menos dos necesidades: a) para la definición de políticas públicas: contar con información que permita determinar cuáles son los programas formativos susceptibles de ser beneficiarios de becas y créditos, a partir de dos criterios básicos, uno relativo a efectiva capacidad de alcanzar las exigencias mínimas que se han definido para los egresados de estos programas, y otro respecto del valor agregado que entregan; y b) para la toma de decisiones de las familias y postulantes a pedagogía: contar con garantías acerca de estándares mínimos de calidad en la oferta formativa, así como de ejercer el derecho a estar informados respecto de en qué programas resulta más conveniente estudiar, dado el valor que agregan.
Hoy, a partir de los resultados INICIA no es posible saber qué instituciones lo están haciendo mejor, y constituye una falacia señalar que algunos programas preparan mejor o peor que otros a sus estudiantes de pedagogía a partir de tales datos, pues sus resultados se asocian a la ‘’calidad’’ de los estudiantes que están recibiendo, y los hallazgos investigativos sugieren una debilidad abrumadora y transversal de los itinerarios formativos para lograr docentes idóneos, particularmente entre estudiantes que ingresan con bajos niveles de competencias, que son también una abrumadora mayoría.