Publicidad

“Holi”, “cmo tai”, “t kro”

Publicidad
Sofia Wulf
Por : Sofia Wulf Sofía Wulf es Coordinadora Voces Católicas.
Ver Más

Hay quienes dicen: “es mejor chatear que hablar, porque es más barato, lo puedes hacer a cualquier hora y ahorras tiempo”. Nos comunicamos entonces con sorbos de mensajes “holi”, “cmo tai”, “t kro”. Pero solemos sentirnos cada vez más solos. Nos falta el encuentro con el otro, el reconocer que el prójimo existe, está ahí. No sólo parado en la misma fila del Transantiago, sino con las mismas preocupaciones o cansancio después del día de trabajo.


Sofía Wulf es Coordinadora Voces Católicas.

Es común ver una fila de personas que esperan poder subir a un bus del Transantiago. Suelen estar con la cabeza abajo, los dedos que se mueven incesantemente y un par de audífonos. Estamos cada vez más conectados pero incomunicados y eso que la palabra comunicación deriva del latín communicare, que significa “compartir algo, poner en común”.

Soy de las tantas usuarias de los dispositivos que nos permiten estar en varios momentos a la vez y que nos dan la ilusión de compañía que tanto ansiamos.

El problema no es de la tecnología sino del uso que le damos. Hoy la sicología está tratando los conflictos de adicción al celular o Nomophobia que se manifiestan en síntomas como: no poder apagar el celular y dormir con él, sentir miedo a que se le vaya la batería o a la posibilidad de perderlo, revisar constantemente si llegaron mensajes o mails nuevos, etc.

[cita]Hay quienes dicen: “es mejor chatear que hablar, porque es más barato, lo puedes hacer a cualquier hora y ahorras tiempo”. Nos comunicamos entonces con sorbos de mensajes “holi”, “cmo tai”, “t kro”. Pero solemos sentirnos cada vez más solos. Nos falta el encuentro con el otro, el reconocer que el prójimo existe, está ahí. No sólo parado en la misma fila del Transantiago, sino con las mismas preocupaciones o cansancio después del día de trabajo.[/cita]

Por lo que se ve, las tecnologías han ido modelando no sólo lo que hacemos sino lo que somos. Antes, nos habría molestado de sobre manera ver a alguien mandando un mensaje durante una reunión o en un funeral. Hoy esto es común y muchas veces aceptado.

Los dispositivos nos dan la sensación de poder sobre nuestro tiempo y espacio. Nos ayudan a elegir cuando queremos salirnos del lugar en el que estamos para irnos a otro. Es el sueño del superhéroe con capacidad de bilocación (estar en dos lugares a la vez).

Pero también estos aparatos nos permiten mostrar lo que queremos de nosotros mismos. En Facebook, twitter, mail o mensajes; podemos escribir, borrar y editar lo que enviamos y de esa manera nuestras relaciones son cada vez más perfectas. El problema es que nos estamos olvidando de cómo se construyen las relaciones humanas, porque las conversaciones son desordenadas, en tiempo real, demandantes y corremos el riesgo de decir cosas que provoquen a los demás o no siempre nos dejen tan bien.

Conversar es importante, es el mejor espacio para construir nuestra propia personalidad; ya que es en los momentos en los que hablo y comparto, cuando logro conocerme.

Hay quienes dicen: “es mejor chatear que hablar, porque es más barato, lo puedes hacer a cualquier hora y ahorras tiempo”. Nos comunicamos entonces con sorbos de mensajes “holi”, “cmo tai”, “t kro”. Pero solemos sentirnos cada vez más solos. Nos falta el encuentro con el otro, el reconocer que el prójimo existe, está ahí. No sólo parado en la misma fila del Transantiago, sino con las mismas preocupaciones o cansancio después del día de trabajo. Tal vez si le hablamos o le saludamos lograremos ser más humanos y felices.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias