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La derecha en ruinas

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Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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La derecha no tiene para cuándo, y no porque las ideas en las que creía sean ya anacrónicas, sino porque no supo repensarlas y descubrir su plena vigencia. Porque, digámoslo claro para que esta columna no llame a equivocación, las ideas de derecha siguen estando muchísimo más cerca de la verdad que las de izquierda, así sea que estén en retirada a causa de que muy pocos crean en ellas. La derecha no tiene para cuándo mientras no se llame a sí misma a retiro y no haga lo que los especialistas sugieren en momentos de crisis: darle espacio a la reflexión en desmedro de la acción.


No tiene para cuándo. Y si por casualidad obtuviera algún triunfo, no pasará de ser como el de la última elección: absolutamente precario. Porque su identidad y las convicciones que alguna vez le dieron fuerza, ya no están.

La derecha perdió la fe. Sin Pinochet, sin el modelo económico y sin su idea de familia, no es nada. Y si se distingue de su adversario, es simplemente por una cuestión de matices; lo que ofrece, por tanto, es un producto aguado que ni ella misma compraría.

A 40 años del Golpe, la derecha ha teñido de dudas su juicio sobre el Gobierno Militar. Puede tener la certeza de que la interpretación de la historia que hace la izquierda es muy voluntarista, pero eso no alcanza para mantener incólume la opinión que alguna vez ella tuvo respecto del carácter inevitable de la intervención de los militares en la política y, sobre todo, de su permanencia en el poder por casi 20 años.

Después de haber apoyado a Pinochet, declararse defensora de la libertad con algo de credibilidad le resulta prácticamente imposible; y no es capaz de rebatir la idea típicamente socialista (de origen marxista), de que, en vistas a la obtención de ciertos bienes, es posible y legítimo el atropello de libertades fundamentales.

[cita] La derecha no tiene para cuándo, y no porque las ideas en las que creía sean ya anacrónicas, sino porque no supo repensarlas y descubrir su plena vigencia. Porque, digámoslo claro para que esta columna no llame a equivocación, las ideas de derecha siguen estando muchísimo más cerca de la verdad que las de izquierda, así sea que estén en retirada a causa de que muy pocos crean en ellas. La derecha no tiene para cuándo mientras no se llame a sí misma a retiro y no haga lo que los especialistas sugieren en momentos de crisis: darle espacio a la reflexión en desmedro de la acción.[/cita]

Por otra parte, el modelo económico en el que la derecha alguna vez creyó como en la panacea, mostró sus limitaciones. Desde el punto de vista teórico, porque ese modelo no es suficiente como para sustentar una civilización. Y desde el punto de vista fáctico, porque quienes se han llamado partidarios suyos han dejado en evidencia que, antes que el respeto a las reglas del juego, estaban sus intereses corporativos.

La idea de familia como pilar de la sociedad perdió también su vigor. Y si en algún momento ella se concibió como un factor determinante en la cultura, hoy se reduce a una cuestión de mera preferencia individual. La defensa de la familia pasó, así, a entenderse como una simple oposición (al aborto, al matrimonio homosexual); oposición que es absolutamente marginal dentro de un proceso de desintegración que ya ocurrió y que, probablemente, sea irreversible.

La derecha no tiene para cuándo, y no porque las ideas en las que creía sean ya anacrónicas, sino porque no supo repensarlas y descubrir su plena vigencia. Porque, digámoslo claro para que esta columna no llame a equivocación, las ideas de derecha siguen estando muchísimo más cerca de la verdad que las de izquierda, así sea que estén en retirada a causa de que muy pocos crean en ellas.

La derecha no tiene para cuándo mientras no se llame a sí misma a retiro y no haga lo que los especialistas sugieren en momentos de crisis: darle espacio a la reflexión en desmedro de la acción.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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