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¿Odia el aysenino al afuerino?

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Patricio Segura
Por : Patricio Segura Periodista. Presidente de la Corporación para el Desarrollo de Aysén.
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Aysén no es ni será el primer lugar donde el encono hacia lo extranjero –en este caso hacia el que no comulga con el modelo neoliberal instalado- brote como flora en el humedal. Basta leer sobre los temores hacia el ultranacionalismo hoy renaciente en Europa. Así ha pasado desde siempre en la historia de los pueblos y la diferencia ha sido la respuesta colectiva al odio que comienza a contaminar las relaciones de una comunidad. Bertolt Brecht fue un preclaro poeta e intelectual que previó los riesgos que la antipatía hacia el otro distinto puede acarrear a una sociedad.


Desde hace un tiempo una incipiente xenofobia se ha venido instalando en la región de Aysén.  La desconfianza al afuerino (sea turista, empresario, conservacionista o chileno no nacido y criado) avanza lentamente por los campos y pavimentos de esta tierra donde, hace no mucho, vivían solo hoy extintos habitantes originarios junto a fauna silvestre colmada, por mencionar algunos, de picaflores, guanacos, huillines, pumas, cóndores, patos cortacorriente, huemules, pudúes, zorros. Muchos de ellos, junto a sus ecosistemas, víctimas de la huella que como especie hemos ido dejando en el planeta gracias a una particular visión de lo que es el progreso.

Debo reconocerlo, también soy afuerino.  Llegué hace ya 18 años a esta Patagonia y aunque con ello pueda decir que he alcanzado una suerte de “mayoría de edad territorial”, para muchos que no comparten mi mirada pública sobre el desarrollo de Aysén no soy más que un advenedizo con opiniones ilegítimas sobre el lugar en que vive.

Por eso me llama la atención la última etapa de esta cruzada.  Me refiero a la actividad que un grupo de personas, adherentes de la recientemente creada Agrupación Voz de la Patagonia, hicieron frente a Valle Chacabuco para dar cuenta de su cuestionamiento al interés de Douglas Tompkins de donar al Estado chileno –como lo hizo con el hoy fiscal Parque Nacional Corcovado- un área de conservación donde antes hubo una estancia ganadera.

En esta lucha regionalista anti-afuerinos-que fomentan-la-conservación-y-el-turismo como opciones de desarrollo sustentable para Aysén (batalla donde al parecer el acaparamiento del agua y del subsuelo minero no son consideradas legítimas como defensa de lo propio) tienen varios aliados.  Alcaldes como Patricio Ulloa, diputados como David Sandoval y medios de comunicación como las radios Patagonia y Ventisqueros, y en ocasiones Canal 4, incentivan muchas veces ese rencor hacia quienes, no habiendo nacido en Aysén, ven esta tierra como un espacio para hacer las cosas de otra forma. Incluso recuperando el territorio para el reasentamiento de la malograda biodiversidad.

Porque dejemos las cosas claras. La discusión de fondo no encaja sólo en un chovinismo simple y puro. Tiene mucho de ideología, al dirigirse esencialmente a quienes miran de otra forma el desarrollo, quienes no ven en la extracción intensiva de los recursos naturales el cuerno de la abundancia. Mal que mal, gran parte de quienes lideran esta especie de expedición patriótica del fin del mundo son férreos defensores de los proyectos de represas, con muy pocas y contadas excepciones. Y como telón de fondo, los funcionarios de HidroAysén fogoneando la ofensiva.

No es la primera vez que me refiero a la relación entre el aysenino (entendido éste como el que nació en Aysén) y el foráneo.  En ocasiones he aludido a los extranjeros avecindados que en mi opinión aportan mucho a la región, en otras he abordado la siempre vigente pugna entre visiones distintas en una misma comunidad. Y, también, he esbozado las particularidades del vivir el día a día en esta Trapananda, con el respeto que me merecen quienes hicieron camino al andar. Nunca he tenido alma de mártir, pero siempre he creído que si no se hacen contrapuntos –cuando a uno le es posible- en el devenir de lo público, se es cómplice por omisión de esa realidad que se construye en la cotidianeidad.

Aysén no es ni será el primer lugar donde el encono hacia lo extranjero –en este caso hacia el que no comulga con el modelo neoliberal instalado- brote como flora en el humedal. Basta leer sobre los temores hacia el ultranacionalismo hoy renaciente en Europa. Así ha pasado desde siempre en la historia de los pueblos y la diferencia ha sido la respuesta colectiva al odio que comienza a contaminar las relaciones de una comunidad.  Bertolt Brecht fue un preclaro poeta e intelectual que previó los riesgos que la antipatía hacia el otro distinto puede acarrear a una sociedad.

Más de alguien podría decir que fue la campañaPatagonia sin Represas la que inició esta ofensiva.  No puedo negar que existen quienes encuentren plausible tal afirmación. Sin embargo, la historia nos dice lo contrario. Recorra cualquiera de los caminos seguidos por muchos pueblos de Chile y el mundo y comprenderá que donde la presión externa por el uso intensivo de sus recursos naturales se ha instalado, la división ha sido uno de los impactos más notorios y de largo plazo.

Reflexionar sobre esto es responsabilidad de todos quienes vivimos en Aysén. Los nacidos y criados, los venidos y quedados. Los de primera, segunda y tercera generación.  También de los que vendrán.  Es responsabilidad de todos para quienes esta tierra es nuestro hogar.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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