En la Municipalidad de Santiago queremos darles un giro a las relaciones que sostenemos con los vecinos con discapacidad, y como primera medida hemos capacitado a funcionarios de las unidades que atienden público, en aspectos como el lenguaje de señas para vecinos sordos, el lenguaje básico para atender a personas ciegas, pero reconocemos que aún queda mucho por avanzar.
Este 3 de Diciembre se conmemoró el día Internacional de las Personas con Discapacidad, y este día debemos recordar que la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos de las personas con discapacidad ha sido larga y ardua, pero ha dado frutos. El año 2006 la ONU promulgó la Convención Internacional por los Derechos de las Personas con Discapacidad, instrumento que Chile no tardó en suscribir. Esta carta de navegación con que nos hemos comprometido como país, nos obliga a cambios radicales en nuestra forma de relacionarnos con este grupo de ciudadanos y ciudadanas. Este cambio implica, como acto fundacional, reconocer nuestra deuda social hacia las personas con discapacidad, puesto que la brecha que nos separa de los estándares convenidos en la declaración universal es aún muy grande.
En la Municipalidad de Santiago reconocemos la existencia de la brecha, la declaramos y la asumimos.
Es cierto que en los últimos veinte años hemos avanzado considerablemente en esa dirección y que hoy la igualdad de derechos es una idea en gran medida aceptada y compartida por la sociedad chilena. A la hora de la verdad, sin embargo, las personas con discapacidad que requieren algún tipo de apoyo para ejercer sus derechos no tienen las mismas oportunidades que el resto de la población.
Este es el momento de llevar los derechos a los hechos. La única forma de hacerlo es poner en práctica el respeto, la protección y la defensa de los derechos de las personas con discapacidad asumiendo que estas acciones constituyen su garantía máxima. Debemos entender que la protección de los grupos más vulnerables, independientemente de cuáles sean sus causas – la edad, la deficiencia, la enfermedad, pobreza–, dan la medida de la capacidad que tiene una sociedad para responder a las necesidades de todos y, por lo tanto, constituye el mejor indicador de su grado desarrollo social.
[cita] En la Municipalidad de Santiago queremos darles un giro a las relaciones que sostenemos con los vecinos con discapacidad, y como primera medida hemos capacitado a funcionarios de las unidades que atienden público, en aspectos como el lenguaje de señas para vecinos sordos, el lenguaje básico para atender a personas ciegas, pero reconocemos que aún queda mucho por avanzar. [/cita]
En primer lugar, debemos facilitar a las personas con discapacidad el ejercicio de sus derechos, informándoles adecuadamente acerca de los mismos y ayudándoles a ejercerlos cuando sea necesario. Difícilmente podrán acceder a las prestaciones económicas a las que tienen derecho o a los servicios que mejor responden a sus necesidades y preferencias si no los conocen; dicho sea de paso, en Chile, el mayor problema de la extrema vulnerabilidad, no es la escasez de recursos, sino los problemas de acceso a ellos, ya sea por desconocimiento o por falta de oportunidades para optar a ellos.
Debemos comprometernos decididamente a derribar las barreras físicas, sociales y culturales que impiden la participación social de todas las personas con discapacidad. De nada sirve reconocer que las personas con discapacidad tienen derecho a participar en la sociedad, si persiste su dificultad para ello, si no abrimos las posibilidades de acceder a un trabajo digno, a la cultura, a la información, al uso de los espacios públicos, al transporte, a la justicia, y en definitiva a todo aquello que conforma nuestra vida social.
Debemos promover la autodeterminación de las personas con discapacidad evitando la tendencia a sobreprotegerlas e infantilizarlas. Reconocer y asumir su capacidad para elegir la vida que desean llevar exige que quienes conforman su entorno inmediato, y la sociedad en general, superen esa arraigada tendencia a la compasión. Esta actitud dificulta el ejercicio de sus derechos, y el trato diferenciado que conlleva, ahonda el sentimiento de discriminación. Así, debemos promover su autonomía en las decisiones que les afectan en lo patrimonial, lo afectivo, la sexualidad, la vida en común, etc.
Debemos promover que la identidad de las personas con discapacidad se nos constituya por su condición de personas y no por su discapacidad. Las personas con discapacidad tienen, como las demás, diversas facetas en su forma de ser y en su forma de vivir –habilidades, sentimientos, sensaciones, miedos, preferencias, prioridades, rechazos y manías que no se encuentran necesariamente relacionadas con su discapacidad– y, por lo tanto, sólo debemos tomar esta última en consideración cuando resulte pertinente con respecto a aquello que estemos diciendo o haciendo
En la Municipalidad de Santiago queremos darles un giro a las relaciones que sostenemos con los vecinos con discapacidad, y como primera medida hemos capacitado a funcionarios de las unidades que atienden público, en aspectos como el lenguaje de señas para vecinos sordos, el lenguaje básico para atender a personas ciegas, pero reconocemos que aún queda mucho por avanzar.
Una sociedad es accesible cuando quienes viven en ella tienen la posibilidad real de participar, de vivir a su manera, de relacionarse y de acceder a los servicios, todo ello en condiciones de igualdad con el resto de la ciudadanía. Una sociedad accesible no discrimina a las personas por ninguna razón – ni por motivos económicos, ni por motivos sociales, ni por motivos personales–, y asume la diversidad de todos los ciudadanos que la integran, y respeta y hace respetar sus diferencias.
Así, este 30 de noviembre recién pasado, hemos realizado nuestro Primer Cabildo Ciudadano de Personas con Discapacidad, que reunirá a todas las personas con discapacidad que quieran referirse al Santiago del Presente y a la ciudad inclusiva en la que quieren vivir en los próximos años.
En la Municipalidad de Santiago pensamos que la construcción de una sociedad de estas características implica varios cambios fundamentales con respecto a las personas con discapacidad: Por un lado, es imprescindible abandonar la idea de que la normalización consiste en incorporar a estas personas a estructuras y procedimientos concebidos sin tener en cuenta sus necesidades y entender que, por el contrario, consiste en integrarlas en nuestros entornos de vida habituales adaptando estos entornos a las necesidades de todos. Aceptar la diferencia de un niño con discapacidad en la escuela no significa “admitirlo” en la escolarización ordinaria, significa adaptar esta última a sus necesidades y considerar que esa especificidad también forma parte de la escuela ordinaria.
Conseguir que estas directrices de actuación se conviertan en una realidad y redunden en beneficio de las personas con discapacidad y del conjunto de la población, exige el compromiso de todos. En esa tarea estamos y a ella queremos convocar al resto del país.