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Ciudadanos invisibles: los inmigrantes ¿quiénes son?

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Daisy Margarit
Por : Daisy Margarit Investigadora del Núcleo Milenio Movilidades y Territorios. Académica Instituto Estudios Avanzados IDEA USACH.
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Como sociedad cabe preguntarse si estamos protegiendo a los sujetos inmigrantes que viven en Chile, si hemos sido capaces de advertir la real magnitud del fenómeno no solo en cifras, comprendiendo que los movimientos de la población son consustanciales a los seres humanos. La inmigración es parte de la naturaleza de las personas, todos hemos migrado alguna vez, cambiándonos de país, de región o de barrio.


Hace unas semanas fue encontrado muerto un ciudadano de origen peruano en un cité de la comuna de Santiago Centro, la noticia aparece en los medios por su connotación de crónica roja. La pregunta que nos cabe es por qué recordamos que vivimos con ciudadanos de distintas nacionalidades sólo cuando surgen noticias de corte delictual, de violencia, de conflictos entre vecinos o de hechos dramáticos como la muerte de algunos de ellos en circunstancias que dan cuenta de la precariedad en la viven las personas que han inmigrado a Chile.

Los inmigrantes que llegan a Chile son hombres y mujeres que han tomado la decisión de migrar en la búsqueda de mejores condiciones de vida. Llegan primero solos y la gran mayoría son mujeres –un 54%, según Casen 2009–, fenómeno conocido como la “feminización de la migración” y que es característico de los flujos migratorios contemporáneos.

Las motivaciones por las cuales se inicia el proyecto migratorio varían en cada caso; así, distinguimos razones de orden individual, como buscar mejores perspectivas de desarrollo profesional; de orden familiar, como alcanzar una mejor calidad de vida para sus integrantes; y también las personales, como seguir a familiares y conocidos que ya partieron. Sin embargo, existe un patrón común que los une: la búsqueda de mejores expectativas de vida, materializadas en un incremento de los ingresos para ellos o su familia. Esta es la historia de muchos extranjeros que han migrado a Chile durante los últimos diez años.

[cita]Como sociedad cabe preguntarse si estamos protegiendo a los sujetos inmigrantes que viven en Chile, si hemos sido capaces de advertir la real magnitud del fenómeno no sólo en cifras, comprendiendo que los movimientos de la población son consustanciales a los seres humanos. La inmigración es parte de la naturaleza de las personas, todos hemos migrado alguna vez, cambiándonos de país, de región o de barrio.[/cita]

En diciembre del año 2009, el Departamento de Extranjería y Migración (DEM) del Ministerio del Interior, estimó que en Chile la población extranjera ascendía a 352.344 personas, lo cual representa al 2,08% de la población total. De este porcentaje, el 73% corresponde a inmigración sudamericana, proveniente de países fronterizos como Perú (37,1%), Argentina (17,2%) y Bolivia (6,8%).

Cuando nos adentramos en las historias de los inmigrantes, reconocemos que el proceso migratorio no está exento de dificultades, como la llegada a la ciudad, el reconocimiento de la sociedad receptora, el establecimiento en los barrios y la posterior búsqueda de vivienda, muchas veces precaria y en condiciones  de inhabitabilidad por el deterioro de las instalaciones de servicios básicos y estado de conservación de los inmuebles, a los que ellos acceden por constituirse en un mercado de vivienda más flexible, en términos de arriendos más baratos y sin mediar contratos con requisitos de permisos de residencia y antigüedad laboral. Por su parte, en el ámbito laboral, significativo es el que muchos inmigrantes se empleen en labores para las que están sobrecalificados, aceptando puestos laborales que requieren menor escolaridad e instrucción que la que poseen.

Los problemas que les atañen sólo a ellos como sujetos inmigrantes son muchas veces invisibilizados, tal vez los vinculados con la esfera laboral son los más conocidos, gracias a su difusión en la prensa; un ejemplo claro fue el caso de trata de personas con fines de explotación laboral en el sector agrícola el año 2011.

Ante este panorama de quiénes son los inmigrantes en Chile, cabe recordar que esta semana se cumplen trece años desde que la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó “el Día Internacional del Migrante”, invitando a los Estados Miembros, así como a las organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, a que, para conmemorar este día, difundan información sobre los derechos humanos y las libertades fundamentales de los migrantes, intercambien experiencias y formulen medidas para protegerlos.

Entonces como sociedad cabe preguntarse si estamos protegiendo a los sujetos inmigrantes que viven en Chile, si hemos sido capaces de advertir la real magnitud del fenómeno no sólo en cifras, comprendiendo que los movimientos de la población son consustanciales a los seres humanos. La inmigración es parte de la naturaleza de las personas, todos hemos migrado alguna vez, cambiándonos de país, de región o de barrio. Todos somos migrantes en algún momento de nuestras vidas, lo que nos permite empatizar con las vivencias de aquellos que deciden emigrar a Chile.

La protección a los inmigrantes, se funda en el reconocimiento de los derechos sociales, culturales, económicos y políticos, basados en el respeto de las personas, se refiere en comprender que los derechos de los ciudadanos son para todos, y que estos derechos no se pierden por el cambio de lugar de residencia. Cuando se invisibliza y no se reconoce en el “otro” su condición de ser humano, el respeto se pierde.

La falta de respeto, como nos señalara Richard Sennett (el músico y sociólogo norteamericano) «aunque menos agresiva que un insulto directo, puede adoptar una forma igualmente hiriente. Con la falta de respeto no se insulta a la otra persona, pero tampoco se le concede reconocimiento; simplemente, no se la ve como un ser humano integral, cuya presencia importa».  La tarea es de todos, iniciar un camino de reconocimiento de la diferencia, de construir espacios de igualdad de derechos a todos los hombres, mujeres y niños que vivan en Chile, sin importar su origen, sin importar si son extranjeros o chilenos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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