Piñera no fue, sin embargo, un Presidente de derecha. Y para quienes votamos por él con la expectativa de que lo fuera, eso será algo difícil de perdonar. Porque ni la buena conducción macroeconómica de un país ni la administración eficiente del Estado, fueron suficientes como para que el sector político que lo votó se sintiera identificado con él. Y es que las ideas políticas de derecha responden a una idea de sociedad y de cultura que no alcanza a ser abarcada por áreas tan específicas como las mencionadas.
Piñera no fue un presidente de derecha. Lo dijo Hermógenes hasta el cansancio y no somos pocos los que nos sentimos plenamente interpretados por esa afirmación suya…
Eso no convierte al ex mandatario en un mal Presidente, ni a su Gobierno en un mal Gobierno; de hecho, la extraordinaria capacidad de trabajo de Piñera y el ímpetu con que enfrentó desafíos complejos como el de la reconstrucción, son méritos suyos objetivos e indiscutibles; y el episodio de los mineros, que hasta cierto punto fue un hecho aislado, puso no obstante de manifiesto cualidades suyas importantes que, sin lugar a dudas, dejaron su impronta en numerosas iniciativas buenas para el país.
Piñera no fue, sin embargo, un Presidente de derecha. Y para quienes votamos por él con la expectativa de que lo fuera, eso será algo difícil de perdonar. Porque ni la buena conducción macroeconómica de un país ni la administración eficiente del Estado, fueron suficientes como para que el sector político que lo votó se sintiera identificado con él. Y es que las ideas políticas de derecha responden a una idea de sociedad y de cultura que no alcanza a ser abarcada por áreas tan específicas como las mencionadas.
Piñera comprendió sólo en parte y de manera superficial esa visión de mundo. Tanto así, que no fue capaz de instalar en el corazón de los chilenos la fórmula con que pretendió darle hilo a su relato con la famosa “sociedad de oportunidades”.
[cita]Las ideas de derecha comprenden también un cierto ethos y ese ethos tiene su origen en una sensibilidad que probablemente políticos como Lagos Escobar o Andrés Velasco encarnan mucho mejor que Piñera; para esa sensibilidad, la simpatía o la calidez de un gobernante son cuestiones accidentales. Y, por el contrario, la seriedad entendida como coherencia, el cuidado de los símbolos republicanos y, sobre todo, la austeridad en el actuar público son exigencias mínimas, exigencias que Piñera no fue capaz de satisfacer.[/cita]
Y no pudo hacerlo por varias razones. La primera de ellas tiene que ver con la idiosincrasia del chileno: la idea contenida en ese eslogan (de que el progreso es posible y de que depende en buena parte de uno mismo) no es una idea fácil de digerir para el chileno; y, por el contrario, contraviene su tendencia natural a pensar que su destino depende por una parte de la suerte y, por la otra, de los subsidios estatales que es capaz de obtener.
Piñera tampoco fue, además, majadero en la repetición de esta idea; y si bien ella estuvo presente en muchas de sus intervenciones, nunca tuvo el carácter de idea fuerza y rectora, que debió haber tenido para que se constituyera de hecho en un relato, en algo que le permitiera al derechista promedio sentir que el proyecto del Gobierno era también un proyecto propio.
Para peor, el ex Presidente osciló muchas veces, tanto en las palabras como en los hechos, entre la sociedad de oportunidades y la sociedad proteccionista, y esos conceptos no son sólo distintos entre sí, sino incluso contradictorios.
Las ideas de derecha comprenden también un cierto ethos y ese ethos tiene su origen en una sensibilidad que probablemente políticos como Lagos Escobar o Andrés Velasco encarnan mucho mejor que Piñera; para esa sensibilidad, la simpatía o la calidez de un gobernante son cuestiones accidentales. Y, por el contrario, la seriedad entendida como coherencia, el cuidado de los símbolos republicanos y, sobre todo, la austeridad en el actuar público son exigencias mínimas, exigencias que Piñera no fue capaz de satisfacer. La parafernalia comunicacional con que empezó y terminó su Gobierno, las señales equívocas que dio en más de una oportunidad anunciando actitudes firmes a las que renunció por la vía de la presión, el telefonazo, en fin…
Piñera no fue un Presidente de derecha, pero fue un buen Presidente. Es de justicia reconocerlo, aunque haya contribuido (y mucho) a una derrota que fue más cultural que electoral.