En síntesis, panorama poco auspicioso de la política de la derecha actual que evidencia cerrazón y carencia de voluntad política transformadora al respecto. ¿Podrá, el gobierno actual, lograr avances mínimos respecto de los derechos sexuales y reproductivos en este marco de insensatez política? Por de pronto, las feministas estamos atentas y en movimiento, porque sabemos firmemente que sólo llorar demandas al Estado-Nación NO asegura el triunfo de nuestras luchas más radicales respecto de las diferencias sexuales.
Llamar por su nombre a realidades político-culturales candentes hoy en Chile resulta una osadía. Por ende, el aborto pasa a ser una palabra escamoteada y silenciada en medio de las tramas de políticas tradicionales y conservadoras. Es un terreno minado. Para nosotras, las feministas, resulta ser una urgencia y una necesidad de justicia imperiosa.
Hemos luchado por este derecho libre y pleno desde que nacimos a la conciencia de que la maternidad es un trabajo (no remunerado) que no tiene nada de “naturalizado”, cuya opción puede y debe estar en manos de las mujeres. La maternidad es una construcción cultural que amerita ser pensada desde las propias sujetos que vivimos dicha experiencia, por ende, la NO maternidad resulta, asimismo, inevitable como zona pensable y posible para nosotras. Sabemos que ambas opciones implican tensiones político-culturales porque nos abren a una densidad cultural incendiaria y en revuelta respecto de los lugares heteronormativos que determinan, autoritariamente, lo que las mujeres tendríamos que “ser” por obligación en contextos culturales conservadores, esto es: madres por naturaleza.
Ambas zonas ponen en juego algo más que la simple reproducción o las múltiples prácticas abortivas que las mujeres hemos ejercitado desde que existimos, dado que hemos sido –y aun somos–, las reproductoras de la especie humana. Todo esto parece muy simple, lógico, hasta de sentido común. Sin embargo, sabemos que la complejidad asoma cuando comenzamos a abrir el ancho mapa simbólico que condensa esta larga disputa ético-política por la maternidad y el aborto libres.
[cita]En síntesis, panorama poco auspicioso de la política de la derecha actual que evidencia cerrazón y carencia de voluntad política transformadora al respecto. ¿Podrá, el gobierno actual, lograr avances mínimos respecto de los derechos sexuales y reproductivos en este marco de insensatez política? Por de pronto, las feministas estamos atentas y en movimiento, porque sabemos firmemente que sólo llorar demandas al Estado-Nación NO asegura el triunfo de nuestras luchas más radicales respecto de las diferencias sexuales.[/cita]
Las sujetos que protagonizamos la escena pro-aborto estamos todavía marcadas por una carga cultural que nos impide ejercer la soberanía plena sobre nuestros deseos y cuerpos. Estamos interdictas porque así el sistema androcéntrico-capitalista sexo-género se asegura de que las mujeres permanezcamos bajo el yugo patriarcal. Esto es una constatación que subyace a cualquier impulso para instalar el debate político tradicional al respecto.
La ministra del Sernam, Claudia Pascual, quien ha expuesto a comienzos de abril sobre los proyectos de legislación posibles respecto de derechos sexuales y reproductivos y el aborto terapéutico en Chile, ante la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en Nueva York, ha recibido una descalificación tajante de parte del diputado Arturo Squella (UDI). El Sr. diputado, además, en una jugada maestra convoca a la DC a pronunciarse al respecto. Historia muy re-conocida por nosotras. La trama conservadora de la derecha y el centro político del país no han hecho, en la historia de Chile, sino impedir los avances en las legislaciones de corte transformador y democrático. Aludiendo a estas temáticas como “sensibles y delicadas” –como les gustaría que fuésemos las mujeres–, Squella sugiere que necesitan por lo tanto ser debatidos donde “corresponde”, esto es, en el Congreso. Como si la voluntad política ciudadana de las mujeres y de los hombres feministas no contaran para nada en este país, como si las organizaciones de hombres y mujeres, l@s transexuales, l@s bisexuales, lesbianas y homosexuales no figuraran en el mapa ciudadano-movimientista del Chile actual. Esta es la cerrazón de la democracia que tenemos. Asimismo, alude frente a las propuestas de Pascal, que éstas necesitan ser “transparentadas”, es decir, higienizadas para que de ellas se borre toda huella posible que sugiera el derecho al aborto libre, seguro y gratuito, lo que él en su espanto, denomina como aborto “sin apellidos”. Culmina, el honorable diputado UDI, con una acusación amenazante a la ministra, sugiriendo que ella debiera denunciar, si es que sabe de las prácticas abortivas, de lo contrario sería partícipe y cómplice del silenciamiento de estos lugares.
En síntesis, panorama poco auspicioso de la política de la derecha actual que evidencia cerrazón y carencia de voluntad política transformadora al respecto. ¿Podrá, el gobierno actual, lograr avances mínimos respecto de los derechos sexuales y reproductivos en este marco de insensatez política? Por de pronto, las feministas estamos atentas y en movimiento, porque sabemos firmemente que sólo llorar demandas al Estado-Nación NO asegura el triunfo de nuestras luchas más radicales respecto de las diferencias sexuales. La historia feminista es nuestra aliada en ello y nos ha enseñado duras y grandes lecciones al respecto.