Este lenguaje de “estadistas”, moderados y sensatos, que argumentan por cuestiones de método –que la mayoría del país comparte–, no quieren explicitar los desacuerdos con los contenidos programáticos del gobierno (o de la mayoría del gobierno). Se han limitado al “método” utilizado (donde el video sobre la reforma tributaria fue catalogado por algunos de la Nueva Mayoría como totalitario, intolerante, de cabezas calientes), haciendo del legítimo debate político algo pecaminoso y restándole, en los hechos, apoyo al contenido de las reformas.
El embajador de Estados Unidos, los ex senadores Jovino Novoa (UDI) y Camilo Escalona (PS), la ex ministra Mariana Aylwin (DC), y los ex ministros Andrés Velasco y J. J. Brunner han desplegado similares argumentos sobre la situación política chilena: hay que cuidar el país, mantener reglas claras, no saltar al vacío, tener mayorías nacionales para hacer cambios, etc. Esto es claramente pensar y decir que la Presidenta Bachelet conduce al país hacia el barranco –consciente o inconscientemente–, junto a un equipo político que desprecia las reglas claras, lo realizado en 25 años y que formaría parte de una “minoría bulliciosa”.
¿Por qué esta convergencia respecto del pasado y las cuestiones procedimentales que se ha dado entre tan importantes personeros políticos forjados en la transición, junto con el recién llegado embajador?
Pienso que este lenguaje de “estadistas”, moderados y sensatos, que argumentan por cuestiones de método –que la mayoría del país comparte–, no quieren explicitar los desacuerdos con los contenidos programáticos del gobierno (o de la mayoría del gobierno). Se han limitado al “método” utilizado (donde el video sobre la reforma tributaria fue catalogado por algunos de la Nueva Mayoría como totalitario, intolerante, de cabezas calientes), haciendo del legítimo debate político algo pecaminoso y restándole, en los hechos, apoyo al contenido de las reformas.
[cita]Los personajes que hablan de moderación, del “interés nacional”, del “clima crispado”, lo están haciendo para atraer sobre sí el liderazgo de una “nueva mayoría” de tipo conservador, de carácter transversal, que le reste fuerza política y social al programa de reformas. Su objetivo táctico es construir un acuerdo de las élites del país e imponérselo al gobierno. Este proceso busca fortalecer a los viejos cuadros de la Concertación –los nostálgicos de Boeninger– para volver a liderar desde La Moneda –¿desde el Ministerio del Interior, podría ser?– una estrategia de consensos que reformen sólo lo que acepten los poderes fácticos.[/cita]
Es evidente que tras esas posiciones está el propósito de debilitar el contenido de las reformas estructurales, para llevarlas al plano de las meras adecuaciones al modelo, que no es lo mismo. Los personajes que hablan de moderación, del “interés nacional”, del “clima crispado”, lo están haciendo para atraer sobre sí el liderazgo de una “nueva mayoría” de tipo conservador, de carácter transversal, que le reste fuerza política y social al programa de reformas. Su objetivo táctico es construir un acuerdo de las élites del país e imponérselo al gobierno. Este proceso busca fortalecer a los viejos cuadros de la Concertación –los nostálgicos de Boeninger– para volver a liderar desde La Moneda –¿desde el Ministerio del Interior, podría ser?– una estrategia de consensos que reformen sólo lo que acepten los poderes fácticos.
Es por lo anterior que aún no entran a cuestionar la profundidad de las reformas comprometidas, pues la fuerza electoral y social sigue en manos del liderazgo de la Presidenta. Pero hay una soterrada campaña del miedo a la regresión a los tiempos de la UP –a la que colabora insólitamente Bunster, del PC– como aquellos tiempos que nadie quiere revivir. Es algo así como que Bachelet podría ser el “neoallendismo” o la “neo-Kerenski”, que es desbordada por la imprudencia de los vociferantes; algo similar afirmó Patricio Melero (UDI). Este clima, con constantes referencias a la UP, refleja el trauma mal procesado de la experiencia política pasada.
Es inaceptable que a 40 años del Golpe de Estado, con un mundo radicalmente distinto culturalmente y más desigual que antes, se pretenda argumentar que las exigencias de garantizar derechos sociales expropiados a por lo menos dos generaciones, se transforme en un intento de “saltar al vacío”. Los traumas individuales no pueden trasladarse a la esfera pública transformados en políticas de los dirigentes.
El proceso social y cultural en desarrollo debe ser encauzado para realizar las reformas comprometidas. La movilización social, la presión de quienes buscan mejores condiciones de vida, reconocimiento de sus derechos y garantías que no serán defraudados, no se detendrá. Decepcionar a los electores de la Nueva Mayoría y a los que ya están decepcionados de las instituciones democráticas, pues ni siquiera ejercieron su derecho a sufragio, por obtener un acuerdo cupular que supuestamente expresará a la “mayoría nacional”, no será más que pavimentar el camino a los neoconservadores autoritarios o a los populismos “apolíticos”. Levantar las manos unidas en símbolo de unidad nacional, se transformó no hace mucho tiempo en la expresión de lo contrario: en el inicio del más importante proceso de transformación política crítica a la transición y de los dos bloques políticos que la habían controlado.