En tiempos en que como país discutimos una profunda reforma al sistema educacional, en que muchos salen a la calle para empujar cambios estructurales, debemos poner en el centro del debate la calidad de estos importantes trabajadores y trabajadoras. Y poner su calidad en el centro del debate implica mejorar estructuralmente su realidad laboral –lo que exige una nueva profesión docente– y, por otra parte, alcanzar una más exigente formación inicial.
A más de una semana de la conmemoración del Día de los Trabajadores, y en días en que miles de estudiantes se movilizan por una reforma educacional, llamamos a poner la mirada sobre los trabajadores de quienes depende gran parte del futuro del país: los docentes. Es necesario contribuir a dignificar la carrera de los maestros y maestras, no sólo por el valor en sí mismo que esto implica con cualquier profesión, sino porque, además, ellos tienen un rol fundamental en la construcción de un mejor futuro, colaborando en la formación de los niños, niñas y adolescentes de Chile.
Está demostrado que son los docentes el principal factor intraescuela en afectar los aprendizajes de los alumnos, y se estima que cada uno de ellos interactúa con al menos 2.000 estudiantes durante su carrera.
Sin embargo, la importancia de este rol no se condice con la realidad laboral a la que están sujetos.
[cita]En tiempos en que como país discutimos una profunda reforma al sistema educacional, en que muchos salen a la calle para empujar cambios estructurales, debemos poner en el centro del debate la calidad de estos importantes trabajadores y trabajadoras. Y poner su calidad en el centro del debate implica mejorar estructuralmente su realidad laboral –lo que exige una nueva profesión docente– y, por otra parte, alcanzar una más exigente formación inicial.[/cita]
Hoy los profesores y profesoras no cuentan con remuneraciones a la altura de sus labores (Chile es uno de los países del mundo con el sueldo inicial y proyección de aumento de sueldo más bajos); tienen una excesiva carga de trabajo fuera del horario establecido en su contrato, trabajo que no es remunerado (tan sólo el 25% de su jornada estipula actividades no lectivas, lo cual resulta insuficiente y dista escandalosamente del 40% promedio de los países de la OCDE); y varios cuentan con un mal clima laboral y falta de apoyo a su labor docente (según señala un estudio del Centro de Políticas Públicas de la U. Católica).
A la dura realidad laboral se suma una deficitaria formación inicial docente (la gran mayoría de carreras de pedagogía tiene escasa o nula selectividad, y el 54% de ellas no están acreditadas por más de 3 años), entre otros problemas del sistema.
Así, no es sorprendente que el 40% de los docentes se retire de las escuelas antes de terminar su quinto año de trabajo.
Por lo tanto, en tiempos en que como país discutimos una profunda reforma al sistema educacional, en que muchos salen a la calle para empujar cambios estructurales, debemos poner en el centro del debate la calidad de estos importantes trabajadores y trabajadoras. Y poner su calidad en el centro del debate implica mejorar estructuralmente su realidad laboral –lo que exige una nueva profesión docente– y, por otra parte, alcanzar una más exigente formación inicial.
Lograr incluir este desafío en la reforma que se discute sólo es posible con la participación de los actores de la educación, especialmente de quienes conocen más que nadie esta realidad: los docentes. Sólo así lograremos enaltecer el rol del maestro y la maestra y alzarlos al sitial que merecen en nuestra sociedad, paso importante para mejorar la calidad de nuestra educación.