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Ley de Multirut: de vuelta a los gloriosos 90

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José Luis Ugarte
Por : José Luis Ugarte Profesor de Derecho Laboral Universidad Diego Portales
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¿Por qué Barbará Figueroa salió a defender apasionadamente un proyecto tan torpe? ¿No le parecerá sospechoso que el diputado Melero comparta con ella el entusiasmo por la nueva ley y diga que es un avance? ¿No le molesta que al día de hoy el Gobierno no ha presentado esa reforma que hará un antes y un después en la situación de los trabajadores chilenos: como es establecer la negociación colectiva por rama o sector?


Debe ser el proyecto más torpe aprobado en cuestiones laborales desde el retorno a la democracia. Tan mediocre que la única forma que tuvo el oficialismo de defenderlo en el Parlamento, fue acallando el debate en una insólita alianza entre los inefables Andrade y Schilling y la derecha para evitar que se siguieran detectando las fallas de un proyecto que no convence a nadie.

Y es que parece que una parte de la Nueva Mayoría quiere volver a hacer con los trabajadores eso que salió tan bien antes. En esa década dorada de los noventa: donde se hacían microrreformas, de espaldas a los trabajadores, con el aplauso del gran empresariado, para –al final– dejar todo igual. Todo bajo la complicidad inofensiva de Arturo Martínez.

Cómo no recordar esa época dorada de las reformas laborales de Cortázar: hacer que algo cambia para que todo siga igual. Hacer unos ajustes por aquí y por allá, para consolidar lo importante: mantener en pie el Plan Laboral de Piñera –el actual Código del Trabajo–.

Total, en caso de apuros, siempre se podía culpar al binominal.

[cita]¿Por qué Barbará Figueroa salió a defender apasionadamente un proyecto tan torpe? ¿No le parecerá sospechoso que el diputado Melero comparta con ella el entusiasmo por la nueva ley y diga que es un avance? ¿No le molesta que al día de hoy el Gobierno no ha presentado esa reforma que hará un antes y un después en la situación de los trabajadores chilenos: como es establecer la negociación colectiva por rama o sector?[/cita]

Y es que la Ley del Multirut parece devolvernos al pasado glorioso de la democracia de los acuerdos. De hecho, igual que en esa dorada época, la derecha apoyó entusiastamente el proyecto presentado por el Gobierno.

El problema es que no convenció a nadie de los que debía convencer.

Se trata de una ley tan torpe y confusa que los propios parlamentarios de la Nueva Mayoría la aprobaron a regañadientes (unos dijeron que no era lo que el Gobierno se había comprometido, otros que no se tocaba el concepto de empresa). No convenció tampoco a los sindicatos que fueron al Congreso, que le pidieron abrumadoramente al Gobierno que la reformara.

Es más, el proyecto estrella del Gobierno en materia laboral –más bien el único proyecto– no convenció siquiera a los propios funcionarios del Ministerio del Trabajo ni de la Inspección del Trabajo, que emitieron una declaración diciendo que era malo y equivocado.

El proyecto es torpe técnicamente –su redacción es tan confusa que, como dijo la Senadora Muñoz, los trabajadores quedarán entregados a la “sabiduría de los jueces”– y políticamente miedoso: el Gobierno no se atrevió a derogar el concepto de empresa, que es el origen de todo este problema de uso fraudulento de las razones sociales.

Y por si fuera poco, es intrascendente. Porque no modifica un ápice el Código del Trabajo creado por José Piñera a fines de los setenta en plena dictadura. En lo que de verdad importa, todo sigue exactamente igual que antes de la aprobación de esta Ley del Multirut: no hay negociación colectiva por rama o sector, el derecho a huelga no es reconocido efectivamente y los grupos negociadores seguirán compitiendo deslealmente con los sindicatos.

Pero, aunque parezca difícil de creer, este proyecto tuvo el respaldo entusiasta de la ministra del Trabajo y de la presidenta de la CUT.

Lo de Blanco, en todo caso, se entiende. Se enmarca dentro de la larga tradición de intrascendencia de los ministros del Trabajo de la Concertación. Y con esa tradición, el antiguo hábito de presentar microrreformas como avances “históricos” para los trabajadores.

Por lo mismo, ni ella debe preocuparse mucho. Ha tenido mentores de fuste en esta materia. De hecho, el arte de mostrar como avances para los trabajadores simples bagatelas lo llevó a la perfección el propio Andrade. En su época de ministro presentó con bombos y platillos la Ley de Subcontratación. Igual que con el Multirut se habló de una ley “histórica”. Como un antes y un después en materia laboral, con lo que se acabaríaN, dijo exultante, los trabajadores de primera y segunda categoría.

¿Se atrevería hoy el Diputado Andrade a plantear en una asamblea de trabajadores subcontratados –no dependientes del PS, por supuesto– que gracias a su ley ya no son trabajadores de segunda categoría, que ya no reciben menos sueldos que los trabajadores de la empresa mandante y que gozan de trabajos sin precariedad laboral?

Me invitan, por favor, para verlo.

En cualquier caso, Blanco no dispone de la excusa por excelencia de esa larga lista de ministros del trabajo prescindibles: cuenta con todos y cada uno de los votos para hacer mañana mismo si quiere una reforma laboral de verdad.

Ahora lo de la Presidenta de la CUT es más difícil de entender.

¿Por qué Barbará Figueroa salió a defender apasionadamente un proyecto tan torpe? ¿No le parecerá sospechoso que el diputado Melero comparta con ella el entusiasmo por la nueva ley y diga que es un avance? ¿No le molesta que al día de hoy el Gobierno no ha presentado esa reforma que hará un antes y un después en la situación de los trabajadores chilenos: como es establecer la negociación colectiva por rama o sector?

Dudas que no parecen tener –por ahora– respuesta.

En todo caso, el Multirut nos recuerda una importante lección para el mundo de los trabajadores que nunca debe olvidarse: sólo un movimiento sindical independiente puede conseguir la emancipación de los trabajadores.

De lo contrario, volverá esa infame época de los noventa y con ellas sus leyes “históricas” para los trabajadores.

Esas que lograban lo inverosímil: avanzaban los trabajadores, pero aplaudían los empresarios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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