Chile perdió ante Holanda. Las voces en las oficinas detuvieron su portentoso optimismo para dar paso nuevamente a nuestra clásica y taciturna actitud. No podía ser todo tan perfecto, repetían algunos mientras el pitazo final daba curso al retorno de esa realidad tan desafiante, pero necesaria al mismo tiempo.
Pero no todo ha sido tranquilidad. Nuevamente se están reportando destrozos, ya no por la victoria sino por la derrota, esa conocida e indeseable amiga. Hay molestia, hay racismo -en contra de un árbitro que no luce una piel prístina que nuestra aspiracional mentalidad requiere- e insultos por doquier. Hay una nueva rabia, una igual de torpe a la de la victoria.
Y es que cómo no va a haber rabia si nos han dicho que lo principal en este momento es apoyar al equipo nacional en esta cruzada por Brasil. Los comerciales, los programas de televisión y toda plataforma comunicacional está plagada por ese color rojo que al algunos les parece una muestra de nacionalismo hermoso, mientras a otros simplemente una herramienta más de control.
No puedes irte en contra de “La Roja”, es como sacarle la madre a alguien, o desear el peor de los males a tu “patria”, esa que es una creación bastante peculiar de de los publicistas y líneas editoriales de los medios.
Y no es que el juego sea malo, al contrario la forma en que los chicos de la selección han levantado resultados y metido goles es orgullosamente placentera. Ellos no son el problema, al contrario, son la evidencia de un pueblo luchador que, a pesar de que tienen todo en su contra -y particularmente el sistema que no fue hecho para ellos- logran salir adelante y confirmar que en Chile la única manera de surgir viniendo de poblaciones es precisamente aferrándose de estas excepciones como el fútbol.
Pero insisto, ellos no son el problema de la mentira de este juego que mueve millones y millones. Lo cuestionable es el aparato comunicacional que existe en torno al ejercicio de este deporte, es decir cómo éste crea sentimientos para luego focalizarlos hacia el consumo y la despolitización. O, como algunos le dicen, la “pasión”.
Es una pasión estéril por el hecho de expresarse frente al triunfo o la derrota de un equipo. Es la demostración de cómo una masa inerte mentalmente, rompe cosas porque cree que está haciendo algo importante. Se sienten parte de un tema fundamental, de una lucha trascendental, pero lo cierto es que solamente han demostrado la efectividad de los guiones escritos por publicistas de grandes marcas.
Por esto es que no resulta extraño que destrocen cosas cuando no tienen motivo real para hacerlo. Parecen luchadores en contra de un sistema, pero lo cierto es que esa rabia que demuestran es porque son los mejores hijos del éste. Lo siguen al pie de la letra, compran la emocionalidad que les vende en cómodas cuotas, y que luego del fervor deberán pagar con la cabeza gacha, como buena feligresía.
La única rebeldía concreta del fútbol es la de los jugadores, quienes nos demuestran la injusticia de Chile con sus esforzadas acciones y su sudor popular. Los demás- los hinchas rabiosos- son simplemente la muestra empírica de que la FIFA es tal vez el negocio más lucrativo y engañoso del mundo, al vender como pública una pasión-ahí de nuevo esa palabra- que es el mejor activo para grandes corporaciones privadas.
Tal vez no estoy diciendo nada nuevo-ni espero decirlo- , pero es importante que busquemos las respuestas a ciertas actitudes violentas que parecen defender una cierta religiosidad a la que se le espera dar tintes verdaderos-porque sus ídolos son de carne y hueso-, y lo único verdadero que hacen es seguir alimentando la mentira del fútbol.
(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl