Recientemente se lanzó el estudio que generó el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), denominado “Auditoría a la Democracia“. Entre los diferentes tópicos que aborda, se encuentra el referido a los partidos políticos, donde se explicita una circunstancia que ya es comentada hace tiempo desde el mundo académico, político y social, hablamos de la desafección de los ciudadanos por la política, la deslegitimación de la representación política en general y la desafección hacia los partidos políticos en particular.
Más allá de ser caracterizado como un informe institucionalista, que lo es, y difícilmente podría ser de otro modo, es interesante, porque permite una mirada del estado del arte de los partidos políticos, debelando cuáles son las dificultades de forma y fondo que los sostiene. Entre ellas, la ley misma de partidos políticos y el sistema binominal que permite la elección de los congresistas, sin perjuicio de la existencia de otras elecciones, como son las locales, regionales y la presidencia.
Un rasgo interesante que aborda el informe, es el referido a la individualización de la política, hecho que impacta a los partidos en términos integrales, pero específicamente cuando de la condición de “cautivos de sus mandatarios” se refiere. Interesa observar cómo diputados, senadores, concejales, alcaldes y ahora, los consejeros regionales se alejan de los partidos cuando buscan su reelección. Se observa, en específico, tal conducta cuando salen recién electos.
Este fenómeno, deja a los partidos políticos a la saga de las acciones y decisiones que toman sus mandatarios en el transcurso del tiempo que les corresponde ejercer el cargo, dado que el nivel de exposición y recursos que tienen para validarse en un electorado, que aunque sea escaso y a la baja, les permite ganar tal legitimidad y conocimiento ciudadano que hace muy difícil a los partidos políticos decidir sobre evaluar las reelecciones de los mismos. Es más, si el partido se coloca muy exigente, cualquiera de los candidatos podría aventurar una reelección como independiente, provocando un chantaje en la toma de decisión del partido político. Finalmente, se valida la posición de la reelección interesado. Se consagra la fórmula del que tiene mantiene, más que en términos de partidos, en términos de actor político concreto.
En ese sentido, la “política” que gestionan los partidos políticos se ve bastante acotada, y más bien determinada por los humores de sus representantes, los que se organizan de tal manera que permiten bloquear tales acciones. Es más, la política de los partidos en general y sobre todo los de gobierno, en más de una oportunidad no se ve diferenciada de forma clara con la gestión de gobierno. Como ejemplo, ¿acaso los partidos políticos de gobierno deben siempre tener una actitud sumisa respecto de los tres pilares de reformas de la Nueva Mayoría, llámese la tributaria, la ‘político – electoral’ y la educacional? No debieran, pero la coordinación entre ejecutivo y legislativo para llevar a cabo la agenda de reformas transformadoras o no tanto (de otras épocas), no entrega mucho espacio al “rol – acción” de los partidos políticos. En esa línea, es interesante constatar, por lo menos en la Nueva Mayoría, cómo los presidentes de Partido son todos congresistas, exceptuando José Antonio Gómez que es el Ministro de Justicia
En teoría democrática general y de partido político en particular, esta distinción debiera ser normal, sin embargo en la actualidad dicha cuestión no opera, en consecuencia, más de alguien podría indicar que es intrascendente, siendo los mandatarios los que capitalizan tal situación. Se ha hecho referencia a la importancia “individualizante” de los representantes instalados en el Congreso, pero en otras escalas de gestión política, como es la local (sobre todo) y la regional, la cuestión no es muy distinta. Qué decir de la acción, en este caso de la Presidenta de la República, la cual, en su gestión ¿considera en profundidad el punto de vista de los partidos?
Este efecto de “individualización de la política”, que es muy propio del sistema político en función de la institucionalidad dada, y que tiene a los partidos políticos en el centro de la observación, por lo menos en este apartado del informe, debe además, convivir con un accionar de tipo ciudadano que prescinde de los canales institucionales para colocar sus quejas o proposiciones diversas.
Se viene, desde esta dimensión, a colocar una vez más en entredicho a los partidos y sistema de partido. Los ciudadanos y ciudadanas, organizados o no, sociedad civil en general, han sido capaces de detener el proyecto Hidroaysén, han dificultado el proyecto Pascua Lama, cerraron la planta faenadora de cerdos en la comuna de Freirina, colocaron el tema de la educación como uno que necesariamente debía ser atendido en sentido estratégico, entre otros. Conforme a otras opiniones vertidas por el suscrito, se podría indicar que la geografía de la multitud, entiéndase por ello, una expresión colectiva que se organiza en claves diferentes a las expresiones institucionales y no institucionales tradicionales (como los movimientos sociales), en diversos puntos geográficos del país, producto de las dinámicas geográficas específicas de cada conflicto, ha constatado el desperfilamiento de la acción de los partidos políticos, los que en más de una oportunidad, no sólo son calificados en sospecha y desprecio, sino que ignorados para avanzar.
¿Cómo se avanza para salir de esta circunstancia? Por medio de reformas políticas, como fueron la separación de elecciones de alcalde y concejales, elección directa de consejeros regionales. Hoy se tiene en trámite pre – legislativo la reforma del sistema binominal y redistritaje, entre otras, también de partido político, más cercanas ahora dado el acuerdo entre el Gobierno, Amplitud y diputados independientes. Es de esperar que contribuyan a fortalecer el rol de los partidos para la democracia, en el entendido que los mismos también debieran democratizarse en sus procedimientos (tema también puesto críticamente por el informe consignado), los cuales necesariamente debiesen tener una modificación desde la ley misma, la cual, si bien se le puede reconocer que viene a generar un esquema de operación partidario claro, la misma es una verdadera camisa de fuerza para el fortalecimiento de los mismos. Basta mirar cómo diferentes entidades partidarias fueron colocadas como no legales por no cumplir con los requerimientos que la misma ley exige, entre otros aspectos, sin considerar que la misma se concibe en dictadura.
En esta lógica, la re–territorialización de los partidos políticos debiera entendérsele como una salida válida para el rediseño de la ley que los debiera regular en el futuro. Ello iría en coherencia con la re – territorialización que se busca para parte del sistema político por medio de la modificación del sistema electoral y redistritaje, inclusive con la siempre manoseada idea de descentralización política (hoy se encuentra en operación la comisión instituida por el Gobierno para abordar el tema). Pero, además, en coherencia con la acción de la geografía de la multitud, la que hasta el momento, es la que ha copado la ‘agenda transformadora’.
(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl