El acuerdo tributario entre parte de la Nueva Mayoría y la derecha, sigue dando material para columnistas, políticos y todo opinólogo que tenga una teoría al respecto. Es tanta la información que ha aparecido al respecto a la forma-no así con el fondo-, que incluso se supo de los lugares en los que se llegó al acuerdo finalmente.
Como la política -y sobre todo en Chile- siempre se sirve de situaciones curiosas para que el simbolismo camine libremente, el hecho de que parte del acuerdo se haya discutido en el living de Juan Andrés Fontaine, parte interesada en la discusión, no dejó indiferente a nadie.
En medio de los muebles elegidos por don Juan Andrés y su mujer, se habló de los impuestos, de lo que deberían pagar las grandes, medianas y pequeñas empresas, como también de la realidad de todos quienes tributan en Chile. Al calor de un rico vituperio en una casa del barrio alto de Santiago se decidió el futuro de muchos, quienes teníamos entendido que el Congreso era el lugar para hacerlo. Tamaña ingenuidad.
Si ésta no es una muestra concluyente de como siempre desde un lugar en particular se toman las decisiones de un país, yo no sé qué es. Porque si bien es cierto que esta ocasión no ha sido la única en la que se han tomado decisiones en lugares privados en nuestra corta democracia, cierto también es que un régimen de estas características debe ser perfectible y aprender de los errores del pasado y de los acuerdos que sólo algunos entendieron y el resto solamente observamos de lejos.
Respondiendo a la caricatura de don Andrés Zaldívar, parte importante de esta iniciativa, es claro que los acuerdos no pueden llevarse a cabo en la calle, porque para eso está el Parlamento. Hacerlo en lugares privados como cocinas, livings o cualquier lugar de la casa de un grupo reducido de personas atenta en contra del espíritu de la democracia, incluso desde los años de una tan elitista como era la de los griegos.
Pero ponernos a discutir sobre ello parece ser una lucha estéril contra una idea hegemónica de cómo debe concebirse el ejercicio democrático. Lo que deja en claro lo acontecido en el living de Fontaine es cuál es el eje del que parten las discusiones, y hacia dónde se mueven comúnmente.
Que la discusión haya sido en el hogar de un personero importante del mundo privado, es la metáfora perfecta de cómo la política aún no tiene la preponderancia necesaria frente a los intereses de un sector en particular. Porque llamar política a una acuerdillo entre tres o cuatro personas es subvalorar lo que este arte realmente es.
La política es democrática, y juntarse en una casa a decidir el futuro de Chile no lo es, sobre todo cuando hay un edificio enorme -y bien feo por lo demás- en Valparaíso a la espera de la discusión, del enfrentamiento de ideas de todo ámbito. Por lo mismo es que esta parte importante del hogar de los Fontaine nos reafirma que hay muchas cosas que aún no han cambiado, y que la forma en que se llevan a cabo ciertas iniciativas, hay veces que tienen mucho que ver con el fondo.
(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl