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Arenas: el monitor de la reforma laboral

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José Luis Ugarte
Por : José Luis Ugarte Profesor de Derecho Laboral Universidad Diego Portales
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¿En qué sentido –tendría que aclararnos Arenas– fortalecer la negociación colectiva y la sindicalización afecta el empleo y el crecimiento? ¿Por qué a un problema político –la falta de poder de los trabajadores– se responde con una amenaza económica –la culpa del poco crecimiento–?


Arenas ha advertido que “monitoreará” la reforma laboral que lleva adelante el Ministerio del Trabajo. Elegante y poco disimulada forma de decir que no cabe esperar nada relevante del gobierno de la Nueva Mayoría en materia de reformas laborales y, de paso, tranquilizar al gran empresariado que quiere mantener a rajatabla el modelo chileno de relaciones laborales: sin sindicatos ni negociación colectiva.

Da Arenas otra vuelta de tuerca de una larga tradición en la historia de la Concertación –hoy Nueva Mayoría– en relación a los trabajadores y que puede reducirse a una sola palabra: desprecio.

No debe existir otro grupo o colectivo –si se puede llamar así a millones de trabajadores asalariados– con el que esa coalición política tenga una deuda mayor: en sus más de veinte años de gobierno, esa fuerza política –hoy reforzada por el Partido Comunista– no ha realizado ninguna transformación relevante a la estructura legal que en su día diseñara a su antojo José Piñera, en plena dictadura.

El resultado es, como se ha apuntado ya varias veces, sencillamente desolador: Chile tiene la menor cobertura de la negociación colectiva de los países integrantes de la OCDE, con una tasa en torno al 7 por ciento, ahí donde el resto promedia 60 por ciento.

¿Es exagerado hablar de desprecio?

[cita]¿En qué sentido –tendría que aclararnos Arenas– fortalecer la negociación colectiva y la sindicalización afecta el empleo y el crecimiento? ¿Por qué a un problema político –la falta de poder de los trabajadores– se responde con una amenaza económica –la culpa del poco crecimiento–?[/cita]

Pues, veamos. Al inicio del Gobierno de Aylwin se decía textual en su programa de gobierno que las reglas del Código del Trabajo han puesto a los trabajadores en una situación de grave desprotección. Ha impedido la constitución de un sindicalismo fuerte y representativo, así como el desarrollo de una negociación colectiva equitativa para los actores laborales”. Veinte años después –en el último año del último gobierno de la Concertación– Bachelet prometía una profunda reforma a la negociación colectiva –véase discurso del 1 de mayo del 2009–, idea que duró un par de días hasta que se topó con el inefable Andrés Velasco. Nada ocurrió en veinte largos años. Todo quedó en amagues y discursos.

Y ahora, a todo esto, ¿tendrá algo que decir la ministra del Trabajo “monitoreada” por Arenas, que ha prometido a los cuatro vientos una reforma laboral histórica?

No mucho al parecer. Otros con más peso político y más conocimiento en el área, aceptaron el monitoreo sin mayor resistencia –y en algunos casos con entusiasmo–. Y es que el traje de “monitor” ya lo usaron antes otros con éxito: Foxley, Eyzaguirre, Velasco, etc.

Frente a ellos, los ministros del Trabajo representaron la levedad y, en la mayoría de los casos, la intrascendencia: nada importante de veras ha pasado para los trabajadores y sus derechos en las oficinas del Ministerio del Trabajo durante los veinte años de gobierno de la Concertación.

No parece que esta vez vaya a ser distinto. Arenas hará de monitor, lo que no debía ser ninguna novedad para la ministra del Trabajo “tutelada” por Hacienda, ni menos para los trabajadores que pusieron alguna esperanza en sus generosas promesas de reformas laborales que “harán un antes y un después”.

De hecho, el guion es tan predecible como conocido: el “monitor Arenas” utilizará una archiconocida extorsión a los trabajadores –y de la que se ha hecho gala infinidad de veces desde el término de la dictadura–: o se hace una reforma laboral o se protege el crecimiento y el empleo.

¿En qué sentido –tendría que aclararnos Arenas– fortalecer la negociación colectiva y la sindicalización afecta el empleo y el crecimiento? ¿Por qué a un problema político –la falta de poder de los trabajadores– se responde con una amenaza económica –la culpa del poco crecimiento–?

Probablemente jamás dirá lo inconfesable: que el modelo de desarrollo chileno que tanto “monitor” como él ha defendido –y que la elite empresarial sostiene– supone trabajadores sin fuerza sindical ni derechos de negociación colectiva.

La diferencia, eso sí, para Arenas con sus antecesores en el puesto de monitoreo, es que ellos siempre pudieron excusarse en la falta de votos y los sinsabores del binominal para aprobar una reforma laboral de verdad.

Hoy –caída la excusa– solo nos queda el “monitor” y sus convicciones al desnudo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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