Están acostumbrándolos a juntarse con quienes les convienen más, que con quien quieran juntarse. Los están educando para que siempre miren para arriba sin antes mirar a su alrededor, así colaborando con un país competitivo, violento y clasista, más que con uno que se toca, se palpa y se siente.
*¿Qué es la Confepa? Esa es la pregunta que muchos nos hacemos cuando los vemos marchar, hablar y levantar banderas que no tienen muy claras. Algunos dicen que es una asociación de padres que tiene derecho de alegar en contra de una reforma que socavará su “derecho a elegir”. Otros, que es un brazo armado de clase media, del que se ha servicio la derecha -y una parte de la DC- para no hacer tan obvios sus intereses en el negocio educacional.
Cuando salieron a las calles, ni ellos mismos sabían lo que querían: algunos hablaban en contra del lucro, pero al mismo tiempo defendían a los sostenedores que lucraban. Otros comparaban el lucrar con el recibir el sueldo. No se entendía nada entremedio de las palabras “elegir” y “libertad” que bailaban alegremente en sus lenguas parlanchinas.
Ellos no eran políticos, decían mientras cantaban y enarbolaban consignas ideológicas. No querían que las reformas se detuvieran sino que cambiaran según sus pretensiones, las que eran, por lo general, darles una educación de calidad a sus hijos en colegios que lo único de sofisticado que tenían era el nombre y el dinero que los diferenciaba de otros niños.
La Confepa es parte de este Chile post dictatorial que fue creado a punta de represión social y moral. En donde diferenciarse es una manera de ser mejor que el otro, porque “mi esquina está mejor pintada aunque vivamos en la misma población”. Es el principal signo de que la segregación en Chile no solamente es entre clase alta y baja, sino también entre la clase media. Es el Chile en donde quienes son libres, son los que se endeudan con tal de no ser lo que son, para así pasar el test social en una sociedad de apariencias y de una mentira tras otra.
En el fondo, son las víctimas que no se han querido dar cuenta de lo que sufren. Son los que defienden a su victimario porque se sienten cómodos junto a él, y creen que cualquier modificación a la estructura de poder que lo sustenta puede acabar con ellos, y no liberarlos. Es más, no creen en la liberación real, porque todo lo real les da susto, y tratan de escapar de todo lo que tenga siquiera pequeños tintes de realidad.
El problema es que así están criando a sus hijos. Están acostumbrándolos a juntarse con quienes les convienen más, que con quien quieran juntarse. Los están educando para que siempre miren para arriba sin antes mirar a su alrededor, así colaborando con un país competitivo, violento y clasista, más que con uno que se toca, se palpa y se siente.
En Chile no nos queremos mezclar, no porque creamos realmente que es dañino para nuestra descendencia, sino porque nos han dicho que mezclarse es malo. Nos han incentivando a crear castas y a seguir acrecentando las que ya existen. Son los intereses de algunos que una vez más se nutren del miedo de muchos quienes tienen miedo a salir a las calles, y a que sus niños hablen con otros más morenos-o igual de morenos- y que conozcan cosas, porque para ellos “conocer” es sinónimo de “perderse”, de no seguir el camino correcto, o el que les dijeron que era el correcto.
La Confepa es la defensa de los intereses de quienes les construyeron ese país en el que se sienten seguros, aunque sean los principales perjudicados. Es hablar a favor de una élite creyendo que lo hacen en pro de una mayoría silenciosa que realmente no existe. O que si existe, no sabe realmente lo que quiere.
En definitiva, la Confepa es la evidencia del triunfo cultural de un modelo que está haciendo agua por todos lados.
* Publicado en el Quinto Poder