Nos debiera preocupar la falta total de liderazgo que exhibe por estos días la derecha, donde sus presidentes de partidos no logran acuerdos mínimos para hacer oposición y entre sus filas siguen los cuchillos que aún les quedan afilados desde hace ya tantos años.
Mucho se ha hablado sobre la necesidad de contar con liderazgos claros a nivel político que nos puedan ayudar a avanzar en la dirección correcta como nación y hacer frente de la mejor manera posible a los desafíos pendientes que aún tenemos, y que han ido generando una sociedad cada vez más segmentada y desigual.
Hace algún tiempo, muchos apuntaron con voces de esperanza a los dirigentes que venían del movimiento estudiantil, algunos de los cuales hoy, desde el Parlamento, no lucen con la misma energía y convicción que mostraron otrora, cuando su rol era sólo desde la exigencia hacia la autoridad.
Así también dieron por terminada a la Concertación, que independientemente de si gusta o no, fue la coalición más exitosa en la historia del país, pero donde los liderazgos que marcaron épocas, transiciones y transformaciones, se agotaron, envejecieron y han pasado a un rol cuanto mucho consultivo, por el respeto que sus antiguos pupilos tienen con quienes les enseñaron varias de las cosas que hoy usan u olvidan.
En la Alianza la cosa no luce mucho mejor. El modelo de liderazgo que acuñó sus filas se hizo en los cuarteles y desde entonces les ha costado mucho poder construir un liderazgo claro, personas que den conducción estable y los ayude a alcanzar sus consignas. El gobierno del ex Presidente Piñera, del cual muchos decían sería el comienzo de varios gobiernos de la derecha chilena, no fue tal, y terminó siendo el destello de un deseo individual que terminó junto con quien lo orquestó.
Entonces, el liderazgo de nuestra clase política ¿dónde está? ¿Está? Son preguntas que cada vez menos personas se hacen, esto porque la opinión en la calle sigue por el suelo cuando a políticos y partidos se refiere y el caso Penta no deja de colaborar a mostrar la desfachatez de algunos, que miran al techo intentando desentenderse de los millones que les ayudaron a ganar los escaños que hoy ostentan, pero que al parecer nadie dirige ni lidera.
En un sistema político como el chileno, el rol de la oposición es muy importante para hacer un contrapeso saludable al fuerte presidencialismo institucional, y con ello, aportar a las reformas, avance en materias de calidad, de justicia social, de crecimiento económico, y tantas aristas que resultan cruciales para que un país funcione. Entonces, nos debiera preocupar la falta total de liderazgo que exhibe por estos días la derecha, donde sus presidentes de partidos no logran acuerdos mínimos para hacer oposición y entre sus filas siguen los cuchillos que aún les quedan afilados desde hace ya tantos años.
En tanto, mientras la Alianza no logre hacer que sus variadas funciones y escuelas de líderes arrojen resultados concretos que permitan mejorar la conducción actual, y sigan prefiriendo la máquina política, el financiamiento de las campañas o el nepotismo, antes de aquellas cualidades que hicieron de la antigua derecha una que aportaba algo más al país, con líderes y capacidad de conducción en ciertos momentos importantes de nuestra historia democrática, entonces seguiremos con un desbalance en la configuración política, y con ello, en los resultados que desde ésta viene y permea en todos los tópicos de una nación, nos guste o no, nos convenza o nos siembre desconfianza, nos lidere o siga como ahora, a la deriva de lo importante para seguir sirviendo a los intereses de los mismo de costumbre.