Los testimonios de las personas trans confirman claramente que la sociedad chilena actual no les está entregando un adecuado acceso a sus derechos civiles. «Andrea es una niña trans de 6 años, a ella la rechazaron de seis colegios por su condición; en los colegios dijeron que no sabrían como tratarla… ¡pero si ella es sólo una niña! ¡No es un monstruo al que hay que tratar diferente!», enfatiza Franco, mostrándonos la potente discriminación en la que tienen que vivir las personas trans a lo largo de toda su vida en Chile. Él también nos contó que las personas trans tienden a ser acosadas por grupos neonazis y religiosos fundamentalistas –de hecho, muchos trans reciben amenazas de muerte–.
“Es importante hablar con mi hija para que ella entienda sobre sus derechos”, dijo una mujer sentada a un costado de la sala. Cada semana un grupo de padres se junta en una casa restaurada del barrio Bellavista en Santiago para discutir sobre sus hijos e hijas. En la reunión padres y madres hacen preguntas, comparten experiencias, y aprenden de sus dificultades. Afuera suena el ruido de niños y niñas jugando.
Lo que hace especial a estas reuniones de padres es que sus hijos e hijas son trans.
“Ser transexual en Chile es muy difícil”, cuenta Franco, miembro de la Organización de Transexuales por la Dignidad de la Diversidad (OTD) y guía en la reunión de padres. Uno de sus principales trabajos –nos dijo Franco en esa entrevista individual– es buscar el reconocimiento legal del Derecho a la Identidad de las personas trans, actualmente en juego en la Ley de Identidad de Género que se discute en el Senado.
A través de diferentes iniciativas –como completadas, ciclos de cine y talleres– la OTD ha logrado producir un ambiente seguro y acogedor, en el que las personas trans y sus familias pueden obtener información, intercambiar experiencias y ayudarse. Además, trabajando junto a otros profesionales –como psicoterapeutas, doctores, y abogados– la OTD ha tomado conciencia de la urgencia de luchar contra la ignorancia y discriminación que permea a la sociedad chilena. «Yo he aprendido a esconder quién soy; solamente aquí en la OTD, a mis cuarenta años, he podido expresar lo que he sentido durante toda mi vida», dijo en la reunión Paula, una mujer trans que nació corporalmente hombre. La autorrepresión es muy común entre personas trans. De hecho, para muchas de ellas la infancia se asocia a incomprensión familiar, agresiones, exclusión, y bullying. Las estadísticas internacionales al respecto son alarmantes: en algunos países más del 50% de las personas trans intenta suicidarse antes de cumplir 20 años, debido a la marginación y agresiones por parte de padres y pares (ver también esta web).
Sin embargo, pese a la constante insistencia de Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos a través de la CIDH y otras organizaciones internacionales por promover el reconocimiento del derecho a decidir la propia identidad de género, algunos países aún se rehúsan a integrarlo en su legislación.
Fue en 2005 que Franco y un grupo de otros hombres trans (que nacieron como mujeres biológicas, pero que han realizado procedimientos hormonales y quirúrgicas para masculinizarse) se unieron para crear la OTD, con el objetivo de reivindicar sus derechos y hacer frente a la discriminación. En la entrevista que le realizamos, Franco nos cuenta que al principio él y los otros miembros tenían muy poca información sobre su situación. Al pasar por su transición, Franco pensó siempre que él era la única persona en el mundo sintiendo todo eso. Nos contó que la oportunidad de compartir experiencias con otros fue iluminadora, le reveló que hay muchos otros que comparten las dificultades y sufrimientos asociados al proceso de cambiar de sexo para asumir la identidad autopercibida.
[cita]Los testimonios de las personas trans confirman claramente que la sociedad chilena actual no les está entregando un adecuado acceso a sus derechos civiles. «Andrea es una niña trans de 6 años, a ella la rechazaron de seis colegios por su condición; en los colegios dijeron que no sabrían como tratarla… ¡pero si ella es sólo una niña! ¡No es un monstruo al que hay que tratar diferente!», enfatiza Franco, mostrándonos la potente discriminación en la que tienen que vivir las personas trans a lo largo de toda su vida en Chile. Él también nos contó que las personas trans tienden a ser acosadas por grupos neonazis y religiosos fundamentalistas –de hecho, muchos trans reciben amenazas de muerte–.[/cita]
Además, Franco y sus compañeros empezaron a darse cuenta de que ellos también compartían experiencias de discriminación y agresión social. A uno de sus amigos trans, por ejemplo, dejaron de renovarle su contrato de trabajo en una Universidad luego de realizar su transición para convertirse en hombre. Incluso al mismo Franco lo rechazaron de un sinnúmero de prácticas profesionales debido a su transexualidad –en esa oportunidad, lejos de proteger sus derechos, su propia Universidad le propuso la absurda solución de que él volviera a ser mujer, para así conseguir una práctica–. Al agruparse en la OTD ellos pudieron darse cuenta de que para combatir esas experiencias de discriminación debían reivindicar su identidad de género.
Luego la OTD se percató de que desde el 2005 se estaba discutiendo una Ley de No Discriminación en el Parlamento. Aunque esa ley respecto a diversidad sexual se enfocaba mucho más en la discriminación basada en la orientación sexual, la OTD trabajó para incluir en ella a la identidad de género como una “categoría de sospecha”. Eso quiere decir que, en casos de discriminación o violencia contra una persona trans, su condición de transgénero inmediatamente se considera una potencial motivación para la agresión. En 2012 ese proyecto de ley fue aprobado, reconociendo incipiente pero explícitamente a la identidad de género en la legislación Chilena –convirtiendose en la Ley 20.609, que establece medidas en contra de la discriminación–.
“Esto abrió una ventana”, dice Franco, “decidimos que podíamos hacer algo más”. Entonces avanzaron en crear un nuevo proyecto de ley que reconociera y protegiera el derechos a la identidad de género. Uno de los objetivos centrales del Proyecto de Ley Sobre Identidad de Género es facilitar el proceso a través del cual las personas trans pueden cambiar su sexo y su nombre.
La OTD decidió presentar en el Senado dicho proyecto de ley en mayo de 2013 –pese a que ellos pretenden incluirle un conjunto de modificaciones en el transcurso del proceso legislativo–. Dichas modificaciones buscan hacer más real la promoción de la dignidad y la protección en contra de la discriminación. Trabajando junto a la Organización Internacional del Trabajo, Naciones Unidas y a otras organizaciones LGBT –Sindicato Amanda Jofré, Movilh Chile, Fundación Iguales, Mums Chile y Fundación Savia– la OTD está promoviendo la incorporación de cuatro puntos en la ley.
El primer punto de modificación dice relación con el cambio de nombre/sexo, lo cual actualmente sólo puede ocurrir si es sentenciado en un proceso judicial. La OTD busca que ese procedimiento se transforme en un mero trámite administrativo. Para las personas trans, el tener que recurrir al criterio de un juez –como lo indica el procedimiento actual– es dejar en manos de otros decisiones individuales sobre la identidad, el propio cuerpo y la sexualidad. El derecho a cambiar el propio nombre y sexo debe ser autónomo, tal como lo es la identidad.
En segundo lugar, la OTD quiere evitar que el cambio de nombre sea publicado en el Diario Oficial. Dicha publicación es una violación a la privacidad de las personas trans, que los pone en riesgo de discriminación y violencia –considerando que la Identidad de Género es una categoría sospechosa de discriminación, por lo tanto debe ser protegida–.
La OTD también propone que la eventual ley incluya a personas trans inmigrantes en Chile, para quienes es actualmente imposible cambiarse de nombre o sexo en nuestro país. Chile debe proteger a todas las personas de la discriminación y las agresiones, sin excepción.
Finalmente, la OTD busca que la legislación permita a los menores de 18 años el cambio de nombre y sexo. “La discriminación comienza cuando un niño/a se define como trans”, dice Franco, “no el día en que esa persona cumple 18 años”. Actualmente, los niños no pueden realizar cambios de sexo y sólo podrían cambiar su nombre bajo una decisión judicial apoyada por sus padres. La idea es que este proyecto de ley no sólo permita el reconocimiento de la identidad de género en niños, niñas y adolescentes, sino que además les dé a aquellos que no tienen el apoyo de su familia la posibilidad de acceder al cambio de nombre a través de un ‘curador ad litem’ –esto es, un funcionario adulto que apoye, guíe la decisión y vele por el bien superior del niño, niña y adolescentes, comúnmente psicólogo o trabajador social–.
Actualmente la legislación chilena invisibiliza la situación de las personas trans y no se hace cargo efectivamente de la discriminación por identidad de género. Por eso, las personas trans en Chile tienen que someterse a procesos estándares que, por no calzar con su realidad particular, derivan en procedimientos arbitrarios (y bastante absurdos). Por ejemplo, al dirimir sobre el cambio de nombre/sexo muchas veces los jueces exigen verificar, a través del Servicio Médico Legal (SML), la relación entre los genitales declarados por la persona, los reales y el nuevo nombre. Mientras para permitir el cambio de nombre algunos Tribunales piden una evaluación psicológica, otras exigen que la persona haya pasado por cirugía genital (vaginoplastía o faloplastía). Incluso, en algunos casos, para permitir el cambio de sexo se ha exigido a las personas ser vírgenes al momento de la pericia del SML. Estos procedimientos denigrantes e innecesariamente demorosos no deberían requerirse si reconocemos el derecho que las personas tienen a definir su propia identidad.
Los testimonios de las personas trans confirman claramente que la sociedad chilena actual no les está entregando un adecuado acceso a sus derechos civiles. «Andrea es una niña trans de 6 años, a ella la rechazaron de seis colegios por su condición; en los colegios dijeron que no sabrían como tratarla… ¡pero si ella es sólo una niña! ¡No es un monstruo al que hay que tratar diferente!», enfatiza Franco, mostrándonos la potente discriminación en la que tienen que vivir las personas trans a lo largo de toda su vida en Chile. Él también nos contó que las personas trans tienden a ser acosadas por grupos neonazis y religiosos fundamentalistas –de hecho, muchos trans reciben amenazas de muerte–.
Por otro lado, en contraste, Naciones Unidas condena explícitamente todo tipo de violencia, acoso, discriminación, exclusión, estigmatización, y prejuicio basado en la orientación sexual o la identidad de género. Internacionalmente los gobiernos, instituciones y organizaciones están haciendo esfuerzos consistentes para reconocer el derecho a la propia identidad, y recientemente otros países –como México (DF), Argentina, y Dinamarca– han promulgado leyes liberalizando el cambio de sexo y nombre para personas trans. En este contexto, el proyecto de ley sobre identidad de género que hoy se discute en el Senado, así como las propuestas y observaciones de la OTD, abren la oportunidad de que Chile se aproxime a los estándares internaciones en el reconocimiento y protección de los derechos de las personas trans.
Durante diciembre, la Comisión de Derechos Humanos, Justicia y Ciudadanía del Senado terminará de votar las últimas observaciones al proyecto, confeccionando un informe que se adjunta al proyecto para pasar a ser votado en Sala. Tanto esta oportunidad como el resto de los hitos parlamentarios por venir, mostrarán si Chile, pese a sus diferencias, tiene la disposición política para garantizar el respeto y la seguridad de todos sus ciudadanos. Tal y como Franco nos dijo, esta ley podría servir como un paso importante para “empezar a dejar de lado las caricaturas [sobre las personas trans] para re-crear lo que significa ser trans”.
*Debido a la amenaza efectiva de violencia que muchas personas trans viven, este artículo ha usado algunos nombres ficticios.