Al momento de describir el perfil del profesional de la Filosofía, se propone finalmente un paradigma de contrastación laboral consistente con el modelo de sociedad imperante como un punto a llegar por parte de estos Licenciados, es decir, un profesional que sea reconocido socialmente, tanto en su importancia como en su rol. Nos preguntamos en este punto: ¿ha existido este reconocimiento social hacia la Filosofía como disciplina en otros períodos de nuestra historia?
Leyendo con detención dos artículos aparecidos durante el mes de diciembre en El Mostrador, titulados “El silencio de la Filosofía” (Fernando Miranda) y “Sobre el silencio de la Filosofía” (Arturo Ruiz Ortega), me permito compartir con ustedes algunas observaciones críticas, las cuales paso a detallar. Tomamos como un todo los dos artículos con una finalidad puramente operacional.
En primer lugar, destacamos la ausencia de preguntas y de propuestas frente al diagnóstico que describen, ausencia que no se condice con un texto elaborado por Licenciados en Filosofía, tal como ellos se presentan. Lo anterior se destaca en el contexto crítico en que presentan su opinión, lo cual amerita por sí solo la necesidad de este planteamiento.
Encontramos en los artículos casi una caricatura del Profesional de la Filosofía, descripción superficial que no explica o medita el por qué y para qué se estudia Filosofía, es decir, las motivaciones ya sean vocacionales, intelectuales o de búsqueda de fundamentos que caracterizan a aquellos alumnos de pregrado que postularon a la carrera de Filosofía, bien descartando a otras o como parte de un abanico de posibilidades. Son múltiples y diversos los supuestos y respaldos que los (nos) llevaron a estudiar esta disciplina.
[cita] Al momento de describir el perfil del profesional de la Filosofía, se propone finalmente un paradigma de contrastación laboral consistente con el modelo de sociedad imperante como un punto a llegar por parte de estos Licenciados, es decir, un profesional que sea reconocido socialmente, tanto en su importancia como en su rol. Nos preguntamos en este punto: ¿ha existido este reconocimiento social hacia la Filosofía como disciplina en otros períodos de nuestra historia? [/cita]
Al momento de describir el perfil del profesional de la Filosofía, se propone finalmente un paradigma de contrastación laboral consistente con el modelo de sociedad imperante como un punto a llegar por parte de estos Licenciados, es decir, un profesional que sea reconocido socialmente, tanto en su importancia como en su rol. Nos preguntamos en este punto: ¿ha existido este reconocimiento social hacia la Filosofía como disciplina en otros períodos de nuestra historia? ¿Esta legitimación no debiera ser finalmente el resultado del propio ejercicio profesional de los Profesores de Filosofía en su día a día?
Se percibe por parte de nuestros autores (y de todos nosotros) la necesidad de actualización permanente de las lecturas o papers que remiten a los temas que, según los autores, no se están reflexionando. En algunos de estos papers se destaca, entre otros temas, la importancia de la enseñanza de la Filosofía en la Educación Secundaria, frente a lo cual los autores sólo mencionan su ausencia curricular, que es una realidad, y una queja respecto del nivel intelectual de las nuevas generaciones, omitiendo el desafío metodológico que implica el actual estado de cosas para los Profesores, los cuales debieran ser capaces de elaborar estrategias de enseñanza que reconozcan las actuales características del alumno de 3° y 4° Medio. La “dignidad” de la asignatura depende del empoderamiento de los profesionales de la educación que están día a día en el aula. El argumento anterior es válido tanto para el profesor de Liceo o Colegio, como para el Licenciado que hace clases en Educación Superior, corriendo de allá para acá, pero exigido de igual manera en tanto que Profesional. Los cuestionados papers a los que se refieren los autores son los que terminan finalmente por reflexionar sobre temas como la Educación, importancia de la Filosofía en el currículum escolar, formación en valores, epistemología de las virtudes, entre otros temas. ¿Qué alternativa hay a la producción de textos en el contexto de las exigencias formales y epistemológicas que exigen los editores de revistas llamadas científicas?
Finalmente, quiero destacar la omisión de los autores respecto del aporte que los filósofos tradicionales chilenos como Giannini, Holzapfel o Acevedo han realizado sobre temas de Filosofía clásica, reflexión que tiene plena vigencia si se lee con atención buscando su contrastación con los temas relevantes que, al decir de los autores, no han sido pensados. Importante en este punto es el aporte que, por ejemplo, Jorge Acevedo hace en el horizonte del pensamiento de Heidegger sobre el peligro de la técnica como único modelo a alcanzar como sociedad “moderna”. De más está destacar las meditaciones de Humberto Giannini sobre convivencia y ética. A lo anterior hay que agregar el diálogo permanente entre Filosofía y Lingüística, Filosofía y Ciencias de la Vida, Filosofía y Matemática y un largo etcétera. En este contexto no hay referencia a los permanentes encuentros formales de los Profesionales de la Filosofía realizados en Chile en los más variados temas, desde Congresos, Seminarios o Coloquios, instancias que posibilitan un encuentro creador sobre temas diversos, en el caso de algunas de estas instancias, o de temáticas específicas en otras. Este diálogo e intercambio de ideas tiene también un espacio de encuentro no formal, ya sea a través de la reflexión filosófica permanente a un nivel individual o del diálogo con otros profesionales de la misma área, con profesionales de otras áreas o simplemente con las personas que conforman nuestro entorno familiar, laboral y social, quienes sí esperan de la Filosofía una voz lúcida y fundada. Este encuentro no formal se plantea como un desafío para quienes nos desenvolvemos en este espacio
Resulta interesante plantearse preguntas acerca de cómo logramos esta vinculación Filosofía-Sociedad, la importancia de su aporte eidético en los temas actuales, no sólo sobre Educación y Política, sino también en Economía y Salud. En este contexto valoramos el aporte al debate realizado por ambos autores, y esperamos haber contribuido también a poder situar la discusión con mayores elementos. El “sacrificio” del Filósofo al que se hace mención es una variable reconocida e incluso asumida desde el momento en que se opta por estos estudios. Un recordado y querido profesor de la Universidad de Concepción nos decía que la Filosofía “nunca ha sido pasión de multitudes” sino que se asemeja más bien al buscador de oro, el cual tras largas horas de trabajo termina el día tan sólo con algunos gramos de tan preciado metal. ¿Hay realmente un silencio de la filosofía o más bien hay que preguntarnos sobre nuestra voluntad y capacidad para ver y oír?