Hace algunos días, los dirigentes de la UDI, RN, Evópoli y el PRI anunciaron el nacimiento de una nueva coalición de centroderecha. No faltaron los críticos que señalaron que no era otra cosa que la ya tradicional “Alianza”, o que incluso era más estrecha que la “Coalición por el Cambio”. Ambas afirmaciones son falsas: si bien numéricamente la Coalición reunía a más partidos o movimientos –además de RN y la UDI, eran parte de ésta ChilePrimero, el Movimiento Social Cristiano y Fuerza Norte-, es indudable que el PRI y Evópoli son partidos mucho más potentes y consolidados que los que, habiendo sido parte de la Coalición, no estarían dentro del nuevo referente. Evópoli y el PRI suman una importante presencia territorial a lo largo de Chile y por sobre todo aumentan efectivamente el espectro político y sociocultural de la Alianza tanto en el plano generacional como en el de las ideas. En particular me quedo con el caso del PRI: nadie podría clasificar a su electorado y militancia, muchos de ellos descolgados de la DC siguiendo al fallecido Adolfo Zaldívar, como la característica del eje UDI-RN. Probablemente con ese ethos de nuestro lado, Lavín le habría ganado a Lagos en 1999. No olvidemos que la diferencia fue de un voto por mesa.
Tenemos casa nueva y, a diferencia del buen Tito Fernández, podemos alegrarnos no del “nido vacío”, sino de que la habitan nuevos moradores que sin duda la darán vida. Pese a lo que diga cualquier encuesta, estamos muy lejos del último vals: saldrán las botellas de vino, la comida y las canciones y celebraremos el inicio de una nueva etapa para la centroderecha y, siendo parte de la fiesta, brindaré con vino tinto y una alegría en la corazón: hemos dado un importante paso para dejar atrás la lógica de la mera alianza electoral y avanzado hacia la construcción de una mayoría política y cultural.
[cita] Por último, y tras la evidencia del primer año de gobierno de la Nueva Mayoría, esta nueva Federación de centroderecha tiene el imperativo moral de recuperar el gobierno para las ideas de la libertad, la justicia y la solidaridad. Nuestro país merece un gobierno que trabaje en buscar acuerdos y no en hacer tabla rasa ni pasar la retroexcavadora cada vez que pueda, borrando con el codo lo que hemos escrito entre todos los chilenos. El imperativo moral de ganar todas y cada una de las elecciones a las que se presente para dar un buen gobierno a Chile. Uno a la altura de las necesidades, aspiraciones y sueños de los chilenos. [/cita]
Así, los diferentes actores han comenzado a darle vida y movimiento al sector y ya se debate si se debe constituir una nueva alianza política, fundar un partido único o bien convocar a los partidos, movimientos e independientes cercanos a la centroderecha a una Federación, idea a primeras luces novedosa y atractiva, ya que permitiría a cada partido y movimiento mantener su identidad distintiva pero a la vez avanzar tanto en el desarrollo de una base doctrinaria común así como en distintas instancias de coordinación y trabajo conjunto permanente.
Entendiéndola así, uno de los mayores atractivos de la idea de constituir una Federación de partidos es que permite e incluso incentiva el desarrollo de la identidad propia de cada partido, ya que si quienes la dirigen son capaces de concentrarse en los consensos y administrar los disensos podremos aspirar a formar una mayoría cultural que no se vea obligada a mendigar votos prestados, que vuelven a su domicilio a la primera desavenencia, para cada elección. Además, la oportunidad es única: tenemos todo un 2015 por delante –sin elecciones de por medio- para que los partidos y movimientos que formen parte de la Federación desarrollen un trabajo serio en definir su identidad.
Renovación Nacional, luego de la modificación de su Declaración de Principios, y Evópoli, producto de su reciente fundación, llevan una relativa delantera en esta materia. Por su parte, la UDI seguramente aprovechará el momento delicado que vive para reflexionar no sólo respecto algunas de sus prácticas, sino que también tomará la oportunidad para revisar muchas de las ideas y estilos que la caracterizan, mientras que el PRI tiene el gran desafío de dar a conocer de manera más masiva su visión de centro y regionalista. No tengo dudas de que ambos procesos terminaran sumando fuerza a la nueva centroderecha.
Pero esta nueva familia agrupada en la centroderecha no puede comenzar con un hijo favorito. La vieja alianza se sostuvo muchas veces por la tarea que desempeñaba la UDI, ya fuera por mérito propio, afán hegemónico o debilidad de sus aliados. Tanto los últimos hechos que ha sufrido la UDI como la nivelación de fuerza de los principales partidos de derecha deberían llevar a que los socios de esta nueva Federación, sin obviar los resultados electorales para medir su poder relativo, se traten como pares y consideren más como socios que como competidores. De lo contrario, la historia se repetirá y seguirá dominando el espíritu de fronda, el caudillismo y la práctica de crecer a costa de fagocitar a los aliados. Así, la vocación de mayoría es abiertamente imposible
Por último, y tras la evidencia del primer año de gobierno de la Nueva Mayoría, esta nueva Federación de centroderecha tiene el imperativo moral de recuperar el gobierno para las ideas de la libertad, la justicia y la solidaridad. Nuestro país merece un gobierno que trabaje en buscar acuerdos y no en hacer tabla rasa ni pasar la retroexcavadora cada vez que pueda, borrando con el codo lo que hemos escrito entre todos los chilenos. El imperativo moral de ganar todas y cada una de las elecciones a las que se presente para dar un buen gobierno a Chile. Uno a la altura de las necesidades, aspiraciones y sueños de los chilenos.