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Basta de formar ingenieros-gerentes

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Por: Vicente Almonacid, estudiante de doctorado en Ingeniería Electrónica


 

Señor Director:

Cualquiera que haya estudiado ingeniería o una carrera afín alguna vez escuchó frases del tipo: “¿Para qué tantas matemáticas, si esto nunca lo vamos a aplicar?”. Recuerdo bien charlas y conversaciones donde ex alumnos, ya insertos en el mundo laboral, nos decían que no había que preocuparse por las asignaturas científicas, que era mejor dedicarle más tiempo a cosas prácticas que son mejor valoradas por la “industria”. Incluso decían que nuestra formación en temas como gestión de proyectos podría mejorarse aún más, cuando, en teoría, las ingenierías civiles (IC) complementan una ingeniería en ejecución (IE) con 2 años de asignaturas relacionadas con gestión y administración de empresas. La sensación general que queda es que la mayoría de los ingenieros simplemente se conforma con aprobar las asignaturas científicas, aunque sea con el mínimo, y que incluso muchos terminan derechamente odiándolas. El típico “no quiero saber de estadística nunca más en mi vida”.

Incidentalmente, nos encontramos con que el promedio de duración real de las carreras sólo es cercano al valor teórico en universidades que captan sólo buenos alumnos (es decir, en la UCh y en la PUC). En el resto, el promedio sube debido a la alta desigualdad en el nivel de formación escolar de los nuevos matriculados, que se compensa básicamente haciéndoles repetir asignaturas. Buscando en Internet uno se encuentra con estudios que señalan que, en promedio, los ingenieros chilenos tardamos aproximadamente entre 17 y 18 semestres en obtener una IC. 18 semestres con un arancel anual de $3.000.000, son $27.000.000. Auch.

Esto se sabe, se ha discutido y es un dolor de cabeza para muchas universidades con vocación docente. Algunas de ellas continuamente intentan implementar medidas paliativas. Personalmente, no creo que haya mucho que hacer cuando cerca de la mitad del país sufre de analfabetismo funcional. Bajo el paradigma universitario actual, habría que esperar que nuestro sistema de educación, sobre todo en su etapa temprana, sea efectivo en mejorar estos índices. Tardaremos cerca de dos décadas en ver esos resultados en los futuros ingenieros.

Sin tomar en cuenta el tiempo extra que toma formar un ingeniero en Chile, muchos coinciden en que la duración teórica es ya bastante alta. Algo de debate hubo un tiempo atrás cuando, en una de sus denominadas volteretas, el ministro Eyzaguirre propuso gratuidad a costa de carreras más cortas. Pero la discusión fue superflua y se concentró en el tema de la gratuidad. Me gustaría entonces volver a abordar el debate desde el punto de vista de las ingenierías, y no tanto sobre su duración sino más bien desde su diseño en general. Una de las particularidades del sistema chileno es la distinción entre IC e IE. Ambas carreras corresponden a dos diferentes títulos de ingeniero, pero con grado académico equivalente (Licenciado). En este contexto cabe hacerse la pregunta: ¿para qué formar ingenieros civiles?

Una posible respuesta es que durante los 80, cuando la apertura económica atrajo inversión extranjera y comenzaron a instalarse nuevas empresas, se requería de ingenieros capaces de dirigirlas. En efecto, en la generación de mi padre, que es IE, recién comenzaban a abrirse las IC. Y claro, quienes apostaron por completar las asignaturas necesarias para el título de Civil, posteriormente lograron obtener puestos más altos en empresas más importantes. De pronto ya nadie estudiaba IE, pasó de moda, y cómo no, si pagaban más siendo Civil. Hoy, si quieres ser ingeniero, sé un civil o no serás nada. Y para qué hablar del desprestigio de las carreras técnicas, que es aún más urgente de abordar.

Una vez más, hay que recordar que los tiempos han cambiado. Por un lado, los cargos de jefatura que requieren estrictamente de la formación de un Civil son pocos y se llenan rápido. Por el otro, el país ya no crece como antes, la inversión extranjera tiende a disminuir y, por último, es obvio que ya no podemos seguir creciendo por el camino fácil. Al menos nos dimos cuenta de que la educación era la prioridad, y ha habido señales de avance. Siendo optimista, en 20 años más seremos mucho mejores.

Pero si queremos ser mejores antes, hay que jugar con las variables de corto plazo. El camino al desarrollo todos lo conocen, es largo y pasa obligatoriamente por la I+D. Los ingenieros son sin duda una parte importante del proceso. Sin embargo, en Chile seguimos formando ingenieros con complejo de gerente. El ejemplo más claro está en el mundo de la tecnología digital. Porque a nuestros IC informáticos, que estudiaron 17 semestres, aparentemente no les gusta programar computadores, lo que se considera un trabajo de “nivel técnico”. Paradójicamente, el mundo del emprendimiento digital requiere críticamente de programadores. Básicamente es gracias a ellos que se levantó Facebook, Google y muchas empresas del Silicon Valley. En Chile, la economía digital se está moviendo rápido y necesitamos más y mejores programadores. En fin, como en todo el mundo.

Si queremos seguir el camino de la I+D y del emprendimiento basado en el conocimiento, necesitamos ingenieros con un perfil altamente técnico. Sólidos en matemáticas y ciencias, pero a la vez polivalentes y capaces de adaptarse rápido a los cambios. Esto probablemente implicaría aligerar el currículum, es decir, enseñar mucho menos, pero aprender más y mejor. Así, un ingeniero podría formarse en 4 o 5 años, no más, que podrían ser complementados con una buena oferta de másteres (en EE.UU., por ejemplo, el grado de Bachelor, equivalente al grado de Licenciado en Chile, se obtiene a los 4 años de estudios; en Francia, el diploma de ingeniero dura 5 años y equivale al grado de Máster).

Una formación única eliminaría esa distinción casi elitista entre un IC y un IE, y permitiría volver a darle utilidad a esta última. Quienes quieran optar por una formación en el área de gestión y administración de empresas podrían hacerlo a través de un máster y, lo que es más importante aún, abriríamos la puerta a muchos a explorar el mundo de la investigación a través de un Master of Science, y el de la innovación y el emprendimiento, a través de programas en esas áreas (sobre esto último, cabe destacar que formamos ICs y MBAs enfocados en administrar empresas ya existentes y prácticamente no existen programas que apunten a crear nuevas empresas). Hoy, cuando tardamos alrededor de 17 semestres en ser ingenieros, pocos se plantean la pregunta de seguir un máster, y mucho menos un doctorado, formaciones indispensables en una economía basada en el conocimiento. Usted podría rebatirme señalando que nadie nos obliga a optar por la IC para seguir estudios de posgrado, lo cual es cierto. Sin embargo, en la práctica nadie se arriesga a quedarse con el título de IE a causa de su desestimación en la industria. Así como estamos, un doctor en ingeniería en Chile termina sus estudios sobre los 30 años de edad. Y de seguro, con una linda deuda.

En conclusión, la carrera de ingeniería en Chile es larga, poco flexible y con un perfil intrínsecamente inclinado al área de gestión y administración de empresas. Lo anterior pone barreras en la especialización de nuestros ingenieros y desincentiva a optar por programas de investigación y posgrados. Urge entonces rediseñar el programa de ingeniería acorde a las nuevas necesidades de desarrollo del país, necesidades que no siempre coinciden con las del mercado.

Vicente Almonacid
Estudiante de doctorado en Ingeniería Electrónica

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