Crisis (orgánica, de autoridad): Lean a Gramsci, él se los contará
Es precisamente, la falta de correspondencia entre la ciudadanía y esta institucionalidad, mucha de ella, herencia de la dictadura, la mejor y a la vez la peor expresión de la crisis orgánica y de autoridad (legitimidad y representación) por la cual hoy estamos atravesando. Por lo tanto, lo que está en crisis son precisamente las practicas políticas del bloque hegemónico.
Parece existir cierta coincidencia -para no decir consenso- que el país atraviesa por una crisis de institucionalidad, es decir, una grave y profunda crisis de representatividad y legitimidad. La más compleja desde el término de la dictadura hasta el día de hoy.
Dicha crisis, cuestionamiento y desafección con el actual sistema político institucional, se ha visto acrecentada por los hechos que hemos conocidos en los últimos meses y que dicen relación con los estrechos (y hasta espurios) vínculos entre el dinero y la política, específicamente el financiamiento de empresarios a campañas políticas. Nada nuevo en todo caso.
La pregunta que uno se puede plantea es si se puede determinar el inicio de esta crisis; es decir, ¿cuándo comenzó? Al respecto una lectura a Antonio Gramsci específicamente en “oleada materialista”, “crisis de autoridad” y “La crisis” (Cuadernos de la Cárcel: Pasado y Presente, número 5, 1990) nos permiten señalar que las crisis no tienen un comienzo, origen único o una sola causa, sino que éstas obedecen a procesos sociales complejos, que se manifiesta a través de diversas expresiones. Por ejemplo, se intensifican cuantitativamente algunos elementos y fenómenos, mientras que otros se han vuelto ineficaces o derechamente han muerto. Esta crisis a la cual alude Gramsci se expresa en crisis hegemónica, entendida la hegemonía como la dirección política e ideológica de un sector, la cual conlleva una distribución del poder, jerarquía e influencia. En el fondo la habilidad que tiene o dispone una clase para asegurar la adhesión y el consentimiento libre de las masas. Por lo tanto, esta crisis consiste en la perdida de aquella dirección cultural, el dominio vía persuasión y consenso de vastos sectores de la ciudadanía.
Una de las manifestaciones de la crisis orgánica y de autoridad, dice relación con el distanciamiento de los grupos sociales con sus partidos y dirigentes. De ahí entonces el bajo apoyo e identificación que tienen hoy los ciudadanos con los partidos políticos. La militancia se ha transformado en algo sin mayor valoración, la insignificancia misma.
[cita] Es precisamente, la falta de correspondencia entre la ciudadanía y esta institucionalidad, mucha de ella, herencia de la dictadura, la mejor y a la vez la peor expresión de la crisis orgánica y de autoridad (legitimidad y representación) por la cual hoy estamos atravesando. Por lo tanto, lo que está en crisis son precisamente las practicas políticas del bloque hegemónico.[/cita]
Por otra parte, como señalamos anteriormente -y siguiendo a Gramsci- la clase dominante y hegemónica ha perdido el consenso de los grupos subalternos, y estos progresivamente han pasado de una determinada pasividad política a una actividad (inorgánica) tendiente a plantear sus malestares, rechazos y reivindicaciones.
Esta crisis orgánica y de autoridad que actualmente estamos experimentado, ha implicado que los representantes, léase autoridad presidencial, ministros, parlamentarios y partidos no están representando los intereses y las necesidades de sus representados, y a su vez, estos últimos no se sienten escuchados, interpretados por sus representantes o autoridades. De ahí entonces, la creciente desafección que actualmente impera entre la ciudadanía, la política y sus instituciones.
Por ello, mientras la ciudadanía expresa públicamente su malestar y rechazo a todos los sectores políticos, estos últimos se centran en recriminaciones personales, discursos que apelan al cuidado de las instituciones y de la democracia. Y como una forma de no perder definitivamente el control que se les esta escapando, el grupo dominante buscará diversas formas para recomponerse y salir airoso de todo este cuestionamiento. Ahí tenemos entre otras cosas los llamados a un “gran consenso o pacto nacional”, cambios de ministros, alterar programa de gobierno, realizará algunos sacrificios, efectuar promesas demagógicas o bien formar comisiones de trabajo tendientes a dilatar el problema o buscar alguna solución que de respuestas a la crisis que se experimenta. Todas estas medidas tienen como objetivo conservar, reforzar y utilizar el poder que posee el sector hegemónico para superar la (su) crisis existente.
Es precisamente, la falta de correspondencia entre la ciudadanía y esta institucionalidad, mucha de ella, herencia de la dictadura, la mejor y a la vez la peor expresión de la crisis orgánica y de autoridad (legitimidad y representación) por la cual hoy estamos atravesando. Por lo tanto, lo que está en crisis son precisamente las practicas políticas del bloque hegemónico.
En consecuencia, estemos atentos y tengamos cuidado con estas crisis orgánicas y de autoridad, por lo tanto con su salida o soluciones, ya que de ellas pueden peligrosamente emerger -como bien lo dijo Antonio Gramsci- los monstruos.
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