Esa falta de probidad tampoco le importó nada a la mayoría del electorado. En 2005 ésta le renovó su mandato a la Concertación azotada por acusaciones comprobadas de faltar a la probidad. Y pese a que los “sobres con billetes” eran una minucia comparados con otros escándalos, como el MOP-Gate.
No sé por qué llaman “crisis” la revelación de variadas inconductas de personajes públicos, en circunstancias de que ellas han sido reiteradas y conocidas en el pasado y el país mayoritario las ha cohonestado una y otra vez.
Éste no sólo no es un país honrado, sino que no quiere ser honrado. Y lo peor es que se miente a sí mismo a ese respecto. En mi blog del 26 de marzo comenté la afirmación de un historiador, en el sentido de que ningún Presidente chileno se había enriquecido en el cargo, “con una excepción”, la cual todos se supone que sabemos cuál es, porque el cerebro colectivo ha sido convenientemente lavado a ese respecto. Y en ese blog demostré con cifras objetivas que el mandatario acusado había sido el que menos se había enriquecido, si es que eran verdaderas las cifras de sus acusadores, por comparación con quien le antecedió y quienes le sucedieron en el cargo.
La verdad es que a la mayoría votante no le importa nada la probidad. Entonces ¿por qué vamos a entrar en crisis cuando múltiples hombres públicos aparecen faltando a ella? ¿Alguien cree que no van a ser reelegidos? Uno de los que ha soportado más acusaciones fundadas a ese respecto es el senador Girardi, quien resulta reelegido una y otra vez con grandes votaciones. Parece que las “malas prácticas” de que lo acusó el ex ministro Velasco le atraen muchos votos.
¿Cuáles son los ejemplos que nos dan nuestros hombres públicos, y cómo reaccionamos ante ellos?
Cuando las compras con sobreprecio de aulas tecnológicas a España por parte del ministro de Educación Ricardo Lagos, efectuadas por un particular de su confianza, pero con recursos del ministerio, provocaron aparente escándalo público, nada de ello fue inconveniente para que posteriormente Lagos fuera candidato presidencial, primero (derrotado en primarias por Frei) ni Presidente de la República después, derrotando a Joaquín Lavín. La probidad no fue tema de campaña, siquiera.
Luego, bajo el gobierno del mismo Lagos fueron descubiertos los “sobres con billetes” de gastos reservados que los sucesivos gobernantes de la Concertación “se llevaban para la casa”, desde la presidencia de Aylwin en adelante. El monto quedó explícito en 2004, pero al descubrirse el escándalo, en lugar de castigarse a los culpables, se les aumentó el sueldo en lo mismo que sustraían, que era de $1.690 millones al año, monto en que fueron disminuidos los gastos reservados. Es decir, cada dos meses se enriquecían lo mismo de que acusaban “al único mandatario que se enriqueció en el poder” haber sustraído en 17 años.
Pero esa falta de probidad tampoco le importó nada a la mayoría del electorado. En 2005 ésta le renovó su mandato a la Concertación azotada por acusaciones comprobadas de faltar a la probidad. Y pese a que los “sobres con billetes” eran una minucia comparados con otros escándalos, como el MOP-Gate.
A partir del 2010 la Concertación perdió el poder, pero no por el tema de las faltas a la probidad, pues el elegido Presidente de la Alianza había sido condenado poco antes por comprar acciones usando información privilegiada. A la mayoría tampoco eso le importó nada.
En “El Mercurio” viene un conmovedor artículo del presidente de la Corte Suprema titulado “Honradez”. Es una égloga en homenaje a esta virtud tan escasa en nuestro medio. Sintomáticamente aparece la tercera edición de “Procesos Sobre Violación de Derechos Humanos: Inconstitucionalidades, Arbitrariedades e Ilegalidades”, del abogado Adolfo Paúl Latorre, donde se hace un recuento de las faltas de honradez de los jueces que preside el magistrado autor del artículo, que consisten en faltar a la verdad de los hechos, desconocer el texto de leyes vigentes, aplicar otras que no están vigentes en Chile y fundar los procesos en documentos “ideológicamente falsos”, término acuñado por la nueva justicia penal.
Esta peculiar “honradez” lleva a los jueces a sostener en sus sentencias un atropello flagrante a la verdad evidente: que militares presos en Punta Peuco mantienen a extremistas secuestrados hasta hoy. La misma “honradez” llevó al ministro sumariante Alejandro Solís a condenar a sucesivas cadenas perpetuas virtuales al brigadier (r) Krassnoff ¡sin haberlo interrogado nunca!, siendo la declaración indagatoria un trámite esencial del proceso penal. Solís la sustituía en el expediente por fotocopias de declaraciones de Krassnoff en otros procesos, las que constituían, por consiguiente, declaraciones indagatorias “ideológicamente falsas”.
“Honradez” conducente a que esté cumpliendo doce años de presidio en Punta Peuco el, en 1973, teniente Hernán Ovalle Hidalgo, por haber leído a través de un megáfono una lista de nombres, sin haberla confeccionado ni saber el propósito de la lectura. No se le imputa otra actuación. “Lectura de lista”, delito nuevo creado por nuestros “jueces honrados” y que merece doce años de presidio (causa 516-07 de la Corte Suprema).
Además, parece haber unanimidad para “barrer bajo la alfombra” la falta de probidad judicial, pues cuando hice un análisis de otro fallo de la Suprema que desconocía normas fundamentales del debido proceso y lo envié a la revista del Colegio de Abogados, su consejo de redacción se negó, por mayoría, a publicarlo (hay mayoría de “centroderecha” en el Colegio, por supuesto). Usted puede leer el artículo en mi blog del 27 de marzo último.
En resumen, la falta de probidad no importa. El ejemplo que nos dan las principales personalidades del país es de todo lo contrario.
¿Por qué no dejamos de quejarnos de ella? ¿Por qué insistimos en añadir la hipocresía a la deshonestidad? ¿Por qué no reconocemos la verdad que vemos a diario, de que Chile es un país corrupto, que todos lo saben y la mayoría popular una y otra vez lo perdona?