Estratégicamente, elegir Punta Arenas como la sede de la RCTA es evitar la miopía poniendo una mirada de mediano y largo plazo al centro de nuestra política exterior antártica. Es revelador que aquellos países que se dicen con mayor vocación polar no han organizado el encuentro en sus capitales, sino en aquellas ciudades que tienen mayor conexión con el Continente Blanco.
La Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA) es el encuentro anual más importante de sus 52 países miembros, “con el fin de intercambiar informaciones, consultarse mutuamente sobre asuntos de interés común relacionados con la Antártida, y formular, considerar y recomendar a sus Gobiernos medidas para promover los principios y objetivos del Tratado”, según lo estipula el Artículo IX del mismo.
A la RCTA asisten representantes de las 29 Partes Consultivas (para la toma de decisiones) y de las 23 No Consultivas que lo deseen (con derecho a voz, pero no a voto); observadores del Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR), la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), y el Consejo de Administradores de los Programas Antárticos Nacionales (COMNAP); y expertos invitados, como la Coalición Antártica y del Océano Austral (ASOC) y la Asociación Internacional de Operadores Turísticos en la Antártica (IAATO).
Además, desde 1998, cuando entró en vigencia el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente (más conocido como Protocolo de Madrid), se estableció el Comité para la Protección del Medio Ambiente (CPA), que se reúne de manera paralela y entrega sus recomendaciones a los delegados de las Partes Consultivas. En suma, son diez días durante los cuales la crème de la crème de la política antártica mundial se encuentra en un solo lugar, conversando y tomando café; conociéndose e intercambiando ideas; pensando en los desafíos presentes y futuros que enfrenta el Continente Blanco y analizando los peligros que lo acechan; viendo las oportunidades y las posibilidades de colaboración y, en fin, creando redes dentro de la sala de reuniones pero también informalmente –a la hora de la cena y de los paseos turísticos de rigor–.
[cita] Estratégicamente, elegir Punta Arenas como la sede de la RCTA es evitar la miopía poniendo una mirada de mediano y largo plazo al centro de nuestra política exterior antártica. Es revelador que aquellos países que se dicen con mayor vocación polar no han organizado el encuentro en sus capitales, sino en aquellas ciudades que tienen mayor conexión con el Continente Blanco.[/cita]
Con esto en mente, y considerando que en 2016 le toca el turno a Chile como país anfitrión, elegir a Punta Arenas como ciudad sede de la reunión sería un acierto político, estratégico y comunicacional de nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores. Aún más importante: sería lo justo. Mientras todavía se discute el lugar del encuentro (Santiago y Viña se han barajado como alternativas), esgrimo las razones de por qué nuestra ciudad y no otra debería recibir a los cerca de 400 delegados de la RCTA.
En el ámbito político, desarrollar este encuentro en Punta Arenas significa llevar a la práctica el discurso del Gobierno, práctica ya iniciada por el ministro Heraldo Muñoz cuando, en diciembre pasado, encabezó aquí por primera vez la Reunión del Consejo de Política Antártica, para aprobar el plan estratégico 2015-19. Como dijo Muñoz entonces, “nos parece especialmente simbólico e importante que el Consejo sea acá, porque esta es la puerta de entrada a la Antártica y es como pretende la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, un polo de atracción y desarrollo científico, tecnológico pero además turístico y, por cierto, también económico”. Elegir a Punta Arenas como sede del encuentro internacional más importante de política antártica reafirma estos objetivos, y reafirma también el camino descentralizador ya iniciado en 2003, cuando se trasladó (no sin resistencias de por medio) el Instituto Antártico Chileno (INACH) a Punta Arenas.
Estratégicamente, elegir Punta Arenas como la sede de la RCTA es evitar la miopía poniendo una mirada de mediano y largo plazo al centro de nuestra política exterior antártica. Es revelador que aquellos países que se dicen con mayor vocación polar no han organizado el encuentro en sus capitales, sino en aquellas ciudades que tienen mayor conexión con el Continente Blanco: Christchurch en el caso de Nueva Zelandia (1997), Tromsø en el caso de Noruega (1998) y Hobart en el caso de Australia (2012). En lugar de seguir el camino centralista convencional de nuestra vecina Argentina (que designó a Buenos Aires como sede en 2011), Chile se convertiría en el país con la RCTA más austral del mundo –y esto, no con el afán de meter récords, sino de avanzar en el camino ya iniciado, de potenciar a Punta Arenas como puerta a la Antártica–. Este camino, por lo demás, tiene sentido, considerando que nos hallamos a dos horas de vuelo de la Isla Rey Jorge (la “metrópolis” del Continente Blanco), y que la mayor parte de los despegues se efectúan desde allí.
Comunicacionalmente, tener durante diez días en nuestra ciudad a los delegados antárticos de todo el mundo es la oportunidad perfecta para mostrarles el INACH, el Circuito Antártico (con los lugares donde estuvieron en su paso a la Antártica expedicionarios como Amundsen, Scott, Charcot y De Gerlache), y promover desde ya el futuro Centro Antártico Internacional –que, de acuerdo al Canciller Muñoz, “es una de las iniciativas más importante para el país, de acuerdo a la visión de la Presidenta de la República”–. No se me ocurre mejor manera que ésta de grabar en la memoria de los asistentes el real compromiso de Chile con esta zona extrema.
Por último, hacer de Punta Arenas la sede de la RCTA 2016 es lo justo. Desde que el INACH se instaló en Magallanes hace 12 años, la sensibilidad antártica de nuestros habitantes ha aumentado exponencialmente, gracias a la organización de eventos como la Feria Antártica Escolar, pero también por el simple hecho de tener al Instituto en plena Plaza de Armas, simbolizando su importancia para la región. Las autoridades regionales, por otra parte, muestran un interés creciente por la Antártica, y ésta se repite en sus discursos como área prioritaria. Quienes temen que la logística no dé (porque no hay salas de conferencia lo suficientemente grandes o no alcanzarán las camas para todos) deberían por tanto considerar cómo crear estos medios en lugar de trasladar la reunión a otro lado. Tarde o temprano, Punta Arenas será conocida como la Ciudad Antártica Chilena. ¿Por qué no mejor temprano?
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