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¿Qué van a decir los científicos en el proceso constituyente?

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Ricardo Segovia y Javiera Chinga
Por : Ricardo Segovia y Javiera Chinga Ricardo Segovia, Investigador postdoctoral CONICYT, Conocimiento Colectivo. Javiera Chinga, Investigadora doctoral CONICYT
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Para quienes pensamos que efectivamente el trabajo de investigación es necesario para el desarrollo social, sería un fracaso presentarnos sin una idea clara de cuáles deberían ser los ejes fundamentales de un sistema científico capaz de ayudar a superar la fragilidad de nuestra economía y el desastre social y ambiental en que estamos.


La Presidenta Michelle Bachelet anunció que en septiembre próximo la sociedad chilena comenzará a atravesar por un proceso constituyente, con el objetivo de reemplazar a la actual Constitución antes del fin de su mandato en 2017. Según el anuncio, esta nueva Carta Magna debería estar respaldada por la participación masiva de todos los sectores de nuestra sociedad, como única alternativa para poner fin a la actual crisis de confianza en el sistema político.

Este proceso histórico que se avecina abre nuevas oportunidades para repensar el país y también impone a la sociedad chilena grandes responsabilidades. ¿Qué lineamientos nos permitirían hacer de Chile un mejor lugar para vivir y de la nuestra una sociedad basada en valores que representen a la mayoría?

Quienes trabajamos en torno a la generación y transmisión del conocimiento nos enfrentamos a una oportunidad única para superar el individualismo que define nuestro modelo de desarrollo científico, y para consolidarnos como una comunidad científica con participación activa en la vida pública. Como miembros de esta comunidad, queremos plantear dos preguntas: ¿juega algún rol el conocimiento científico en el desarrollo de nuestra sociedad? ¿Tienen algo que decir los científicos en el anunciado proceso constituyente?

El conocimiento científico juega un rol central como promotor del desarrollo en las sociedades modernas y sus repercusiones en nuestras vidas son a estas alturas innegables. Este rol suele proyectarse en la imagen del experto, que se sostiene sobre el amplio valor normativo que actualmente ostenta la ciencia. Así, la imagen de experto es una herramienta que ayuda a entender la relación entre la ciencia y la sociedad en la que está inmersa y que, por lo tanto, emerge como un producto histórico de esta relación dinámica.

[cita] Para quienes pensamos que efectivamente el trabajo de investigación es necesario para el desarrollo social, sería un fracaso presentarnos sin una idea clara de cuáles deberían ser los ejes fundamentales de un sistema científico capaz de ayudar a superar la fragilidad de nuestra economía y el desastre social y ambiental en que estamos.[/cita]

Pero ¿cuánto hemos participado los científicos en la construcción de la imagen con que nos proyectamos a la sociedad chilena? La verdad es que nada. Los científicos no se han detenido a sentar lineamientos colectivos que definan su identidad y su quehacer, y actualmente la institucionalidad tampoco deja espacio para discutir transparentemente las bases de nuestro sistema científico. Los expertos en Chile no hemos definido qué tipo de expertos deberíamos ser, ni menos qué tipo de experticias son las necesarias en un país que está en vías de desarrollo.

La imagen de experto junto a la mayoría de los elementos de la interfase ciencia-sociedad ingresan sin evaluación ni discusión desde los centros mundiales de producción a nuestro sistema científico, sólo filtrados por los lineamientos que impone la economía de libre mercado. Estas apropiaciones inconscientes que definen el modo en que lo científicos nos desenvolvemos, podrían estar detrás de la actual desconexión entre ciencia y sociedad en Chile e, incluso, detrás de nuestro subdesarrollo.

Además, considerando que la relación entre ciencia y sociedad no es unilateral, la comunidad científica no solo debe preocuparse de su proyección hacia la sociedad sino que debe, además, preocuparse por cómo está siendo determinada socialmente. La imagen que la sociedad tiene de los científicos también está relacionada con lo que esta exige de ellos. Esto afecta al sistema científico en todos sus niveles, desde los criterios de asignación de recursos hasta aspectos ideológicos, determinando jerarquías valorativas con respecto a áreas del conocimiento y sus metodologías.

Los académicos e investigadores nos enfrentamos al proceso constituyente con el desafío de pensar y presentar una posición acerca de los lineamientos que permitirán articular nuestro sistema de generación y transmisión de conocimiento como un factor social, capaz de participar en la modernización de nuestra matriz productiva, nuestras relaciones sociales y nuestra relación con el ambiente. Sólo una ciencia que se piense a sí misma será capaz de entablar un diálogo con la sociedad; y sólo mediante el diálogo podrán integrarse elementos que emerjan desde la experiencia de quienes participan directamente de la actividad científica con aquellos provenientes de lo esperado por la sociedad en su conjunto.

El camino constituyente está lleno de dificultades que deben ser superadas. Por ejemplo, la desconfianza que genera el anuncio de la Presidenta, como consecuencia inevitable de las malas experiencias del cierre político durante la transición pactada. La historia reciente de Chile hace dudar que la Mandataria y su sector político estén realmente interesados en que la participación, la masividad y la democracia sean elementos imprescindibles de este proceso.

Otra dificultad para el avance del proyecto constituyente es que muchos sectores de nuestra sociedad, como la propia comunidad científica, se encuentran tan desarticulados que el desafío de presentar claramente su visión y sus compromisos durante un evento histórico de esta envergadura parece imposible. Esta desarticulación significará, para la sociedad, ceder su poder constituyente a la misma clase política que ha conducido al país a la actual crisis de confianza. Para la comunidad científica en particular, significará delegar su derecho a pensar la ciencia y su articulación con la sociedad en la misma tecnocracia que ha tomado todas las decisiones hasta ahora, guiada sólo por su sesgo neoliberal.

La participación de investigadores y académicos –o, derechamente, trabajadores del conocimiento– en un proceso constituyente no es trivial ni tiene antecedentes previos. Pese a las dificultades para prever lo que podría suceder, es posible hacer algunas consideraciones. Para quienes pensamos que efectivamente el trabajo de investigación es necesario para el desarrollo social, sería un fracaso presentarnos sin una idea clara de cuáles deberían ser los ejes fundamentales de un sistema científico capaz de ayudar a superar la fragilidad de nuestra economía y el desastre social y ambiental en que estamos. Asimismo, sería realmente vergonzoso presentarnos sin definiciones colectivas sobre nuestras preferencias respecto al modo de organización y financiamiento que debe tener la comunidad que dará vida a este sistema.

Necesitamos empezar un proceso interno en donde se construya comunidad, y donde esta comunidad se organice abarcando todos los niveles de formación del científico. Este es un proceso urgente, pero que probablemente tomará algún tiempo en concretarse. Lo más adecuado sería enfrentar con prudencia los acontecimientos políticos que se avecinan y autoconvocarnos de manera abierta y masiva antes del inicio del proceso constituyente. Proponemos empezar a transitar por un proceso preconstituyente, que debería transformarse en el escenario de la refundación consciente de una comunidad de investigadores que hasta ahora se limita a existir sólo como una suma de individualidades, sin hoja de ruta ni declaración de principios.

El objetivo es que la comunidad científica llegue al proceso constituyente con la capacidad de proponer un nuevo modelo para el sistema de producción de conocimiento, planificado racionalmente y fundado sobre criterios inexistentes actualmente, como son la democracia, la colaboración y la participación activa en el desarrollo productivo y social del país. Esto significa empezar a dejar atrás el actual sistema científico que, por haber sido transformado arbitrariamente durante dictadura y escasamente reformado durante la transición, es antidemocrático y endogámico, padece de excesivo individualismo y funciona bajo criterios meramente mercantiles que son, por lo tanto, irracionales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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