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El Mamo Contreras y el intento de la DINA por borrar al PS chileno Opinión

El Mamo Contreras y el intento de la DINA por borrar al PS chileno

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Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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Ha muerto el más sanguinario y cruel agente de la dictadura de Pinochet. Con él se ha llevado también una parte dolorosa y triste de la historia de los socialistas chilenos. En esos episodios está el hecho espantoso de que el número uno de la organización no solo trabajaba para la DINA, sino que además, entregó a dos direcciones sucesivas de la colectividad, instalando una cultura del miedo, la desconfianza, el conservadurismo y su aspiración a lograr el reconocimiento del empresariado.


Ha muerto Manuel Contreras, “El Mamo”, el más temido militar que engendró la dictadura,  quien alguna vez soñó “con el poder total”.

El ministro secretario general de Gobierno, Marcelo Díaz, ha dicho que “muere como un hombre siniestro”, aunque el vocero socialista olvidó referirse a que Contreras y la organización que dirigió, la DINA, se empeñaron en hacer desaparecer al PS que acompañó a Allende y que, en ese oscuro afán, hicieron desaparecer a dos direcciones sucesivas del partido y asesinaron a un grupo de hombres y mujeres que soñaron, alguna vez, en “tomar el cielo por asalto” y cuya tragedia genera, hasta hoy, un intenso debate en la colectividad sobre la transición y el rol de la organización en ese proceso.

El otro Ricardo Lagos

No hace mucho tiempo en una carta dirigida a El Ciudadano, el hijo de Ricardo Lagos Salinas, detenido desaparecido junto a Carlos Lorca, Ariel Mancilla y Exequiel Ponce, entre otros, e integrante de la mítica primera dirección interna clandestina, habló claro y fuerte cuando, refiriéndose a su padre, dijo lo siguiente: “Puede parecer extraño, pero hasta ahora nunca me había referido a él en público, ni por escrito ni de ninguna otra forma. Supongo que esto se debe a que su historia es también la historia de cómo fue devastada mi vida y la de mi familia, y de cómo hemos luchado para reconstruirnos. No es de buen gusto hacer alarde de esas cosas. Pero eso no es todo. Si he guardado silencio acerca de mi padre, es porque nunca hallé otra manera de enfrentar el asco y la vergüenza de ver cómo su nombre era enarbolado cada año por los mismos que empeñaron sus vidas en traicionar todo aquello por lo que él luchaba… para acceder un día, mediante claudicaciones, al poder político en Chile… y mantuvieron la extraña costumbre de derramar, cada vez que llegaba el mes de junio, lágrimas de cocodrilo por ‘sus caídos’. Para mí siempre ha sido difícil entender las razones de ese poco creíble melodrama. Lo cierto es que Ponce, Lorca, Lagos y los demás, de haber sobrevivido, difícilmente hubieran aceptado que su partido se transformara en el regente de un capitalismo brutal como el que defendieron los gobiernos de Lagos Escobar y Bachelet. Nunca acepté una invitación a esas conmemoraciones sin gloria, convocadas por un partido de iscariotes. ¿Cómo iba a asistir a unos actos en que los mismos que ofrecían por poco precio el pueblo chileno al capital, fingían invocar los ideales revolucionarios de mi padre?”.

Y es que el drama de Chile, que vergonzosamente representó su Ejército, en especial por Contreras y la DINA,  fue vivido en primera persona por los socialistas y afectó al partido de Allende hasta hoy.

Balance trágico

Altamirano y otros dirigentes han reconocido que una vez producido el golpe, el efecto sobre la organización fue letal: un tercio de sus dirigentes asesinados, otro tercio preso y el último salió como pudo al exilio, incluyendo su secretario general, quien fue brutalmente buscado por el régimen. Bajo esas circunstancias resiste en Chile un pequeño equipo que encabezan el diputado Carlos Lorca, el dirigente portuario Exequiel Ponce y el joven Ricardo Lagos Salinas, que pronto fue diezmado por la Dina de Manuel Contreras.

El PS tempranamente se transformó en la organización más afectada por la represión militar y objeto del discurso de la Junta que representó primero el general Gustavo Leigh Guzmán: “Hay que extirpar el cáncer marxista que corroe el país” o “estoy por la construcción de una democracia, los marxistas deben quedar fuera” y que luego encontró expresión en el nacimiento de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), nombre que por años fue sinónimo de horror y espanto.

Como bien nos relata Eduardo Gutiérrez (Ciudades en las sombras), tempranamente en los actos oficiales de la Junta, al lado de Leigh y del general Nicanor Díaz Estrada, empieza a aparecer un dirigente de origen obrero y socialista: Armando Aguirre, ex miembro del comité central de Chillán y quien –según Gutiérrez– en 1969, en la comisión política del PS, habría contrabalanceado la votación para dirimir al candidato del PS a las presidenciales de 1970 entre Allende y Aniceto Rodríguez, en favor del Chicho.

De alguna manera, la operación al interior del régimen era construir una base social de apoyo popular a la dictadura. Y  tal vez, a su futuro líder, el controvertido general de la aviación, o el propio Bonilla que recorre barrios populares –el general del pueblo, se llegará a decir– y quien desaparece tempranamente, víctima de un extraño accidente sufrido por el helicóptero que lo trasladaba.

Como sabemos a través del informe Church, el PS, en especial por la figura de Allende, tempranamente se había transformado para la CIA en un objetivo de “infiltración” (Memorias Críticas), para ello usó a una fracción –La Unión Socialista Popular (USOPO), de Raúl Ampuero–, en la que militó el “Guatón Romo”, quien luego se transformaría en el personaje que todos conocimos.

Ya en 1974 la DINA de Manuel Contreras inicia la intervención del PS, cuando toma detenido a uno de los miembros de su comisión política, Gustavo Ruz Zañartu, por parte de Ceballos Jones. Gustavo es torturado brutalmente en la Academia de Guerra y allí se le propone “montar un Partido Socialista que ayude a la nueva institucionalidad que hay que construir”. Ruz, quien solo se salvará por el apoyo internacional, rechaza la propuesta, pero es obligado a dar “charlas de marxismo” a Ceballos Jones.

Con posterioridad, la DINA encabezada por Manuel Contreras –de lealtad incondicional a Pinochet– se “ocupará del PS”. La operación se monta a fines de 1974 y tiene sus primeros frutos en marzo-junio de 1975, cuando comienzan a ser detenidos sucesivamente los dirigentes de la comisión política y un núcleo de ayudistas. En él se encuentra la pareja de Ricardo Lagos: Michelle Peña, una joven embarazada de 8 meses –la sala en la que hoy sesiona la CP del PS lleva su nombre y una fotografía suya encabeza la mesa–. Y Clara Rubilar.

[cita] Allí lo ve aparecer nuevamente Michelle Bachelet , quien ya cumplía funciones de chequeo en el aparato interno de las cartas que se enviaban desde Chile a Berlín y viceversa. Bachelet no deja de sorprenderse por el pronto retorno del dirigente. Allí le manifiesta su interés por quedarse en Berlín para trabajar en el aparato exterior. A ella no le gusta y le responde:  “Cómo se te ocurre. Hay gente en Chile que está muriendo. Si quieres dirigir el partido tienes que correr los mismos riesgos, ponerte a la altura… Mi papá murió por ser consecuente. De ti yo no espero menos”, cuentan que le dijo. [/cita]

De aquella comisión política, aparte de Ruz, que debió salir al exilio, se salvó solo Jaime López, novio por entonces de la actual Presidenta de Chile y a quien todos sindican como el responsable de la desaparición de dos direcciones sucesivas del PS.

El otro personaje con que la DINA monta la operación es Luz Arce, militante socialista desde 1970 y con una meteórica carrera en el GAP y en el frente interno, lo que generó bastante sospecha por la época. Incluso le valió una investigación por tanta movilidad funcionaria. Es al joven Patricio Quiroga, más tarde historiador, a quien se le encarga informar sobre ella, pero Arce no se inquieta. Incluso promete colaborar.

El golpe desahucia la iniciativa y en el verano de 1974, cuando Quiroga se encuentra con ella e intenta abordarla, esta se inquieta y le señala que no le hable, que “está formando parte de un operativo para detener gente”. Y allí es cuando comienza la tragedia socialista que enlutó a esa generación. Primero es detenido Ruz, luego Jiliberto, y el 14 de marzo de 1975 Ariel Mancilla, miembro del equipo  de reconstrucción partidaria  y a quien la DINA buscaba hacía meses. Justo asistía a una reunión partidaria en Cumming 732 y nadie alcanzó a avisarle que el organismo que dirigía Manuel Contreras se había tomado previamente el local.

Lautaro Videla Moya, por entonces militante del MIR, y quien estuvo detenido durante el mes de marzo de 1975 en la Villa Grimaldi, declaró: «En mi condición de detenido y desaparecido para el mes de marzo de 1975, fui testigo de la llegada a la Villa Grimaldi de Ariel Mancilla, dirigente socialista a quien conocía desde hacía más de cinco años… Después de un examen superficial, el médico decidió ‘operar’ al compañero y solicitó la ayuda de los presos para sujetar a Ariel, mientras procedía a cortar tejidos muertos e infectados, yo fui uno de los compañeros que ayudamos en la labor que realizaba el doctor al lado de nuestras celdas y sobre el suelo. La pierna de Ariel acusaba alguna forma de gangrena, sin embargo, fue vendado en el lugar y enviado de regreso a la Torre, para posteriormente desaparecer de la misma algunos días después y hasta hoy».

Exequiel Ponce, quien se reúne en abril-mayo de ese año con Jaime Gazmuri, ya presiente su final. De hecho, así se lo relató a un joven Máximo Pacheco, enlace para la reunión con el jefe del MAPU, a quien invitó a una cerveza luego de la extensa reunión con el actual embajador en Brasil: “Compañero, te quise invitar esta cerveza, primero porque me produce mucha alegría ver que hay gente joven como tú ayudando. Creo que nosotros cometimos muchos errores y… que esta lucha que estamos dando solo tiene sentido porque existe gente como tú que nos va a reemplazar, porque nosotros somos hombres muertos. Nosotros nos vamos a sobrevivir a esto” (El sol y la bruma).

Pacheco dirá luego que “al poco tiempo, semanas o días, fue detenido con el resto de la dirección del PS y desaparecido”. En efecto, en junio son arrestados, sucesivamente, Carlos Lorca, Ricardo Lagos Salinas y Exequiel Ponce. El primer canal de infiltración ha sido Luz Arce, cuñada de Gustavo Ruz y, por tanto, con acceso directo a la comisión política del PS. El segundo ha sido, nada más y nada menos, el jefe de la Juventud Socialista: Jaime López, quien ya en sus viajes a Berlín y sus encuentros con su joven novia, se encontraba colaborando con La DINA . Quizás de allí su insistencia a Michelle para que se quedara en la RDA.

Mientras empieza a desaparecer la primera dirección clandestina, López viaja al Pleno de La Habana (El socialismo chileno de Allende a Bachelet), para legitimar ante Altamirano a la dirección interior y explicar el polémico documento de marzo en que se proponía un partido marxista-leninista de ribetes totalitarios. En el texto, también se sugería la fusión con el PC chileno, agitando las aguas socialistas.

El viaje comienza en Lima, donde se reúne con el hermano de Carlos Lorca (Luis) y a este le parece sospechosa la inquietud de López por “cómo prevenir a sus compañeros si llega a caer, a su regreso, en manos de la DINA. Habla de inventar un intrincado código de advertencia, que sea solo conocido por contados dirigentes. Además, conviene con Luis el nombre de los ‘correos’ que enviará en adelante desde Santiago a Lima, cada uno rotulado con niveles de información distintos. Si algo no calza con esta plantilla, es porque algo muy grave ocurre. Antes de despedirse de su amigo, le advierte que si llega a ser aprehendido, no soportará la tortura por mucho tiempo. Bastará que le toquen una uña para que suelte todo lo que sabe. De ahí la urgencia de un código secreto” (Bachelet, La historia no oficial).

Mientras se desarrolla el evento de La Habana, también parte rumbo a la ex RDA otro joven socialista radicado por entonces en la capital cubana y con la misión de preparar la visita de López a Berlín. Es Camilo Escalona. Michelle Bachelet llega a Berlín en mayo procedente de Australia y allí le informan que deberá trasladarse a las afueras de la ciudad (en la capital solo estaba la cúpula partidaria), donde finalmente ambos jóvenes logran reunirse. También lo hace con Gladys Marín y con el secretariado exterior de la JS a instancias de Camilo Escalona. En dicha reunión, López termina hablando inevitablemente de la tortura, de la DINA y que de ser apresado tendría que colaborar. Ninguno de los asistentes se imagina que, a través de López, también ha asistido a la cita la DINA de Manuel Contreras.

Jaime López vuelve a Chile a través del puente aéreo La Habana-Lima-Buenos Aires. A su regreso es inmediatamente detenido en Pudahuel, donde le descubren una parte de las remesas en dólares que se enviaban desde el exterior. Sin embargo, según la versión del médico Luis Lorca Tobar, con quien se encontró en Lima, este le habría señalado que “dado lo impecable de su fachada de próspero empresario argentino, es deportado hacia Buenos Aires. Algo sumamente extraño. Aun así, nosotros, saltándonos ese episodio, lo enviamos hacia la RDA”.

Allí lo ve aparecer nuevamente Michelle Bachelet , quien ya cumplía funciones de chequeo en el aparato interno de las cartas que se enviaban desde Chile a Berlín y viceversa. Bachelet no deja de sorprenderse por el pronto retorno del dirigente. Allí le manifiesta su interés por quedarse en Berlín para trabajar en el aparato exterior. A ella no le gusta y le responde: “Cómo se te ocurre. Hay gente en Chile que está muriendo. Si quieres dirigir el partido tienes que correr los mismos riesgos, ponerte a la altura… Mi papá murió por ser consecuente. De ti yo no espero menos”, cuentan que le dijo.

Según relata en una de sus novelas Camilo Escalona, ya por aquel tiempo López tenía otro punto débil, según sobrevivientes de la época: el exceso en el consumo de bebida. La frase lapidaria de Michelle lo trae vuelta a Chile no sin antes inquirir a sus amigos respecto de temas que escapaban a sus responsabilidades, como las escuelas de formación militar en que se instruyen y forman los  cuadros partidarios. En una de esas reuniones, donde hay mucha comida y bebida, les vuelve a reiterar que “ustedes no tienen idea lo que es la tortura”.

Por aquel entonces es cuando, también, comienzan las sospechas mayores sobre el número uno de la JS. Diversos dirigentes detenidos por aquel tiempo, como Iván Parvex, quien había sido cooptado a la dirección luego de la caída del equipo que encabezaba Lorca, reiteran su presencia en los centros de detención: “Sí, claro, todos vimos a Jaime López en Grimaldi, incluso él silbaba el himno de la juventud… Jaime siempre estuvo apartado de nosotros. Jaime  era un gran admirador de la Orquesta Roja y de jugar a dos bandas, esta cosa de ser doble espía… yo creo que hizo eso porque estaba en un doble juego. Yo pienso que él pensó que iba a ser capaz de manejar una situación doble, entregándoles cierta información a la DINA, manteniéndose en contacto con nosotros y salir del escollo de la mejor manera, pero lo que está en contra de eso es que Jaime López ya estaba colaborando con la DINA”.

Un reportaje de La Tercera del 1 de diciembre de 2002 y que cita como fuente a un ex dirigente del PS detenido también a fines de 1975, reitera lo mismo. “Estaba cerca de las barracas donde dormían los agentes y, a diferencia del resto, no estaba vendado y usaba sus lentes. Un privilegio que los detenidos no tenían… Nadie en el partido duda que él colaboró con la DINA”, aunque  Lorca, Ponce, Lagos y sus equipos de apoyo no alcanzaron a enterarse.

Se ataron los cabos, se corrió la voz y López comenzó a ser denunciado. Carlos Altamirano, secretario general de la colectividad, recién en un pleno posterior –Informe al Pleno del Secretariado Exterior Berlín, RDA, 1976– reconocería la grave situación y denunciaría el actuar de Jaime López. Al mismo tiempo, lo expulsa del partido.

Después de ese hecho, la pista de Jaime López desaparece y se transforma en un mito viviente, pues a pesar de que la mayoría cree que fue asesinado por la DINA, no pocos lo han visto en los más inverosímiles lugares: en Villa Alemana, que posee una parcela en la Cuarta Región. El mismo Ricardo García, jefe de la JS y detenido en 1980, relata que: “Estando detenido y vendado fui interrogado por un sujeto que me pareció ser Jaime López, ya sea por el tono de su voz como por el conocimiento de hechos históricos muy detallados”.

Otros sindican que se reunieron con Pablo –chapa de López– en enero de 1976, en Chiloé o en el restaurante Munchen en Santiago. Otros lo divisan en la Clínica Santa Lucía de la DINA en 1977. O en 1978 lo ven en un acto de la Vicaría Oeste. También en 1978, cuando interroga a Héctor Riffo. Incluso un informe de inteligencia del MIR señala que vive con otra identidad, ya que al ser detectado pasó a funciones de “análisis y asesoría”.

En 1999, en el contexto de la Mesa de Diálogo, habría enviado una señal de que quería hablar y a la vez, pidió protección en México. Daniel Sepúlveda señaló que pasó la información, pero que nadie se hizo cargo de ella. En tanto, un oficial de Ejército que fue parte de la DINA y luego de la CNI, se habría topado con López asesorando a un gobierno sudamericano en los 90. El militar había conocido a López en casa de Odlanier Mena durante el año 1973 –quien se desempeñaba por entonces como comandante del regimiento Rancagua de Arica–, tornando aún más tenebrosa la historia de López.

Incluso, se ha llegado a señalar que en más de alguna ocasión la Presidenta ha preguntado “si Jaime está vivo”. Por el contrario, Luis Lorca Tobar es de los que cree que Jaime fue asesinado por la DINA una vez que ya no les sirvió y para ello empleó el siguiente argumento: en febrero de 1976, estando en Lima a cargo de la relación entre el PS interior y exterior, le correspondió recibir la visita de un joven que le pidió retomar los contactos con Daniel, chapa de Patricio Barra, sobreviviente de la dirección de reemplazo de Lorca que también había sido detenida, Esto, para seguir reestructurando la organización y buscar normalizarla.

Sin embargo, algo llama la atención del Dr. Lorca: el visitante, quien maneja de memoria el lenguaje y la jerga socialista. A diferencia de los encargados anteriores, se hospeda en el exclusivo Hotel Bolívar. Viste elegantemente con trajes exclusivos y bebe tragos sofisticados. Según Lorca, psiquiatra experto, es “demasiado empaquetado, demasiado siútico”, y pronto descubre el juego. Le inventa historias falsas que el visitante confirma.

Una segunda reunión no se producirá jamás porque Lorca sabe que ha estado hablando con un hombre de La DINA. Se trata ni más ni menos que de Armando Fernández Larios, quien –siete meses más tarde– por encargo directo de Manuel Contreras, participaría junto a Townley en el asesinato de Orlando Letelier; una medida para paliar la imposibilidad de haber ajusticiado a Altamirano. Luis Lorca cree que los magros resultados obtenidos por Fernández Larios en Lima “le significaron la condena a muerte de Jaime López”.

Enseguida la pista de López se pierde, no así el intento de la DINA por intervenir el PS y liquidar a Carlos Altamirano: “En mi caso intentaron asesinarme en tres ciudades distintas: en Madrid, en París y en Ciudad de México. El más extraordinario fue en Madrid… iba saliendo del aeropuerto de Barajas cuando siento que de repente, alguien –Rafael Tarud– me llama por detrás: ‘¡Carlos!’. Extrañado me volví bruscamente, y al hacerlo, choqué con alguien que venía muy cerca detrás de mí. Era un tipo corpulento. Al atropellarlo se le cayó el maletín que traía en la mano… que me llamó la atención porque era muy pesado… Como a los dos meses vi un programa de televisión donde entrevistaban a Michael Townley. Al verlo, reconocí al hombre del maletín con el que yo había chocado” (Memorias Criticas).

Después, la DINA y con posterioridad la CNI, continuarán con el esfuerzo del Mamo de levantar un PS afín al régimen y de exterminar el PS histórico vía el asesinato de sus principales dirigentes y militantes. En el primer intento, perdurarían sin éxito por varios años a través de un extraño personaje que residía por aquel tiempo en Frankfurt, Juan Carlos Moraga.

“Es un personaje de segunda categoría que apareció mucho después que se hizo amigo de Óscar Waiss, quien lo recomendó como un hombre vivo, ágil e inteligente que podría servir mucho en Chile” (Altamirano). Terminó fundando el Partido Socialista Chileno que llamó a anular el voto en el plebiscito de 1988, que luego apoyó la precandidatura presidencial de Pablo Rodríguez Grez –ex Patria y Libertad– y que, después, en 1990 cuando se disolvió, fue acusado de ser un instrumento de los servicios de inteligencia del régimen para provocar la dispersión del voto socialista. En eso fracasó la DINA de Manuel Contreras.

Donde sí no falló –por el quiebre, drama y miedo que provocaron en una parte de los supervivientes que ocuparían cargos de responsabilidad durante la transición–, fue en haber contribuido por medio del escarnio y el terror infligido a una parte de la cúpula socialista, en transformar absolutamente al Partido Socialista que acompañó a Allende y que soñó con alcanzar el socialismo.

Esto se elevó a tal punto que solo la intervención decidida de Camilo Escalona –presidente– y Gonzalo Martner –secretario general– hizo que en el pleno del Comité Central, la noche del 13 de noviembre de 1995 y bajo la presión del Gobierno, en votación dividida, se impidiese que el PS hubiese votado favorablemente la iniciativa Figueroa-Otero, que establecía la impunidad para los violadores de Derechos Humanos (Una transición de dos caras).

Sin embargo, esto no paralizó que luego un ministro socialista –Insulza–, fuese el principal promotor para rescatar a Pinochet de su detención en Londres. O que en el contexto de los acuerdos sobre Derechos Humanos, ad portas del posible Gobierno de Ricardo Lagos en 1999, los dirigentes socialistas encabezados  por Camilo Escalona y Ricardo Núñez, se reuniesen –cita a la que también asistió Ricardo Lagos, quien en paralelo publicaba en El País, el 19 de julio, una columna llamada “Hacia una Tercera Vía latinoamericana”– en el contexto del seminario «Las Fuerzas Armadas y la transición a la democracia: Los casos de España y Chile”. El encuentro era patrocinado por el embajador Álvaro Briones, con representantes de las Fuerzas Armadas, organizados por el agregado militar en Madrid, Juan Emilio Cheyre, y asesorados, estos últimos, por el ex ministro de RR.EE de la dictadura Hernán Felipe Errázuriz.

Lo discutido en este encuentro entre los políticos socialistas, pinochetistas  y militares no se ha hecho público, aunque se sabía que los militares  buscaban mantener sus inmunidades y prerrogativas, en tanto los socialistas pretendían el espacio político para afirmar a Lagos como candidato a la Presidencia de la República. Indudablemente, este equipo socialista tenía interés en que los militares no se opusieran abiertamente a la candidatura de Lagos, y buscaban generar un cierto nivel de confianza en la cúpula militar. Prueba de ello es que un año más tarde, el embajador Briones escribió una columna en el diario La Época que se tituló: “No vindicar el pasado”.

No hay declaración oficial al respecto, pero se supone que en dicha reunión se selló el destino de Cheyre y se eliminó el veto de los militares a Ricardo Lagos, aunque los socialistas volvieron a pagar los platos rotos de ese encuentro: ellos no pondrían en cuestionamiento la información que entregarían los uniformados sobre los detenidos desparecidos y el actuar de los aparatos represivos en dictadura.

El reciente estallido del caso Rodrigo Rojas de Negri y Carmen Gloria Quintana, volvió a demostrar que sí hubo pactos de silencio entre militares y una política institucional destinada a encubrir a los responsables.

Epílogo

En la reunión de El Escorial, así como en las acaecidas en la Mesa de Diálogo, se extrañó que los socialistas no hubiesen pedido, sí o sí, el esclarecimiento de la verdad y de los responsables de la desaparición de su primera dirección clandestina –sólo supimos que sus restos fueron arrojados al mar, probablemente frente a las costas de San Antonio, aunque hay testigos que dicen haber visto a Lorca en estado casi vegetal en Colonia Dignidad– y continuaron con la práctica y el ritual de cada año: honrar a sus víctimas en junio. Razón por la cual, al parecer, se explica que el vocero de Gobierno, en su declaración sobre la muerte de Contreras, haya omitido referirse a la responsabilidad del Mamo en la caída y desaparición de estos dirigentes, haciendo más cierto aún el enojo del hijo de Ricardo Lagos Salinas con el partido de su padre.   

Ha muerto el más sanguinario y cruel agente de la dictadura de Pinochet. Con él se ha llevado también una parte dolorosa y triste de la historia de los socialistas chilenos. En esos episodios está el hecho espantoso de que el número uno de la organización no solo trabajaba para la DINA, sino que además entregó a dos direcciones sucesivas de la colectividad, instalando una cultura del miedo, la desconfianza, el conservadurismo y su aspiración a lograr el reconocimiento del empresariado que explica, en parte, la tragedia de esa generación que promete cambios, pero que, al menor escollo en el camino, retrocede siempre. Y es que su tragedia es realmente espeluznante.      

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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