De Washington, Contreras se dirigió a reuniones con oficiales de inteligencia en Caracas, Venezuela, donde planteó sus planes para la Operación Cóndor, una alianza para ejecutar asesinatos internacionales. ¿Informó a Walters también sobre el plan Cóndor? La respuesta está escondida en documentos secretos de la CIA.
El hombre que planificó y ejecutó los crímenes masivos de lesa humanidad del régimen militar de Chile murió la semana pasada. Tuvo relaciones íntimas, pero también manipuladoras con la CIA norteamericana, llegando al punto de promover la idea de la participación de la CIA en el Caso Letelier—planteando la pregunta: quién usó a quien?–.
Manuel Contreras aún era general del Ejército chileno, pese a que pasó los últimos 20 años de su vida en prisión. Un hombre anodino, un tanto rechoncho, nunca dejó de jactarse de la eficiencia de la estrategia antisubversiva militar. Creó la DINA, un aparato de seguridad policial independiente de la jerarquía militar chilena y solo reportaba al general Augusto Pinochet, con quien se reunía temprano todas las mañanas.
Contreras y su jefe Pinochet se convirtieron en el rostro internacional del terrorismo de Estado latinoamericano en la década de 1970, por múltiples razones ajenas al conteo de cadáveres –DINA fue responsable de alrededor de la mitad de los 3.200 asesinatos cometidos por los militares chilenos, y virtualmente todos los casos de “desaparecidos”–. No es sorprendente. Primera entre las razones: la íntima vinculación de la dictadura de Pinochet con Estados Unidos y en particular con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana.
Pinochet fue visto como criatura de la política exterior anticomunista de EE.UU., cuyo arquitecto global fue Henry Kissinger. No es estrictamente cierto que la CIA llevó a cabo el derrocamiento en 1973 del Presidente socialista Salvador Allende, pero sus acciones de aliento y de defensa del golpe bastaron para crear la narrativa ampliamente aceptada de que EE.UU. trajo al poder a Pinochet.
La DINA de Contreras también llevó a cabo un espectacular acto de terrorismo en el corazón de Washington DC, el carro bomba en 1976 que asesinó al ex ministro de Relaciones Exteriores de Allende, Orlando Letelier, en un estallido que también mató a una mujer norteamericana, Ronni Moffitt e hirió a su esposo Michael. Algunos se apresuran en ver la mano de la CIA aun en este horrendo crimen, un cargo que se repite incluso hasta nuestros días entre algunos escritores en América Latina.
La muerte de Contreras me motiva a argumentar otro punto acerca de la CIA y Chile. Es la siguiente: Contreras promovió y manipuló su relación con de la CIA y parece haber sembrado indicios que apuntaban a la participación de la CIA en la muerte de Letelier.
Aquí, en síntesis, es lo que Contreras hizo para señalar a la CIA:
-Contreras fue el primero en revelar, en una entrevista, que la CIA había enviado a sus agentes a Chile para asistir en la formación de la DINA, un hecho tardíamente confirmado por la CIA a una comisión investigadora del Congreso.
-Como principal asesino internacional, Contreras contrató a Michael Townley, ciudadano norteamericano que intentó sin éxito unirse a la CIA como agente clandestino, un hecho que Contreras incuestionablemente supo y ahora está bien establecido en documentos desclasificados norteamericanos.
-Contreras mismo tenía una cercana relación operativa con la CIA, acordando proveer inteligencia a cambio de un pago mensual (solo un pago, probablemente en el rango de US$ 6.000, se materializó). La CIA canceló el pago, supuestamente debido a la preocupación por los Derechos Humanos.
-Según mi investigación, Contreras viajó a EE.UU. para consultar con altos oficiales de la CIA por lo menos en cinco oportunidades. En uno de los viajes, en agosto de 1975, Contreras se reunió con el subdirector de la Agencia Central de Inteligencia, Vernon Walters. De Washington, Contreras se dirigió a reuniones con oficiales de inteligencia en Caracas, Venezuela, donde planteó sus planes para la Operación Cóndor, una alianza para ejecutar asesinatos internacionales. ¿Informó a Walters también sobre el plan Cóndor? La respuesta está escondida en documentos secretos de la CIA.
-Un año después, Contreras utilizó la Operación Cóndor para obtener falsos documentos para Townley y otro agente de DINA, con la intención de usarlos en el asesinato de Letelier en Washington.
-En julio de 1976, mientras el plan para matar a Letelier estaba a pocas semanas por cumplirse, Contreras visitó a Walters de la CIA nuevamente. No sabemos todo lo conversado, pero es claro que Contreras –una vez más– estableció un nuevo eslabón circunstancial entre sus planes por ejecutar y sus amigos en la CIA.
Cuando Contreras fue sindicado con el asesinato de Letelier –acto de terrorismo que en ese tiempo fue el más serio cometido en suelo norteamericano– presentó su defensa: que la CIA había infiltrado a la DINA para cometer crímenes con propósitos propios, que Michael Townley recibía órdenes de la CIA, y que la CIA, no la DINA, asesinó a Letelier en Washington.
Esta historia es falsa, pero con ella Contreras puso en jaque a la CIA, que sabía que Contreras estaba dispuesto a hablar –y mentir sobre el lucro– de detalles de su relación de la CIA. Tanto para la derecha como para la izquierda, el cargo del involucramiento de la CIA en el asesinato de Letelier se ha convertido en una suerte de dogma. Puede ser hallada en los escritos de algunos académicos norteamericanos y es extremadamente común en las narrativas de ese periodo en América Latina. Pese a que no existe ninguna evidencia directa para esta acusación, la historia de la intervención de la CIA, su complicidad con la violación de los derechos humanos, y la defensa de las dictaduras militares, es suficiente para convencer a muchas personas que debe ser cierto.
Pocos de los que así lo creen son conscientes de que hacen causa común con el general Contreras, probablemente el más emblemático criminal de Derechos Humanos de América Latina.
*John Dinges es autor de Operación Cóndor (Ediciones B), que examina en detalle el rol preciso de EE.UU. en el periodo 1970-1979. Periodista del Washington Post y National Public Radio, en Chile era cofundador de APSI, CIPER, y ArchivosChile.