Las situaciones de poca seriedad en los manejos de asuntos de Estado han hecho que la ciudadanía caiga entre el descrédito de los antiguos partidarios blandos, la burla por parte de los opositores y en algunos casos la indignación por parte de los adherentes, como lo fue la impresionante voltereta en el anuncio de construcción de un nuevo Juan Pinto Durán, el cual tuvo que ser rápidamente descartado ante la ola de protestas del resto de los atletas.
Si bien en la zona central está empezando a amanecer más temprano y en la primera hora de recreo de los colegios los niños tienen luz de día, para menor irritación de todos los indignados con el cambio de huso horario, agosto se convirtió en el mes más negro de la historia de la encuesta Adimark para el Gobierno, con un 24% de aprobación presidencial.
Para hacer más doloroso aún este número, la aprobación es igual de baja en los sectores altos que en los sectores bajos, algo que no le suele ocurrir a los gobiernos de centroizquierda e incluso a la propia Presidenta. En los momentos más complejos las mujeres y los sectores populares han sido la reserva estratégica de Bachelet.
A manera de ejemplo, en septiembre de 2007, el peor mes del primer gobierno de la actual Mandataria, pese al impacto negativo de la implementación del Transantiago que afectaba directamente a los sectores populares de Santiago, se mantuvo la diferencia de segmentos socioeconómicos a favor de Bachelet.
Más aún, como prueba que el Gobierno ha perdido en su propio corazón, en los sectores de izquierda es mayor la desaprobación, lo que es coincidente con las conversaciones diarias, con el desánimo y la desilusión que afectan a la izquierda en Chile.
Tampoco funcionó el cambio de gabinete profundo y mediático que realizó la Presidenta el 10 de mayo. La encuesta Adimark del mes de abril, última en que estuvo el gabinete anterior en pleno ejercicio, la popularidad era 7 puntos más alta que en el actual momento, a punto de cumplirse tres meses con los nuevos ministros y pese a la sobreexposición del caso Caval en ese tiempo.
No han funcionado los mensajes de que habrá “mayor cercanía con las personas” o la reflexión sobre que la gran causa de todos los problemas era una mala estrategia comunicacional. Ni tampoco ha funcionado la victimización, ni la demonización de la derecha, entre otras razones porque la oposición no existe, pese a la crisis profunda del Gobierno.
No ha resultado tampoco el intento de echarles la culpa de todo a Peñailillo y la G90, al demasiado voluntarismo de las reformas, a las estrategias comunicacionales del primer año de Gobierno, o a supuestas conspiraciones que buscarían terminar antes de tiempo el período presidencial.
[cita] Las soluciones pasan por tener paciencia, pensar en el largo plazo y ser capaz de sostener el timón con seriedad en aguas turbulentas. Si cada vez que aparece una dificultad la respuesta es un cónclave o una nueva teoría de la conspiración, seguirá el descrédito y la burla. [/cita]
Ni siquiera se logró estabilizar la crisis política con los nuevos rostros, los cónclaves y las frases aparentemente ingeniosas.
Tampoco ayudó la nutrida agenda de Derechos Humanos que se instaló a raíz de la reapertura del caso Quemados y los avances sorprendentes del ministro Carroza al procesar a decenas de ex agentes de seguridad del régimen militar vinculados a graves violaciones de Derechos Humanos, por la sencilla razón que el Gobierno osciló en la propuesta de cerrar Punta Peuco, lo que habría sido un golpe político de proporciones a su favor.
Es cierto que razones importantes de la baja no son de manera alguna atribuibles a problemas de gestión. La aparición de nubarrones económicos no menores asociados a la desaceleración en China y los bajos precios del cobre, generan expectativas negativas sobre el futuro y en esos casos los gobiernos son castigados. Si además esto se une a una sobreexposición mediática de augures que, de manera increíble, culpan a las reformas de los problemas en China, se construye un ideario mayor de crisis.
Y, por cierto, cada líder empresarial que tiene acceso a un micrófono sostiene que vendrán los demonios por políticas públicas que fueron aprobadas por el electorado y conocidas por todos, contribuyendo a generar más incertidumbre y, por tanto, peor ambiente para invertir, que es lo contrario a lo que reclaman sus representados.
Lo que ha pasado es que con el exceso de soluciones mediáticas de corto plazo se ha caído en una comedia de ideas breves.
Las situaciones de poca seriedad en los manejos de asuntos de Estado han hecho que la ciudadanía caiga entre el descrédito de los antiguos partidarios blandos, la burla por parte de los opositores y en algunos casos la indignación por parte de los adherentes, como lo fue la impresionante voltereta en el anuncio de construcción de un nuevo Juan Pinto Durán, el cual tuvo que ser rápidamente descartado ante la ola de protestas del resto de los atletas.
Algo similar ocurrió en las increíbles explicaciones de La Moneda respecto al computador utilizado por el ex Director Sociocultural, que además de estar en el borde de la interferencia impropia en un proceso judicial, generó una explosión cámbrica de memes sobre el tema.
Otra triste comedia de torpezas fue la marcha de los camiones quemados durante el Gobierno de Piñera, donde el Ejecutivo osciló en su política respecto a cómo manejar la llegada a Santiago y convirtió a un grupo pequeño y radicalizado, dirigido por apologistas de la dictadura de Pinochet, en héroes.
No es casualidad que en el único asunto en que el gobierno mantiene una alta aprobación sea en Relaciones Exteriores, ayudado sin duda por la verborrea de Morales y su demanda ante La Haya. El canciller ha mantenido un discurso único que mezcla exigencias de respeto, junto con explicaciones claras de las enormes posibilidades de Bolivia de acceso a puertos chilenos en condiciones ventajosas.
Las soluciones pasan por tener paciencia, pensar en el largo plazo y ser capaz de sostener el timón con seriedad en aguas turbulentas. Si cada vez que aparece una dificultad la respuesta es un cónclave o una nueva teoría de la conspiración, seguirá el descrédito y la burla.