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Legalidades y correos

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«La Iglesia y los obispos han sido perjudicados y comentaristas de la prensa, políticos y académicos se dan un festín. Los intereses de algunos han sido favorecidos, y éstos en vez de ponerse del lado de la ley, se alegran. Sin embargo este desprecio por la ley puede ser peligroso».


Hay dos películas, en estos días, que recomendaría a los políticos que pretenden tener algo de conciencia. Una de ellas es Un Hombre de dos Reinos (t.o. A Man for all Seasons, 1966). No voy a referirme al problema central de la trama, sino a algo marginal, pero que en este momento puede ser de interés.

Hay una escena en que el protagonista, Santo Tomás Moro, deja escapar a un adversario suyo, porque éste no ha violado ninguna ley. Frente a las recriminaciones de sus familiares, Tomás Moro responde que no hay ninguna ley contra “ser malo” y que en iguales circunstancia dejaría libre al mismísimo diablo, mientras éste no violase la ley. Su yerno, enardecido, dice que él, en cambio, cortaría todas las leyes de Inglaterra para perseguir al diablo. “¿Y cuando el diablo se dé vuelta, dónde te esconderías de él?” pregunta Moro.

Recordé esta escena a propósito del asunto de los correos electrónicos del Cardenal Errázuriz y el Cardenal Ezzati. Los prelados no han quedado muy bien parados, aunque los correos no digan nada del otro mundo. Pero el énfasis ha estado en el contenido y en la interpretación de los correos mientras que el hecho que hayan sido obtenidos de manera ilegal parece ser un detalle. La Iglesia y los obispos han sido perjudicados y comentaristas de la prensa, políticos y académicos se dan un festín. Los intereses de algunos han sido favorecidos, y éstos en vez de ponerse del lado de la ley, se alegran. Sin embargo este desprecio por la ley puede ser peligroso.

Si se puede “hackear” la cuenta de correo de un cardenal, también se puede hacer lo mismo con la de un diputado o la de un rector universitario ¿Qué podrán alegar en su defensa si eso llega a ocurrir? Quienes hoy desprecian la ley mañana podrían necesitarla, pero la exaltación del momento los ciega (y esa ceguera, producto de la hýbris, puede traer consecuencias insospechadas, como se ha visto en otros casos de la política reciente).

Es verdad que para que haya una democracia saludable es necesaria una prensa libre, pero no una prensa por encima de la ley, como no pueden estar sobre la ley los ciudadanos de a pie ni los poderes del Estado. Si se erosionan las leyes, los vientos que soplarán entonces –en palabras del protagonista de Un Hombre de dos Reinos– serán tan fuertes que nadie podrá tenerse en pie.

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